Muchas llegaron de Buey Arriba, en plena Sierra Maestra. Jamás habían visto la ciudad, las luces, las avenidas y tantos autos juntos. Nombres como Justa Cristina Bacallao, Noelvis Fonseca o Juana Padrón empezaron con 15 o 16 años a escribir en Cuba su historia de mujer con derechos.
Era el principio para extinguir siglos de discriminación. Ellas estuvieron entre las miles de campesinas provenientes de recónditos lugares del país, que en 1961 se graduaron en La Habana como costureras. Procedían de la Escuela para Campesinas Ana Betancourt, proyecto de superación profesional y educacional impulsado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y lidereado por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
“No solamente aquí aprendieron muchas de ellas a leer y escribir, y todas a coser y cortar, aprendieron también qué cosa era la Revolución”, diría tiempo después la inolvidable Vilma Espín.
Fue ese un solo destello del gran salto que darían las féminas en la sociedad cubana. Con seguridad, cuando el 23 de agosto de 1960, durante el acto de constitución de la FMC, junto a Vilma, Fidel expresó que “la mujer es una Revolución dentro de la Revolución”, nadie pudo calcular hasta dónde se podría concretar esa frase. Él estaba convencido de que ellas serían “un verdadero ejército al servicio de la Revolución”.
Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.