EN SU ANDAR por Cuba, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz visitó Villa Clara en múltiples ocasiones. Se le vio entre ciclones, inundaciones o accidentes auxiliando damnificados, también impulsando planes agrícolas como el Yabú, la Vitrina o institutos científicos como el Inivit, el Centro de Bioactivos Químicos, el de Biotecnología de las Plantas, estos últimos en la Universidad Central, o los viales del Escambray, así como el desarrollo turístico del nordeste de la provincia donde, a idea suya, se construyó el pedraplén Caibarién-Cayo Santa María.
El pedraplén
La construcción del pedraplén Caibarién-Cayo Santa María fue un desafío. Según sus protagonistas para hacer realidad la obra solo se contaba con el mar, las gaviotas, los hombres y la idea que dio Fidel. Se emprendió el 12 de septiembre de 1989. No existía proyecto de tecnología constructiva ni cómo organizar la fuerza laboral. Era una obra inédita de 48 kilómetros y 46 puentes que unió varios cayos de esta parte de la plataforma insular cubana.
Para ello se constituyó el Contingente Campaña de Las Villas. Al frente de aquellos hombres estuvo alguien especial: Orlando Rodríguez Pérez (1940-2006).
“No teníamos plena conciencia de lo que haríamos. Íbamos detrás de un sueño que luego se convirtió en realidad. Fue una idea genial del Comandante en Jefe que poco a poco interpretamos. Cuando usted alza la mirada en el horizonte y ve esa cinta plateada sabe que detrás hubo mucho esfuerzo y sacrificio, pero lo que no puede imaginar es en qué condiciones se realizó”, decía Orlando mientras parecía volver a sentir el sonido del rocoso cayendo al mar y siempre recordando a Fidel.
“Los primeros equipos llegaron en el mismo septiembre: 14 camiones, cargadores, cilindros, motoniveladoras, pipas de agua, talleres móviles, buldóceres, grúas, entre otros muy importantes implementos. Fidel siempre estuvo preocupado por cómo se hacía la obra. Un día me preguntó sobre la productividad de los equipos, yo respondo con exactitud, a él le pareció muy baja, entonces trato de precisar, y le digo: ‘Mire, Comandante, pero ese número es a un 75 % de UP’. Fidel no entiende y le aclaro que es a un 75 % de utilización productiva. Ni él ni yo entendíamos que como los camiones estaban en garantía, por cualquier desperfecto había que esperar tres o cuatro días a que llegaran los especialistas para que los revisaran y ese era el tiempo perdido”.
Orlando seguía narrando y lo hacía con tal emoción que nada lo desviaba de su conversación. “En esa misma ocasión me interrogó sobre qué camiones me gustaban más, si el KP3 o el KMAS, explico que el KP3, doy mis razones, entre ellas que cargan más, que con soldaduras puede arreglarse cualquier desperfecto. Me miró y enfáticamente me dice: ‘Piensa más en tus hombres, el KMAS es más cómodo y ahorra más’. Es cierto, le contesto, usted tiene razón, yo estoy de acuerdo. Luego cuando se constituyen las otras dos brigadas que conformarían el contingente tuvo la delicadeza de mandar la mitad de KP3 y la otra de KMAS para la brigada dos y el KP3 para la tercera.
“Nuestro primer inconveniente fue que los proyectos de la obra no se habían terminado cuando la debíamos iniciar. Es ahí que se nos orienta, agregaba Orlando, que fuéramos calentando el brazo en la construcción del pedraplén Caibarién-Cayo Conuco, obra que comenzó el 26 de septiembre de 1989 y se termina el 8 de octubre. Fueron 5 kilómetros. de vital entrenamiento”, reconocía. Inmediatamente después de terminar el pequeño ensayo de lo que sería el gigantesco pedraplén Caibarién-Cayo Santa María esta primera brigada empezó a preparar sus propias condiciones de trabajo, entre ellas la plataforma de su campamento y el acceso a la cantera y al pedraplén que debían realizar.
Días de gloria
Era un día lluvioso. De esos de llovizna fina y pertinaz. Fidel estaba en el pedraplén y miraba el mar. Su mirada era visionaria. Había asombro en ella. Aunque observaba en silencio, transmitía información. En realidad el pedraplén es un espectáculo que sorprende, energiza, envuelve… A lo lejos los flamencos, muy cerca las gaviotas, más acá los manglares, el agua transparente a los pies, los peces ligeros nadando cerca de la coraza, la brisa sin molestar, el vaivén de las olas, el agua sin salpicar y cuando salpica es impresionantemente agradable porque el agua siempre está llamando para que la contemples.
Fidel disfrutó ese día el entorno, era visible en él la satisfacción. Tocaba el borde del puente del Canal de los Barcos, exacto, liso, y aparentemente suave, cuando todos sabemos que es una mole de acero. Sin palabras reconocía la calidad y casi perfecta curva que se extiende por los 350 metros de concreto aéreo por debajo del cual transitan veleros, barcos, lanchas y donde se posan gaviotas. Casi dos años antes, cuando Orlando cumplió la palabra empeñada con el entonces Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro Ruz, de terminar antes del 26 de diciembre la primera etapa de la gigantesca obra; Raúl después de dejar empatada oficialmente la vía le dijo que habría tiempo para abanderarlos como contingente y que esa bandera sería entregada por el Comandante en Jefe.
Era el día anhelado. Orlando siempre fue un hombre que supo esperar, pero reconocía que ansiaba la visita del mayor de los constructores. Las estancias de Fidel y Raúl en el contingente fueron días de gloria. Las recordaba como sus grandes celebraciones y para estos casos lo único que sabía hacer este hombre era proponerse nuevas metas, más complejas, más exigentes, sabiendo que en el trabajo estaba el sentido de ese colectivo.
El 29 de septiembre de 1996 llega Fidel. “Ese fue un inmenso acontecimiento, le regalamos una de nuestras gorras porque lo consideramos uno de nuestros fundadores, fue el creador de la idea. Recorrió el pedraplén, nos llenó de elogios, con sus palabras comprendimos que habíamos alzado la mirada del mundo hacia el horizonte de Cuba, que habíamos realizado sus sueños”.
Al atardecer se efectúa el acto en el campamento del contingente y reciben el estandarte de manos del Jefe e inspirador, quien les dijo: “Es mejor abanderar, no cuando comienza una obra, sino cuando ha sido realizada”.
Calificó la obra de increíble y admirable. Orlando recordaba que aquel día al despedirse de Fidel solo pensó en “no volver la vista atrás, en no mirar el camino andado, porque el camino ‘se hace al andar’”, y aún le quedaban muchos sueños y caminos de Fidel por realizar.
Epílogo
Al otro día —30 de septiembre 1996— Fidel visitó por primera vez la Plaza de la Revolución Comandante Ernesto Guevara. Al llegar saludó militarmente al amigo, al hermano, a su primer Comandante. El pueblo en pleno acudió a su encuentro, a pesar de haber sido aquella una convocatoria urgente. Para Fidel la concentración fue, según dijo, “un huracán de pueblo”. En su discurso llamó a los villaclareños vencedores de dificultades y obstáculos, frase que desde entonces acompaña el espíritu de la provincia en aras de proponerse e impulsar nuevas metas, porque Fidel inspira por su indeclinable posición de principios y su siempre capacidad de vencer.
(Textos tomados del libro Puño de piedra y espuma, de la autora de este trabajo. Ediciones David. Abril 2007)