En fecha reciente fue noticia la realización en Durban, Sudáfrica, de la 21 Conferencia Internacional sobre el Sida, donde la Organización de Naciones Unidas ya plantea como una meta poner fin a esta pandemia hacia el año 2030.
No obstante, durante la última década más de dos millones y medio de personas en el mundo contrajeron cada año el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que produce ese mal hasta hoy crónico e incurable, según trascendió en esa misma reunión.
En Cuba la prevalencia del VIH/sida, aunque menor que en el resto del Caribe, también mantiene como tendencia un discreto incremento anual, el cual mantuvo una meseta de alrededor de dos mil nuevos casos en los últimos cuatro años.
El país consiguió durante los últimos tres lustros avances sustanciales en la atención primaria de salud a las personas con VIH/sida, lo cual incluye el suministro gratuito de medicamentos antirretrovirales, que hoy abarca al 74% de sus alrededor de 20 mil pacientes.
A partir de este año, además, amplía esa cobertura a los portadores del virus que tengan en sangre hasta 500 células CD4 (también conocidas como linfocitos T o glóbulos blancos) por cada milímetro cúbico —indicador que refleja un nivel relativamente óptimo de las defensas o sistema inmunológico en el organismo humano—, de acuerdo con la política preventiva de tratamiento temprano, para evitar así la aparición de enfermedades oportunistas y reducir al máximo la posibilidad de contagios mediante la disminución de la carga viral a niveles indetectables.
La descentralización progresiva de los servicios de consulta médica y de la distribución de los fármacos hasta el nivel de municipio, junto con hitos epidemiológicos mundiales, como la certificación por la Organización Mundial de la Salud de la erradicación de la trasmisión vertical del VIH de madre a hijo, son otros resultados positivos en el enfrentamiento a la epidemia.
Pero para alcanzar el propósito de reducir a cero las nuevas infecciones y muertes por el VIH/sida, hasta suprimir la enfermedad como plantea ahora Naciones Unidas, el sistema de salud cubano y nuestra sociedad en general tienen ante sí importantes retos.
El primero y tal vez más trascendente de ellos sea incrementar la educación de la sexualidad y la percepción de riesgo en toda la población. De forma paralela a la elevación de la cultura del uso del condón o preservativo en los diferentes grupos etarios, tienen que existir mayores garantías para su presencia estable y accesible en la red de farmacias y otros puntos de venta, como establecimientos comerciales y gastronómicos, un asunto en el cual lamentablemente todavía son frecuentes las altas y bajas, con un retroceso notable de su disponibilidad en los últimos tiempos.
La importación y producción en el país de más variantes de medicamentos antirretrovirales genéricos, con una planificación exquisita para poder garantizar la estabilidad en su distribución, debe constituir otra prioridad de las autoridades de Salud y nuestra industria farmacéutica, pues esto sería una sólida garantía para coadyuvar a la adherencia o apego terapéutico de las personas con tratamiento, e insistir en la responsabilidad individual de cada paciente.
Resulta indispensable además mantener las pesquisas activas y reforzar la intencionalidad en la realización de las pruebas para detectar el virus entre los distintos sectores poblacionales, con énfasis en los grupos más vulnerables, para conseguir un diagnóstico precoz de la infección.
Al descentralizar la atención médica hasta el consultorio de la comunidad, también puede contribuir a controlar la trasmisión una prescripción facultativa que cumpla con rigor y sin complacencias dañinas para los pacientes los protocolos para la aplicación de las distintas variantes disponibles de esquemas de tratamiento. Nos quedan entonces todavía muchas potencialidades para perfeccionar la prevención y el enfrentamiento al VIH/sida, con el propósito de cumplir —ojalá que un día no muy lejano— ese sueño de erradicar la enfermedad.