Por Caridad Carro Bello*
Hace poco, mientras recorría la fábrica de leche en polvo construida en la provincia de Camagüey, un obrero me aseguró que para sustituir importaciones era necesario que nuestra economía supiera jugar bien ajedrez.
Lo dijo por las habilidades tácticas y estratégicas necesarias a nivel macroeconómico, para determinar en qué industrias claves deben hacerse inversiones que posibiliten el mejoramiento tecnológico, la capacitación del personal, y cuenten además con materia prima segura. Todo ello implica gastos financieros millonarios, en medio de un período de limitaciones económicas.
Dentro de las inversiones de la rama productiva, los servicios y la infraestructura, contempladas en el plan anual de Cuba, más de la mitad está siendo destinada a sectores como el turismo, biotecnología, energía y petróleo, programas agropecuarios, Zona Especial de Desarrollo Mariel, fuentes de energía renovable, producción de materiales de la construcción, telecomunicaciones, incremento de la capacidad del transporte de carga y la recuperación de la industria alimentaria.
Por parte del Ministerio de Industrias (MINDUS) existen tres políticas en implementación: el fomento de la industria del reciclaje, el reordenamiento y uso eficiente de máquinas herramientas y equipos, así como el desarrollo de la industria de envases y embalajes.
Aunque crece la producción del último sector industrial mencionado, no sobrepasa el 55 5 %de la llamada demanda solvente. Por esta razón se importan 310,5 millones de pesos en envases. Las cifras más significativas están en los de vidrio, latas de aluminio y flexibles.
Para contar con más envases y embalajes propios se ejecutan inversiones por 107,5 millones de pesos; de ellos se prevén 43,6 millones en el 2016. Pero según los cálculos presentados por los organismos al MINDUS, lo aprobado queda por debajo de las necesidades, pues se requeriría destinar más de 270 millones de pesos para borrar la obsolescencia tecnológica de un grupo de industrias que son fundamentales en las producciones destinadas al comercio exterior y al mercado interno, sobre todo de Biocubafarma y los ministerios de la Industria Alimentaria y de la Agricultura.
Una arista importante del tema es que aún con las finanzas aprobadas para un desarrollo industrial que ayude a sustituir importaciones y a exportar, se incumple la ejecución. Los estudiosos del tema y los sujetos que intervienen en el proceso inversionista cubano han señalado un cúmulo de deficiencias y complejidades a tener en cuenta. En envases y embalajes ha habido problemas de planificación y atolladeros legales, entre otros escollos.
Otro aspecto que merece mayor atención es la visión sistémica de los proyectos. Para que la fábrica camagüeyana reduzca la cantidad de leche en polvo comprada en el exterior es necesario —además de poner a punto la instalación— restaurar vaquerías, rescatar salas de ordeño, establecer un acopio con mejores condiciones de refrigeración para asegurar la calidad láctea, elevar la obtención de alimento animal en los potreros, entre otras muchas cuestiones que inciden al final en la joven industria. Y no todo esto avanza al mismo ritmo.
En fin, que no es tan fácil jugar ajedrez sobre el tablero de la sustitución de importaciones. Pero no queda otra alternativa que aprender a dar jaque mate a todo lo que se interponga por el camino, ya sean alfiles, torres o caballos.
*Doctora en Ciencias de la Comunicación