![Los innovadores mantienen con vida equipos de más de 80 años. Foto: Noriys](https://www.trabajadores.cu/wp-content/uploads/2016/07/f060104c-1024x576.x10671.jpg)
No es pan caliente, pero igual se acaba. Las galletas Yumurí duran nada en los mercados ideales de la ciudad de Matanzas. En el de la céntrica calle Medio “las que traigan se venden, se ha convertido en un producto estrella”, asegura el jefe de almacén, Carlos Manuel Vera.
“Es un puntal para cumplir con nuestro plan de ventas”, lo interrumpe el administrador Pedro Lázaro Cabrera Calderón: “Lástima que la oferta se quede muy por debajo de la demanda. Fíjese que si falla la entrega semanal, nos preocupamos nosotros y los clientes ni se diga”. “A mis jimaguas les encantan. Muy buena calidad y son económicas, ¡25 pesos una bolsa! Siempre paso por aquí y cuando no hay, sufro”, sonríe la matancera Carmen González, mientras carga dos paquetes.
En las domingueras ferias agropecuarias también abastecen. “Tengo una cafetería particular, por eso me llevo 10 cartuchos. Las preparo con timba (conserva de guayaba) y vuelan”, justifica una señora.
A otros destinos y con calidades diversas se extiende su presencia. Lo mismo a los mercados de TRD Caribe, que al Cimex, a la habanera marina Chapelín, que se distribuyen por unidades del Plan Turquino-Manatí o la reciben embarazadas.
Sin embargo, pocos conocen que la estabilidad del alimento se ve cotidianamente amenazada por los achaques del antiguo plantel industrial donde lo elaboran.
“Las roturas imprevistas merman nuestro paso”, lamenta Joel Secades Muñiz, el administrador de Especialidades Galletas Yumurí, una de las dos fábricas que en la occidental provincia las producen. “En el 2015 se descompusieron piezas claves como el troquel y la revolvedora. Apenas hicimos el 93 % del plan”.
La seguridad de la materia prima y del combustible bastaría para que con los ojos cerrados alcanzaran sus metas. “Eso no es suficiente”, advierte Secades Muñiz. “En cualquier momento se descompone otra cosa… No se termina, el susto es constante porque el enemigo es el mismo: la obsolescencia tecnológica, equipos con 84 años en explotación”.
![La dependienta del mercado ideal de la calle Medio apenas tiene tiempo para preparar la venta de uno de los productos más demandados en ese establecimiento. Foto: Noryis](https://www.trabajadores.cu/wp-content/uploads/2016/07/f060204c.x10671.jpg)
Inventiva vs. envejecimiento
Al lado de una revolvedora de 1932, Benancio Miguel Fernández Águila explica que para ejemplares como ese nada hay. “Todo está aquí”, señala su cabeza y se da unos toquecitos en la cabellera. Mira la mezcladora, la acaricia. “Esta es de los Estados Unidos, como la mayoría de los demás equipos. No ha sido fácil mantenerlos de alta”.
Dicen quienes lo conocen que el mecánico suele entablar una suerte de combate con las máquinas. O ellas o él. Y a veces remedia las roturas al momento, otras se siente vencido, derrotado en el camino de cómo lo resolverá, hasta que encuentra la solución y de nuevo, al día siguiente, a la semana o al mes, cuando menos lo espera, sube al ring del desafío.
Ese espíritu lo ha impregnado un grupo de jóvenes que encuentra en los 54 años de trabajo de Benancio la inspiración que los llevó a innovar, camino que recorren desde la sabiduría del mecánico que les muestra el rumbo de lo posible.
Justo por eso decidieron que estaban en condiciones de reparar ellos mismos una parte tan esencial de la producción como el troquel, pieza que conforma la galleta, la moldea, la deja lista para ir al horno.
“Sin equipo no hay producción. Así que por la urgencia de devolverlo al servicio y de ahorrar tiempo y dinero, arreglamos lo que antes enviábamos a la provincia de Camagüey, y que significaba erogar 16 mil 720 pe- sos”, destaca Yosvany Rivero González, jefe de almacén, quien compartió la autoría del trabajo con Alexis Falcón Hernández, Lionel Valido y el propio Benancio.
A pesar de los inconvenientes tecnológicos, Rivero González pondera el enorme ánimo para lograr las 2 mil 661 toneladas de este año, saldo que desean conseguir como saludo a la Primera Conferencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Alimentaria y la Pesca, la relevante cita que tendrá lugar en el mes de octubre, en La Habana, y a la que él asistirá como delegado.
La producción gusta pero no alcanza
Según Secades Muñiz, la producción de 4,2 toneladas diarias se duplicaría si pudieran poner a funcionar un segundo horno listo para operar, una opción que ampliaría capacidad y se acercarían a la demanda potencial, con el valor añadido, afirma, de crear fuentes de empleo.
“Hoy estamos al tope de los equipos que funcionan y enfocamos las acciones en el aprovechamiento ciento por ciento de la materia prima. Sabemos que en su uso, calidad y cómo la transforman los empleados quedan nichos de reservas por explotar”, sostiene Rivero González.
“Muy buenos dividendos rinde el comité de calidad, encargado del respeto de las normas. Exigimos por un proceso óptimo desde las mezclas, pasando por el cocinado, la selección, el envasado y el sellado, para evitar devoluciones y pérdidas económicas. Y algo importante, los trabajadores saben cuánto se afecta la producción, la eficiencia y el salario si los recursos cogen el camino de lo ilegal”.
Aclara que aunque el traslado es una fase que corresponde a los organismos que las compran, les preocupa que las galletas no lleguen al destino final cuando salen de la fábrica. “Nos culpan si están partidas, pero eso se relaciona con la manipulación que realizan los propios clientes, que las lanzan al camión sin el debido cuidado”.
![Casi manualmente cientos de paquetes son sellados en cada turno de trabajo..Foto: Noriys](https://www.trabajadores.cu/wp-content/uploads/2016/07/f060304c-1024x556.x10671.jpg)
Taller adentro
Isis Llano se sacude el sudor de su frente antes de calificar de agotador el llenado manual e unas 2 mil o 4 mil y pico de bolsas, en dependencia del tipo de producción. Cerca de ella, Yanet Rodríguez asiente con la cabeza. Aparta la mano de la selladora para enseñarme el hombro derecho. “Siempre estoy con bursitis. Llego muerta a la casa. En cada paquete debo hacer una fuerza hacia abajo para cerrarlos. Imagínate, por aquí pasan cientos…”
Al hornero Jesús Tellado, con 49 años de servicios, y al joven Gabriel Reyes Mesa los unen la entrega, una característica común entre los 83 trabajadores de la Yumurí, se regocija Yasmín Castillo Santos, secretaria de la sección sindical.
Igualmente, considera que esa postura no se premia con rápidas respuestas a los asuntos que agobian a los trabajadores. La mala calidad del calzado y de los guantes, salarios bajos, figuran entre los planteamientos reiterados en las asambleas de afiliados. “No hemos tenido solución a esos problemas, como tampoco a la necesidad de que se estudie el aumento del gramaje de la comida que sirven en el comedor. Es muy poco para compensar la cantidad de calorías que se “queman” en un taller donde son altísimas las temperaturas a las que se exponen horneros y otros operarios”.
En cambio, afirma sonriente, el sindicato seguirá reclamando soluciones a lo que nos preocupa, sin descuidar la misión de responder con el encargo de producir un alimento que gusta tanto a los matanceros.
“Y lo haremos”, se enorgullece Rivero González, evitando que las máquinas se detengan. “Una disposición que se forjó aquí cuando Ernesto Che Guevara visitó esta industria, y nos dejó, para toda la vida, el pensamiento de no dejar morir la fábrica”.