Salvar la memoria es, en el mundo contemporáneo, una necesidad impostergable. Solo así será posible conservar, para las actuales y futuras generaciones, el legado precedente, como una manera de entender el presente y –quizás lo más trascendente— de edificar el tiempo por venir.
Todo empeño que se proponga, y logre, satisfacer tales expectativas será siempre motivo de justo reconocimiento. Como sucede ahora con la publicación del libro titulado Café Vista Alegre (Ediciones La Memoria, Colección A Guitarra Limpia, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2015, 160 pp), de Dulcila Cañizares.
Se centra esta obra en el mítico Café Vista Alegre, espacio habanero muy vinculado a la historia de la trova tradicional cubana. Más, contradictoriamente, un escenario que no se conoce más allá de esa simple referencia, pues no ha sido, hasta ahora, presentado en su real alcance y trascendencia.
A través de las páginas de esta documentada investigación, y mediante una narración en que se conjugan armoniosamente el rigor y la amenidad, se conocerá de la génesis, desarrollo, esplendor y decadencia del Café Vista Alegre, ubicado en las calles Belascoaín, entre Malecón y San Lázaro.
El lector descubrirá una historia de casi medio siglo –desde fines de 1909 o inicios de 1910 hasta el 31 de diciembre de 1958—, matizada no solo por la descripción del entorno en que se levantaba el edificio que albergó al café, sino también por las comidas y bebidas que se ofertaban en sus salones.
Es además interés de Dulcila Cañizares acercarse a otros sitios –como barberías, bodegas, casas particulares…— en que, durante los años de grandeza del Café Vista Alegre, tanto en la capital como en otras provincias del país, también era interpretada y admirada la vieja trova.
Como complemento, el libro se enriquece con casi medio centenar de fichas biográficas de compositores e intérpretes unidos, de una u otra manera, a la historia del Café Vista Alegre –algunos tan conocidos como Sindo Garay y María Teresa Vera y otros algo olvidados como Juvenal Quesada y Mario Rudy.
Café Vista Alegre se inscribe perfectamente en la bibliografía de la acuciosa investigadora de la música cubana Dulcila Cañizares (Santiago de las Vegas, 1936), también ensayista, poeta y editora, quien ha publicado, dentro y fuera de la isla, más de una docena de libros.
Libros que evidencian su manifiesto interés por escudriñar en las vidas y las acciones de quienes, por causas y azares diversos, han sido injustamente olvidados por la historia. Hombres y mujeres que merecen ser estudiados, analizados, valorados, en su verdadera dimensión.
Así, entre las obras de Dulcila Cañizares aparecen las biografías-testimonio Gonzalo Roig (1978) y Alé alé reculé. Nostalgias por Julio Cueva (2011), los ensayos La trova tradicional cubana (1992) y San Isidro, 1910. Alberto Yarini y su época (2000) y los poemarios Raíces y ternura (1960) y Agua jubilosa (1995).
Como reconocimiento al conjunto de su obra lírica de toda la vida, en que Dulcila Cañizares exalta los elementos de la naturaleza de la isla, la Sociedad Económica de Amigos del País le concedió, en el año 2009, el Premio de Poesía Samuel Feijóo sobre Medio Ambiente.
«La nobleza del hombre –afirmaba, en 1877, el Héroe Nacional José Martí— es la memoria». Dulcila Cañizares está convencida de la certeza de tales palabras. La lectura de Café Vista Alegre así lo confirma. Un libro que, desde la nobleza, atesora un capítulo de la memoria cultural de la nación cubana.