Un breve recorrido por mercados capitalinos vino a demostrar lo que para nadie era ya un secreto: la totalidad de los encuestados apoya la rebaja de precios agropecuarios oficializada la pasada semana.
Para Tomás Hernández, jubilado, la rebaja es muy beneficiosa, y debía seguirse esa política. “Imagine usted mi caso —dijo—, yo gano solo 220 pesos. Además, aquí en Tulipán hace algunos días yo pude comprar la libra de tomate por debajo de tres pesos y hoy, tras la rebaja, está a 4,10. ¿Cómo es posible?”
En contraposición, en el Aché de Zanja, un mercado de oferta y demanda, se comercializaba paralelamente toma te de excelente calidad a solo 4 pesos. “Si compramos barato, vendemos barato”, nos dijo su administrador.
Para Sergio Vivan, con quien conversamos en el mercado El Sol, en La Habana Vieja, más allá de lo positivo de la disminución, es imprescindible el aumento de la producción. “Esa es la única vía efectiva para que los precios bajen”, subrayó.
Reinaldo Alfonso, también en ese mercado atendido por una Cooperativa No Agropecuaria (CNA), cree que a la hora de delimitar la calidad de los productos debe haber mayor responsabilidad por quienes allí trabajan. “Se mantiene un precio único, sin variación y mire usted —me indica—: este tomate no está igual que aquel otro y los dos cuestan 4,10 pesos”.
Otros, tanto allí como en 17 y K, o en Tulipán —ambos conocidos como del EJT— y también en unidades de Santiago de las Vegas, abogan porque se abran más puntos con la nueva cotización.
En el momento de llegar los reporteros, en el de Mulgoba se vendían productos como de primera cuando a todas luces eran de quinta o sexta calidad. Luis E. Pérez, su administrador, aunque de inicio trató de justificar ese hecho, aceptó la consideración popular: “Ni el boniato ni el plátano tienen la calidad que ampara ese precio”.
Lamentablemente La Victoria, atendida por la CNA de igual nombre, estaba “pelada”, al decir de algún transeúnte. “Con un 20 % de margen comercial —como establece la Resolución— no tenemos posibilidad de pagar la transportación de los productos”, asegura Manuel Vinedo, presidente de las CNA.
“La semana pasada —agregó— en el gobierno de Boyeros nos informaron que partir de ahora compraríamos en la Empresa de Productos Agropecuarios, en la Plaza de Marianao, y que nos garantizarían el transporte. Pero no ha sido así. Ciertamente pudiéramos ir al Trigal, pero allí se vende muy caro y entonces no podríamos vender con estos nuevos precios”.
Finalmente indicó que como cooperativa tienen que pagar varios tributos, entre ellos arrendamiento, electricidad, agua. “Bajaron los precios, pero esos pagos no bajaron”.
Por demás, la consideración de Vinedo difiere —en esencia— de la ofrecida por Clemente Fontanal, titular de la CNA El Sol, para quien estos precios son mejores. “Con ellos no hay altibajos, aunque el problema sí está en que los carretilleros, hoy sin restricciones, antes se levantaban a las dos de la mañana a ‘luchar’ sus productos y ahora vienen a las 8:00 a.m. nos compran y siguen vendiendo caro”.
Quien más barato venda, será quien más venda
“Quien más barato venda será, quien más venda”, puntualizó Raúl Rivero, jefe de mercados del EJT, quien críticamente se preguntó: “¿Pero quién quita que carretilleros y otros cuentapropistas compren barato aquí y vendan, caro allí?”
Según las opiniones vertidas por la población, presidentes de las CNA y administradores de mercados dedicados a la venta agropecuaria, el asunto de la comercialización va más allá de los precios. Es algo necesitado de una integralidad que sume una mayor producción, precios justos —por supuesto—, un control que destierre las muchas maldades que hoy pululan en los mercados, y también de la lógica de evitar desigualdades en el abastecimiento.