Mi abuela Nilda estuvo conmigo en la celebración de este Primero de Mayo, en esta Plaza grande, inmensa y repleta de trabajadores. Abuela estuvo en mis pensamientos mientras ella miraba el desfile de la capital desde nuestra casa en Santiago de Cuba, para ver si en un movimiento de cámara podía ver a su nieta, que por primera vez podía presenciar el desfile como reportera.
Abuela Nilda estuvo conmigo, desde el momento en que vi las pancartas y carteles que identificaron a los educadores cubanos, los que junto a su pueblo celebraron el aniversario 55 de la Campaña de Alfabetización. Y es que ella fue una de los tantos y tantos cubanos que logró ampliar su saberes guiada de la mano de un joven maestro; en su caso era una privilegiada, pues sabía leer y escribir, otros nunca habían visto un lápiz ni un cuaderno.
Fue la gran familia de trabajadores cubanos la que estuvo presente en esta celebración. Sobresalieron los jóvenes. Esta vez, las medias hasta las rodillas de las niñas me hicieron recordar las fotos de los uniformes de aquella época, pues fueron adolescentes quienes protagonizaron esas jornadas.
Fueron precisamente los jóvenes los que este día marcaron el inicio y el final del gran desfile de los trabajadores en La Habana. Hoy con nuevos espacios tecnológicos en los que expresarse y participar, en un nuevo contexto con conquistas que mantener y otras que alcanzar.
Muchas niñas y niños acompañaron a sus padres y abuelos. Como lo hacía yo con mi familia, también estuvo Gabi ( Gabriela Hernández), quien amaneció aun cuando estaba oscuro: “no veía nada, pero le di la mano a mi mamá y a mi abuelita y caminamos hasta la Plaza”.
Quizás, lo más seguro, entre tantos miles de participantes en esta celebración, mi abuela Nilda nunca llegó a verme, pero sí estuvo tan complacida como yo por ver a los trabajadores de todos los sectores enarbolar su compromiso con el desarrollo económico del país y con los principios socialistas de la Revolución.