Esclavitud, el terrible destino

Esclavitud, el terrible destino

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El X Festival de Música y Poesía Nicolás Guillén, celebrado del 22 al 24 de marzo, tuvo como tema África y la diáspora . Foto: Archivo
El X Festival de Música y Poesía Nicolás Guillén, celebrado del 22 al 24 de marzo, tuvo como tema África y la diáspora . Foto: Archivo

 

Por Ernesto Montero Acuña

Con El apellido como inicio, la poesía tuvo su sesión de lectura en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba como parte del X Festival y Coloquio Nicolás Guillén, celebrado en marzo y dedicado esta vez a la diáspora africana, un tema en el cual es preciso extenderse, en el aniversario 130 de la abolición de la esclavitud en Cuba.

Como inicio, la voz grabada del Poeta Nacional comenzó a declamar los versos de su conocida elegía sobre los que sufrieron el profundo drama que representó la eliminación de su identidad, reflejado en el siguiente fragmento:

«Y bien, ahora os pregunto:/ ¿No veis estos tambores en mis ojos?/ ¿No veis estos tambores tensos y golpeados/ con dos lágrimas secas?/ ¿No tengo acaso/ un abuelo nocturno/ con una gran marca negra/ (más negra todavía que la piel),/ una gran marca hecha de un latigazo?

«¿No tengo pues/ un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?/ ¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decídmel!/ ¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?/ ¿Cómo decís Andrés en congo?/ ¿Cómo habéis dicho siempre/ Francisco en dahomeyano?/ En mandinga ¿cómo se dice Amable?/ ¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres?

«¡El apellido, entonces!/ ¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene/ de aquella tierra enorme, el apellido/ sangriento y capturado, que pasó sobre el mar/ entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?/ ¡Ah, no podéis recordarlo!/ Lo habéis disuelto en tinta inmemorial./ Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.» (1)

Es un drama inolvidable en el que tal vez fueron hasta 60 millones, en América, los arrastrados sobre el mar —una cifra cuya verdadera dimensión nadie sabe—, medio acuático y tumultuoso donde posiblemente una tercera parte fue a yacer por largos años, sin haber llegado nunca a su terrible destino.

Ello justifica sobremanera los poemas dedicados en la tarde inicial del evento a la diáspora africana en el aniversario 130 de la abolición de la esclavitud en Cuba, un hecho que jamás restituiría el apellido originario.

Esta isla fue una de las primeras colonias en recibir la fuerza de trabajo de esclavos africanos, debido a la acelerada extinción de los habitantes indígenas, como consecuencia de la explotación y de la crueldad de los colonizadores, en su ambición desmedida hacia las riquezas naturales y debido a otros usos de las tierras apropiadas.

Para ello, el rey Carlos I de España autorizó en 1517 la introducción de aquellos, si bien se conoce que desde dos años antes las autoridades de Santiago de Cuba habían reclamado al monarca el envío de doce negros desde La Española, que hoy alberga a Santo Domingo y Haití.

Fernando Ortiz asegura en Los negros esclavos que en 1518 los había aquí, aunque se ignora si fueron traídos mediante la introducción libre o gracias a las primeras licencias

—lo que se considera más probable— de vecinos de Santiago de Cuba, que en aquel año las obtuvieron.

Refiere el texto la Esclavitud en Cuba, de Wikipedia: “Nos consta de manera indubitada que cuando Hernán Cortés partió de Cuba para la conquista de México, en 1518, llevó consigo algunos negros de esta isla, que utilizó junto con los indios para el arrastre de la artillería a través del suelo azteca”. (2)

Desde los primeros años de Colonización hasta la ocupación de La Habana por los ingleses, en 1762, se trajeron a la Isla unos 60 mil africanos, aunque a posteriori, hasta la abolición de la esclavitud en 1886, se sometió a casi un millón más a tal servidumbre.

Se asegura que en 1867 existían  en este territorio 345 mil 741 esclavos, 22 mil 809 menos que en 1862. A ello debe añadirse que en 1877, hacia el final de la Guerra de los Diez Años, la cifra había descendido a 150 mil 566, equivalentes a la mitad en relación con 1862.

Está claro, desde luego, que a todos se les despojaba de su verdadera identidad, asignándoles apelativos carentes de significado para ellos. Si bien los esclavos rechazaron la denominación impuesta, por ajena a su cultura, lo cierto es que tuvieron que asumirla por generaciones sucesivas, hasta las actuales, obligadas a adoptar, como válida, la de entonces.

Conservar algún nombre secreto fue el recurso ante aquella imposición, pero la denominación europea debió ser una de las agresiones más violentas, amén de las físicas, para los sometidos al cruel dominio y desarraigo mortal debidos a la esclavitud sobre los negros africanos.

Provenientes de las actuales Nigeria, Congo, Angola, Guinea, Mozambique y otros países, fueron imprescindibles como mano de obra en el fomento de la expansión azucarera, en virtud de lo cual se introdujo más de medio millón solo en el siglo XIX.

Existen evidencias de que algunos esclavos de este origen, los primeros, fueron traídos por el conquistador Diego Velázquez, en 1510, cuando arribó desde la Española, la isla caribeña vecina, de la cual provino para la colonización.

Los habitantes de origen hispano, se asegura, se convertían en vecinos incapaces de trabajar, dominados por ambiciones de grandes riquezas e ínfulas de señores, aunque hubieran salido de las prisiones para completar las expediciones al llamado Nuevo Mundo.

José Antonio Saco consideraba, en el siglo XIX, que  históricamente, de 1512 a 1514, “ya se habían introducido” los primeros, aunque en su obra La Historia de la Esclavitud explica que en aquella expedición no viajaron los amos con sus negros, sino poco después.

De ellos viene Guillén, como dijo en el Lyceum en 1945 : […] “no resisto a la tentación de deciros lo siguiente: soy mulato, hijo de mulatos, nieto de mulatos. Uno de mis bisabuelos fue blanco, y yo, por comodidad en la composición, lo pongo siempre en mis versos como abuelo para enfrentarlo -es decir para unirlo- con un bisabuelo negro que también tuve.” (3)

En cualquier caso, se trata de un drama que la palabra diáspora, como “dispersión de un pueblo por varios lugares del mundo”, como se aplica a la comunidad judía, no alcanza a reflejar, si bien no se ignora el verdadero sufrimiento del pueblo hebreo, aunque una parte de este parezca haberlo olvidado.

Algo que, sin embargo, Nicolás Guillén no hizo respecto de su origen: “Siento la noche inmensa gravitar/ sobre profundas bestias,/ sobre inocentes almas castigadas;/ pero también sobre voces en punta,/ que despojan al cielo de sus soles,/ los más duros,/ para condecorar la sangre combatiente”, (4)  con la poesía como arma.

 

(1) Nicolás Guillén: Elegías, El apellido, Obra poética, tomo I, ed. Letras Cubanas, La Habana, 2011, pp. 250-251.

(2) Wikipedia: Esclavitud en Cuba, digital, s/a.

(3) Nicolás Guillén: Conferencia en la sociedad femenina Lyceum-Lawn Tennis Club en noviembre de 1945.

(4) Nicolás Guillén: Ídem (1), p. 252.

 

 

 

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