“A todos nos impresionó mucho que el propio Comandante en Jefe nos diera las misiones, eso nos llenaba de valor, aunque en aquellos momentos lo que más temíamos era que mataran a Fidel”, dice Benito Pérez Martínez y evoca otros pormenores de la batalla de los cubanos frente a los mercenarios en Playa Girón, hace casi 55 años.
“El 15 de abril de 1961 estaba en Managua, en la comandancia de Guillermo García, pero yo pertenecía a la compañía L, bajo las órdenes del entonces capitán Róger García. Ese día fue el bombardeo a los aeropuertos de Santiago de Cuba, San Antonio de los Baños y Ciudad Libertad, cuando se producen esas acciones enemigas nos acuartelaron.
“El 17 por la madrugada Fidel, ya con su comandancia en el central Australia, pide que le manden urgente las columnas 1 y 2, y al amanecer estábamos allí, formados y Fidel personalmente nos imparte las órdenes, nos explica cómo íbamos a empezar a combatir. Arengó a las tropas y nos dijo: ´Hay que apurarse para evitar que los mercenarios tomen Playa Larga, constituyan un gobierno provisional y soliciten la intervención de los Estados Unidos´. Esa era la intención.
“Los poblados de Soplillar y Palpite habían sido ocupados. Fidel nos señala el rumbo y la misión es salir a combatirlos por Soplillar hacia Playa Larga. Así fue hasta el 19, estuvimos peleando duro, sin parar. Cada vez que cogíamos a un grupo decían que eran cocineros, ya se habían quitado los uniformes y muchos venían casi desnudos con el propósito de ocultar su verdadera identidad. A algunos los encontrábamos atascados en la ciénaga.
“De mi columna cayó Mariano, un bayamés, cuyo apellido ahora no recuerdo. La sangre corría como si fuera agua, y los muertos eran muchos. Los mercenarios dinamitaban y después abandonaban pistolas, radios… Estaban perdidos, pero no renunciaban a hacer el mal.
“En medio de aquella situación de confusión y metralla encontramos tendido en el suelo a Elven Rojas, un puertopadrense grande, blanco, gordo. Todos pensamos que era un americano y que estaba muerto. Yo lo reconocí, entonces lo recogimos, lo trasladamos a la enfermería, luego al hospital y le salvamos la vida”, recuerda Benito.
Y hasta el día 19 estuvo en esa primera línea de combate en defensa de la Revolución socialista, pues en horas de la tarde retornó a Managua con el sabor dulce de la victoria reforzándole nuevos sueños.
Ahora, con casi 76 años de edad, Benito sigue aferrado a la tierra que nunca ha vacilado en defender, ahora en el poblado de Laguna Blanca, del municipio de Jesús Menéndez, donde reside y atesora las medallas y condecoraciones que reconocen su protagonismo; y, con especial satisfacción, muestra el certificado firmado por Fidel que acredita su condición de fundador del Partido Comunista de Cuba.
Su perenne regocijo: “Qué la Revolución siga victoriosa, porque para eso luchamos, ¿no?”, resume y nos despide con una sonrisa de satisfacción por el reencuentro con la memoria.
Y el otro galardón mayor que Fidel esté ahí, a los 90 años, con envidiable lucidez indicándonos la mejor opción, vitalidad que disipa los temores de Benito y de la tropa que integró en esa decisiva batalla por la soberanía nacional.