Francia es la patria de los hombres y la madre generosa de su libertad, que riega siempre con su sangre los árboles que siembra. (José Martí, 1882)
Antiguos y diversos son los vínculos de Cuba y Francia a lo largo de la historia. Ellos se han sedimentado en la cultura de ambos pueblos y explican, en gran medida, la mutua simpatía. Sin espacio para honduras, listaremos solo algunos ejemplos.
Franceses en la coyuntura actual
De larga data ha sido la pelea legal entre PernodRicard, distribuidora del Havana Club que produce Cuba Ron S. A., contra su desleal competidor, la multinacional Bacardí, que durante más de 20 años ha usurpado la marca cubana en el mercado estadounidense.
Hace apenas unos días, la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (Ofac) puso fin al dilema y reconoció que Cuba es la legítima propietaria de la marca. A pesar de ello, las producciones de la isla aún no pueden comercializarse en la nación norteña debido a las leyes del bloqueo. No obstante, lo que sí está escrito con tinta indeleble es la alianza de la firma francesa a los intereses de Cuba.
Vale recordar que los hermanos catalanes Facundo y José Bacardí, establecidos en Santiago de Cuba, crearon su famosa marca de ron ligero en 1862, pero testigos de ese nacimiento aseguran que fue el francés Joseph Leon Boutellier, quien dotó a la bebida del bouquet y sabor que la distinguen.
Inmigrantes ilustres
Al revisar la prensa de los siglos XVIII y XIX es fácil distinguir los anuncios de maestros e institutrices franceses que enseñaban disímiles profesiones y oficios, entre ellos música, pintura o baile; primeras letras e idiomas. Asimismo ofrecían variopintos servicios, desde peluqueros hasta farmacéuticos y cantantes de ópera.
Historiados están Frédéric Mialhe (1810-1881) y Edouard Laplante (1818-1860), pintores y grabadores; Jean Bautista Vermay (1786-1833), fundador de la primera academia gratuita de dibujo y pintura del país, más tarde San Alejandro, y muchos otros como el óptico Agustín-Jean Fresnel, quien construyó e instaló la farola del Morro de La Habana en 1845.
Pero quizás el legado mayor es anónimo y reside en aquellos que plantaron en tierra fértil la semilla de su cultura, costumbres, tradiciones y también del desarrollo tecnológico.
Según Moreno Fraginals, en su libro El ingenio, fueron franceses los que fundaron en Occidente y Oriente los grandes cafetales e impulsaron la conversión tecnológica de la industria azucarera. Fue bajo la actividad nada desinteresada de estos hombres, que el azúcar cubano dio el gran salto al mercado mundial, asegura el erudito.
París: refugio y escuela
Estudiosos coinciden en que París fue una alternativa a la descolonización y a la autoafirmación de numerosos cubanos, sobre todo artistas e intelectuales en los siglos XVIII y XIX.
Desde el punto de vista político, el ideal humanista y revolucionario francés caló tan hondo en la naciente burguesía, que muy pronto hicieron suyo el lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Abrazaron así el único paradigma del momento que brindaba las herramientas necesarias para sedimentar los anhelos independentistas y enfrentar al anexionismo, corriente política avivada por el ambicioso pragmatismo estadounidense.
En materia de arte y ciencia Francia se convirtió en refugio y escuela. Una brevísima lista de los que por allí pasaron nos obliga a mencionar a José White (1836-1918), violinista y compositor; a Claudio Brindis de Salas (1852-1911) violinista; a Ignacio Cervantes Kawanagh (1847-1905), compositor y pianista; y a Juan Gualberto Gómez, quien llegó a París en 1869 y regresó permeado de ideas libertarias.
Cercana en la historia está la huella aún latente del más universal de los pintores cubanos, Wifredo Lam; del Premio Cervantes de la Literatura (1978), Alejo Carpentier; y del Premio Iberoamericano de la Música Tomás Luis de Victoria, el compositor Harold Gramatges. Ellos, y muchos más, construyeron los puentes culturales sobre los que andamos hoy.
Premiar el Premio
En los predios de La Habana colonial y gracias al tesón de la Oficina del Historiador y de la asociación gala Cuba Cooperation, algunos pasajes de esta historia de idas y vueltas entre la isla y Francia, ha encontrado un nicho para su estudio y difusión. Se trata de la Casa Víctor Hugo. Allí se estimula el diálogo intercultural, ejemplo de ello es el bienal premio literario que convocan. Lleva tres ediciones y el resultado ha sido hurgar, desde una perspectiva académica, en los vínculos que sostienen y explican las relaciones entre los dos pueblos.