La historia agridulce del General de las Cañas

La historia agridulce del General de las Cañas

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Jesús Menéndez, tenaz defensor de los derechos de los trabajadores. Foto: archivo
Jesús Menéndez, tenaz defensor de los derechos de los trabajadores. Foto: archivo

Por Elizabeth K. Carvajal Suárez,  estudiante de Periodismo

Agosto de 1947 devino para los obreros azucareros un retroceso en su  batalla por el cumplimiento de la  cláusula de garantía, expresada en  el diferencial azucarero. Esta regulación aumentaba el precio del azúcar cubana vendida a Estados Unidos en la misma medida en que subía  el costo de los productos adquiridos  por Cuba en ese país.

También mejoraría los salarios de los trabajadores cañeros y se beneficiarían las obras públicas e inversiones  estatales para el desarrollo económico  de la nación; estas últimas, simples  promesas que nunca se tradujeron en  acciones.

Presionado por Washington, el entonces presidente Ramón Grau San Martín, eliminó el diferencial. Jesús Menéndez, líder insigne de los trabajadores del principal reglón económico cubano, el 15 de enero de 1948  comenzó un periplo por las provincias para explicar a los trabajadores  y dirigentes sindicales vinculados al  azúcar y otros sectores, que el inicio  de la zafra estaría condicionado al  pago del diferencial.

Dos días más tarde, ante la intención del teniente José María Salas  Cañizares de impedir la asamblea en  la sede del sindicato del central Jaronú (Brasil), en Camagüey, Menéndez  le ripostó expresándole que “el sindicato no es un local, sino una masa  de trabajadores unida”.

El  22 de enero,   cuando aún aquellas palabras resonaban en todo el Jaronú, tres disparos traicioneros, realizados por el capitán Joaquín Casillas Lumpuy, apagaron su voz. Al día siguiente,  su cadáver fue trasladado en un vagón  hacia La Habana. Al capitolio, donde  fue velado, el pueblo de la capital acudió a rendir sentido tributo al incansable líder sindical que por su actitud  devino General de las Cañas.

El asesinato de Menéndez durante su protesta por el incumplimiento del pago del diferencial, fue acicate para que los trabajadores del azúcar continuaran la lucha por la cual murió su líder. Pero solo lograron obtenerlo en 1955, cuando una huelga nacional de los trabajadores del sector obligó al tirano Fulgencio Batista a acceder a tan justa demanda.

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