A pesar de exigencias de las Naciones Unidas por el respeto a los seres humanos, en la Tierra los derechos andan torcidos.
Proliferan irreverencias a esos reclamos en las guerras, en los actos terroristas, en manifestaciones crecientes de maltrato y desprecio a los emigrantes, en el racismo…, y en las amenazas que se ciernen sobre las conquistas de los movimientos progresistas, fundamentalmente en los países de Nuestra América.
Detrás de esos hechos anda la derecha torciendo los destinos de los pueblos, ahora con un auge de incalculables consecuencias para la humanidad por las ideas que preconizan sus líderes y los métodos más refinados de injerencia en los asuntos de otras naciones.
Un día como hoy, 10 de diciembre, pero de 1948, casi tres años después de concluida la Segunda Guerra Mundial, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos, “para evitar que esos horrores se repitieran”. Esa fecha fue proclamada como el Día de los Derechos Humanos.
Sin embargo, a la luz de los tiempos que corren es imposible armonizar el enunciado del Artículo 1 de esa Declaración, que reconoce: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, con la cruda realidad que viven millones de personas.
Ahora mismo, unos 842 millones padecen hambre en el mundo, 764 millones de adultos son analfabetos y
6 millones de niños mueren cada año por enfermedades prevenibles.
Esos datos irrefutables están en la denuncia hecha por el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, en el Segmento de Alto Nivel del vigésimo octavo período ordinario de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, celebrado en Ginebra, Suiza, el 2 de marzo de este año.
De entonces acá, nada indica que se avecinen transformaciones a favor de recomponer esos obstáculos al pleno ejercicio de los derechos más elementales del hombre: la alimentación, la educación y la salud, por solo mencionar algunos.
Ninguna de esas víctimas son cubanos residentes en esta isla, donde desde el mismo triunfo de la Revolución ha sido defendido el “disfrute pleno a la dignidad”.
Con esos antecedentes, hidalguía y un incuestionable prestigio, Cuba ha denunciado como una de las causas de estos males el orden internacional excluyente, injusto y desigual, que domina el mundo.
Hasta hoy, como reseña el capítulo 2 del libro Cuba y los derechos humanos: “Los procesos intergubernamentales de la maquinaria de las Naciones Unidas para los derechos humanos han sido secuestrados por Estados Unidos y sus aliados cercanos como instrumentos de presión para sus políticas de dominación global”.