Entre los estudiosos de la Historia de Cuba del siglo XX, con bastante frecuencia, suele hablarse de los años que van desde 1925 a 1935 como la “década crítica” por la importancia de los acontecimientos que se produjeron en ese período, en especial el proceso revolucionario que marcó esos años de manera especial. En el contexto de la gran convulsión que vivió la sociedad cubana en ese período, pueden apreciarse también nuevas obras con nuevos enfoques acerca de la relación de Cuba con Estados Unidos dentro de la producción historiográfica cubana, lo cual es coherente con el tiempo que se vivía.
Los historiadores vivimos en el seno de una sociedad dada y, por tanto, estamos inmersos en su devenir, en sus contingencias, de manera que no somos ajenos al contexto en que nos situamos, de ahí que en aquellos años salieran a la luz obras que aportaban una nueva mirada a esa historia de compleja relación mutua. Nombres como los de Emilio Roig de Leuchsenring o Ramiro Guerra traen a la memoria títulos emblemáticos de nuestra Historiografía que marcaron una nueva mirada, asunto que se corresponde con el tiempo en que producían sus obras.
Aunque no formaban parte del campo de los historiadores, resulta imprescindible recordar que en la década del 20 ya se habían producido algunos trabajos que aportaban una perspectiva nueva sobre el tema de las relaciones cubano estadounidenses, tales como “Cuba: un pueblo que jamás ha sido libre” (1925) de Julio Antonio Mella y “Cuba: factoría Yanqui” (1927) de Rubén Martínez Villena.
El joven Mella planteaba la historicidad del interés de Estados Unidos por Cuba pues, decía, ese deseo tenía más de un siglo, por lo que hizo una sucinta relación de los hechos que jalonaron las acciones norteñas para alcanzar el “dominio yanqui” en Cuba.[1] Mella insertó este devenir en el espacio continental, lo que le permitió afirmar que: “El dominio yanqui en la América no es como el antiguo dominio romano de conquista militar, ni como el inglés, dominio imperial comercial disfrazado de Home Rule, es de absoluta dominación económica con garantías políticas cuando son necesarias.” Es decir, que esta explicación buscaba la raíz del fenómeno ubicándolo en su época y esencia. Desde la militancia revolucionaria, cuando estrenaba su asunción del marxismo leninismo, este joven ofrecía un análisis con vistas a presentar la solución, por medio de la lucha, para hacer “la Revolución Social en los países de América.”
Rubén Martínez Villena, por su parte, escribió el trabajo señalado para su presentación por Mella en el Congreso Contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, que se celebró en Bruselas en febrero de 1927, en calidad de informe a ese cónclave. Villena siguió la línea desarrollada por Mella, de manera que en el preámbulo comienza con la afirmación: “(…) la política exterior de Estados Unidos durante el siglo XIX respecto a Cuba fue determinada por factores económicos que tendían a ganar a favor del capital yanqui una posición privilegiada en el Caribe.”[2] A partir de ese enfoque, presenta los hechos esenciales hasta la Enmienda Platt, en función de ese propósito económico y afirma que, en el tiempo transcurrido en el siglo XX, “la situación de Cuba como esclava del capital yanqui se ha asegurado definitivamente.” Según explica, su propósito es poner en descubierto “el juego del imperialismo capitalista contra Cuba”, de manera que es también un análisis de combate, en función de la lucha antimperialista.
Mella y Villena no tuvieron pretensiones de historiadores, no fue desde ese oficio que presentaron sus análisis, sino que lo hicieron desde su condición de revolucionarios que asumían ese estudio para proyectar una perspectiva de lucha, pero con ello estaban ofreciendo un válido y lúcido resultado que exponía una mirada hacia las relaciones de Estados Unidos con Cuba en la época de cambios que se estaba viviendo.
Las visiones de esos jóvenes revolucionarios resultan muy importantes para entender la llamada “década crítica” y cómo la Historiografía se insertó en ese contexto. Si bien desde décadas atrás los estudios sobre Historia de Cuba incluían la relación con Estados Unidos, bien en el comercio, bien en su intervención en la guerra hispano cubana en 1898 u otros episodios en los que la nación del Norte tenía un papel relevante en su relación con la Isla, ahora aparecieron nuevos trabajos que ponían el acento en la expansión norteamericana, en la injerencia en los asuntos de Cuba, en las relaciones comerciales desiguales, en la presencia de capital norteamericano en Cuba y su impacto en la economía cubana, es decir, que se profundizó en ese asunto llegando en algunos casos a verdaderas posiciones antimperialistas. En ese campo resaltan dos nombres, como ya se ha expresado: Emilio Roig de Leuchsenring y Ramiro Guerra.
Guerra es muy conocido en los estudios historiográficos cubanos por su Manual de Historia de Cuba, por haber dirigido la obra monumental que lleva el título Historia de la Nación Cubana, y otras de su autoría; pero una de las de mayor impacto en su momento y que conserva importancia en la actualidad es La expansión territorial de Estados Unidos que tiene como subtítulo “A expensas de España y de los países Hispanoamericanos”. No es su primera obra, ni siquiera dentro de esta temática, pues en 1930 había publicado En el camino de la independencia donde ya incluyó información y documentos que tributan a este asunto y, más atrás, en 1927, había dado a la imprenta Azúcar y población en las Antillas, un clásico en ese campo.
La expansión territorial… salió en su primera edición en 1935, cuando el proceso revolucionario cerraba su ciclo fundamental. Es una obra que presenta la historia de cómo de las antiguas Trece Colonias se pasó a los Estados Unidos del siglo XX, con la conquista de territorios que pertenecieron fundamentalmente a España y, luego, el despojo de México, a mediados del siglo XIX, con los argumentos ideológicos enarbolados en la fundamentación de esa política expansionista, tal como el “destino manifiesto”. Guerra plantea, para el siglo XX, la extensión de lo que llama “plattismo” a la zona, como método que califica de “medio de acción del monroísmo”, en alusión a la Doctrina Monroe.[3]
El autor analizó la política norteamericana de su momento, problema en el cual estaba inserto desde su propia participación durante el gobierno encabezado por Gerardo Machado, pero más allá de ello, se introdujo en los resquicios de la anunciada política de “buen vecino” y señaló que este cambiaba sus métodos pues quería “obtener ventajas para traficar tranquila y provechosamente” y que se olvidaran sus andanzas, “sin renunciar a nada de lo que tomó”. En su opinión, “cerrado el ciclo de la expansión territorial de fines estratégicos y abierto un nuevo período de conquistas económicas”, el Gobierno rooseveltiano iba a conquistas comerciales.[4] Al margen de discusiones conceptuales, esta obra de Ramiro Guerra abría una mirada diferente hacia Estados Unidos y su política hacia Cuba y América Latina.
En 1935 salió a la luz otra obra muy significativa, Historia de la Enmienda Platt, de Emilio Roig de Leuchsenring. A este intelectual justamente dedicó Mella su folleto “Cuba, un pueblo que jamás ha sido libre”, calificándolo de maestro en las lides del antimperialismo. Tampoco era su primera incursión en este campo pues había dedicado anteriormente páginas a la Enmienda Platt, el intervencionismo norteamericano y otros temas similares.
En la primera edición de este estudio, el autor aclaró su posición: “No aspiramos, por tanto, a que se nos considere crítico imparcial, pero sí, sinceros y consecuentes con nuestros sentimientos e ideales.” Y añadía el sentido de su obra: “prestar un servicio a cuantos les ha tocado nacer, vivir y trabajar en esta porción de la humanidad que es (…) Cuba (…),” a través de datos y documentos incontrovertibles y, más aún, declaró su posición: “Este libro es un libro francamente antimperialista.”[5] La obra presenta la historia de ese apéndice constitucional desde su génesis, el proceso de su imposición a la Asamblea Constituyente cubana en 1901 y su aplicación posterior, retrotrayendo la mirada a las primeras expresiones del interés de Estados Unidos por apoderarse de Cuba. Este relato llega hasta su presente, cuando se firmó el nuevo Tratado de Relaciones en 1934 y su último capítulo presenta lo que titula “Proceso y alcance de la absorción y la explotación económicas de Cuba por Norteamérica.” A continuación los apéndices reproducen documentos que avalan su discurso, en lo que ocupan un lugar importante tablas referidas a la relación económica en cuanto a comercio, inversiones y deuda pública con la presencia estadounidense en esos rubros.
Como puede apreciarse, la “década crítica” también aportó una nueva mirada hacia el papel de Estados Unidos en la Historia de Cuba, la relación dominante que se había establecido a lo largo del tiempo y su estado en el momento en que estos historiadores estaban produciendo sus obras. Se trató, por tanto, de una Historiografía que asumía el compromiso con su presente.
[1] Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista de Cuba: Mella. Documentos y artículos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 174-183.
[2] Rubén Martínez Villena. Colección Órbita, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1972, pp. 169-173.
[3] Ramiro Guerra: la expansión territorial de Estados Unidos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 424.
[4] Ibíd., pp. 474-475, 489-490.
[5] Emilio Roig de Leuchsenring: Historia de la Enmienda Platt. Editoial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, pp. 15-16.
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Profesora titular