Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) lo advierte al principio de su novela El material humano: “Aunque no lo parezca, aunque no quiera parecerlo, esta es una obra de ficción”. Esa aclaración es muy importante, pues es probable que al lector le asalte la duda: ¿dónde termina el relato testimonial y comienza la fabulación?
Todo parece indicar que las fronteras se desvanecen. Rey Rosa entrega una historia trepidante, perfectamente contextualizada, que habla con pasmosa tranquilidad de la violencia y sus terribles implicaciones. Es que en Guatemala —sugiere una y otra vez el narrador— la violencia forma parte de la cotidianidad, hasta el punto de que sentirse de alguna manera amenazado (vulnerable) puede llegar a parecer “normal”.
La prosa es ágil y diáfana, el autor no se permite regodeos estilísticos o doctas disquisiciones. A golpe de peripecias (leemos un diario personal) se van explicitando las tramas, a la manera de una novela de suspenso, sin que en ningún momento la tensión estalle en tremebundos desenlaces.
Porque, más allá de la voluntad enumerativa del autor, El material… es una historia de atmósferas, implícitas en el torbellino de acontecimientos. Y es, al mismo tiempo, una especie de ensayo literario, pues Rey Rosa despliega un arsenal de alusiones a disímiles autores (desde Voltaire hasta Borges citado por Bioy), que contribuyen a “conceptualizar” circunstancias y sentimientos.
La presentación de esta novela fue la última actividad de la Semana de Autor que hasta el pasado viernes Casa de las Américas dedicó a Rey Rosa