Durante su visita a Cuba, y específicamente en el encuentro con jóvenes en La Habana, el papa Francisco reiteró su preocupación sobre el desempleo juvenil, principalmente en países europeos, y las consecuencias negativas que ocasiona.
En ese sentido vale preguntar: ¿Cuál es el panorama en América Latina y el Caribe? La respuesta tácita —aunque la argumentaremos— es que resulta no menos preocupante.
Fuentes consultadas dan cuenta de que en nuestra área geográfica hay 21 millones 700 mil jóvenes que no estudian ni trabajan, de los cuales 7 millones 800 mil buscan empleo sin conseguirlo, y cuando lo encuentran, generalmente es de baja productividad.
Elizabeth Tinoco Acevedo, directora regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), recién hizo una alerta clara: “Esos jóvenes están en riesgo de exclusión social”.
A eso se agrega que de cada 10 que consiguen un trabajo, seis están en la informalidad, con condiciones laborales precarias, bajos ingresos y sin cobertura ni derechos, señaló también la directiva de esa organización internacional.
La tasa de desempleo juvenil es en la actualidad de 13,7 %, considerando a los 106 millones de jóvenes que viven en el área latinoamericana y caribeña. Ese porcentaje duplica el general y triplica el de los adultos.
Evidentemente, como apuntó también la directora regional de la OIT, “el desaliento entre los jóvenes que no encuentran oportunidades de trabajo genera rabia y frustración, lo cual afecta la estabilidad de las sociedades, la credibilidad en las instituciones e incluso las perspectivas de gobernabilidad democrática”.
Aunque el problema no es tan agudo como en Europa, donde hay naciones que están o se acercan al 50 % de desempleo juvenil, resulta indudable que en numerosos países latinoamericanos y caribeños faltan voluntad, acciones políticas y gubernamentales para afrontar esa situación y crear posibilidades para que la juventud halle puestos de trabajo que sean adecuadamente remunerados y cuenten con las condiciones imprescindibles de salud y seguridad.
Millones de miembros de este segmento en la región viven en la incertidumbre de encontrar un empleo digno y quienes lo tienen sienten de manera permanente la inseguridad porque en cualquier momento lo pierden por ajustes financieros, reducciones de plantillas o desaparición de entidades y negocios.
En el libro titulado Los jóvenes y el empleo en América Latina: desafíos y perspectivas ante el nuevo escenario laboral, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), se subraya que en comparación con las generaciones previas, la actual “posee niveles más elevados de educación formal, un mejor manejo de las nuevas tecnologías que son determinantes para el desarrollo económico y productivo, una mayor adaptabilidad en contextos volátiles como los que caracterizan a la región en las décadas recientes y una mayor esperanza de vida.
“Sin embargo, al analizar la tasa de desempleo juvenil, que ha sido escogida como indicador para medir los avances en el cumplimiento de esta meta, no solo se observa que los avances han sido escasos, sino también que entre todas las metas es la que registra el peor desempeño”, añade el texto.
¿Qué consecuencias genera ese problema? Ante todo la persistencia y el incremento de los niveles de pobreza, tanto en las zonas urbanas como rurales; desventajas sociales evidentes, como el imposible acceso a una educación de calidad y a una atención sanitaria adecuada por falta de financiamiento y el incremento de la delincuencia juvenil, que se hace más notable en países centroamericanos, aunque está bastante generalizada en la región.
Hace solo unos días se efectuó en El Salvador un seminario internacional relacionado con la inclusión social y la juventud en América Latina y el Caribe, en el que se abordaron diversas temáticas, entre las que estuvo las posibilidades de trabajo para los jóvenes.
Aunque eventos de ese tipo contribuyen al aumento de la conciencia y la preocupación por el asunto, solo políticas bien definidas y puestas en práctica, que favorezcan el acceso al empleo, transformarán un panorama que se presenta cada día más agreste.
Acerca del autor
Graduado de Profesor de Educación General en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara, Cuba (1979). Ha laborado en la Revista Juventud Técnica, semanario En Guardia, órgano del Ejército Central, periódicos Escambray, CINCO de Septiembre y Granma. Desde el año 2007 es corresponsal de Trabajadores en la provincia de Cienfuegos. Está especializado en temas económicos y agropecuarios. En 1999 acompañó en funciones periodísticas a la segunda Brigada Médica Cubana que llegó a Honduras después del paso del huracán Mitch. Publicó el libro Verdades sin puerto (Editorial cubana MECENAS). Ha estado en otras tres ocasiones en esa nación centroamericana, en funciones periodísticas, impartiendo conferencias a estudiantes universitarios, asesorando medios de comunicación e impartiendo cursos-talleres sobre actualización periodística a periodistas y comunicadores. Multipremiado en premios y concursos internacionales, nacionales y provinciales de Periodismo. Fue merecedor del Premio Provincial Periodístico Manuel Hurtado del Valle (Cienfuegos) por la Obra de la Vida – 2012. Le fue conferido el Sello de Laureado, otorgado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC). Mantiene evaluación profesional de Excepcional.