Danza Contemporánea de Cuba comienza este jueves una temporada en el capitalino teatro Mella que incluye el estreno de Otros caprichos, coreografía de la española Àngels Margarit Viñals a partir de los célebres Caprichos de Paganini.
Se trata de ponerle cuerpo a la partitura, en entramados que reservan oportunidades para la improvisación. La coreógrafa aprovecha la estructura musical para proponer secuencias lúdicas, en las que se pueden vislumbrar delicadas metáforas.
La propuesta, según el programa de mano, forma parte del proceso Capricis, una pieza modular y modulable que se compone a partir de los 24 caprichos para violín solo del compositor italiano Niccolò Paganini Bocciardo.
Completa el programa de las dos primeras noches, Matria Etnocentra, de George Céspedes, obra estrenada recientemente por la compañía que dirige Miguel Iglesias.
La propuesta tiene mucho que ver con otras dos obras del coreógrafo para la compañía: Mambo 3XXI e Identidad (-1).
Casi la misma estructura, el mismo rejuego geométrico y uniforme, que va in crescendo hasta la ruptura. La utilización del canon como elemento básico de la peripecia. La asimilación de patrones de los bailables populares y tradicionales cubanos (mambo, rumba, zapateo y otras danzas campesinas, ruedas de casino…) siempre en diálogo, o mejor, en contrapunteo con formaciones y evoluciones casi gimnásticas…
Es otra indagación en las constantes de la identidad nacional, que combina, con inquietante naturalidad, dos ámbitos que en apariencia muy poco tienen que ver: por un lado la espontaneidad de la danza popular; por el otro, la rigidez y la disciplina de la vida militar.
Subtítulo: Dos obras, dos estilos
El sábado y el domingo cambiará el programa: se mantiene Matria… a la que se suman dos obras recientes de la compañía: El Cristal, de Julio César Iglesias, y Reversible, de Annabelle López Ochoa.
Los que han seguido la trayectoria de Iglesias, podrán reconocer algunas constantes en su pieza: cierta densidad en los presupuestos; rejuego en la dramaturgia; «contaminación» de la línea de la danza; teatralidad ardua, desafiante, hasta cierto punto transgresora… Pero hay también aquí una concreción muy física, un dinamismo acentuado, un evidente sentido del humor.
No es una propuesta diáfana: las posibles significaciones se agolpan, se superponen. La danza deviene lucha, encontronazo, diálogo beligerante… Se recrean situaciones de conflicto que se complican y se resuelven en un proceso continuo, pletórico de encadenamientos. Mientras, «se cuelan» elementos de la cotidianidad, de las rutinas habituales y fragmentos del entramado cultural. La coreografía funciona como una pieza clásica: termina como comienza, pero en el transcurso los protagonistas experimentan sacudidas ejemplares.
Reversible, por su parte, va desde la uniformidad coral de la danza académica hasta la explosiva multiplicidad de los bailes populares, todo estilizado en una línea de exquisito gusto y singular elegancia.
Es una hermosa reflexión sobre la identidad del ser humano, expresada en buena medida por la ropa y los accesorios, por la interacción con el grupo, por el género y sus implicaciones… pero que se define en un proceso mucho más íntimo, que a la larga, más que separarnos, nos une como especie.
SUBTÍTULO: Una estrella en La Habana
Uno de los principales atractivos de esta intensa temporada será la presentación especial del bailarín estadounidense Rasta Thomas, considerado una de las estrellas de la danza mundial.
El sábado y el domingo, Thomas presentará un solo dedicado a Danza Contemporánea de Cuba en ocasión del aniversario 57 del conjunto.
Dentro de algunos días, el reconocido intérprete viajará con la compañía cubana a México, donde participará en el gran montaje de Carmina Burana, que se ha presentado en varias oportunidades en el Auditorio Nacional de la capital de ese país.
En el espectáculo, Danza Contemporánea asume una coreografía de George Céspedes que se integra a una interpretación en vivo de la partitura.