En un local situado en la capitalina calle Calzada, en el número 81, donde actualmente radica la sala teatro Hubert de Blanck, se inició el 16 de agosto de 1925 el Primer Congreso Nacional de Agrupaciones Comunistas. Tuvo que sesionar ese y al siguiente día en la clandestinidad, debido a que solo tres meses atrás había llegado a la presidencia del país Gerardo Machado, a quien desde antes de asumir su mandato, Julio Antonio Mella calificó de Mussolini tropical, en alusión al cabecilla fascista italiano.
La reunión fue poco concurrida: 18 personas entre delegados e invitados; y es que entonces en el país era muy reducido el número de comunistas. Se nucleaban en cuatro agrupaciones: de La Habana, San Antonio de los Baños, Guanabacoa y Manzanillo. Esta última, por falta de fondos, no pudo enviar representantes a la cita, por lo que delegó en Mella y Alejandro Barreiro.
Aquel Congreso no estaba en condiciones de aprobar un verdadero programa de lucha por la independencia nacional y el socialismo, pero en él quedó constituido el primer Partido Comunista de Cuba, que enseguida se dedicó a luchar abnegadamente y a costa de la libertad y la vida de muchos de sus militantes, por la conquista de las reivindicaciones de los obreros y campesinos, los derechos de la mujer y de la juventud.
Fue elegido un comité central de nueve miembros, integrado por cinco obreros, un empleado público, un maestro, un periodista y un estudiante.
Asumió la secretaría general el maestro y periodista José Miguel Pérez, oriundo de Islas Canarias, y formaron parte de ese primer comité central figuras de la talla del pionero de las ideas marxistas en nuestro país Carlos Baliño, y el líder universitario Julio Antonio Mella. Tres de los cinco obreros electos eran sindicalistas de mucho prestigio: Alejandro Barreiro, dirigente de los obreros de la industria de cigarrería; Miguel Valdés, de los tabaqueros de San Antonio de los Baños; y José Peña Vilaboa, del gremio de Pintores, Decoradores y Doradores, quien fue el primer secretario general que tuvo la Federación Obrera de La Habana, cargo del que fue relevado, a causa de su enfermedad, por Alfredo López.
Desde su surgimiento el Partido se vio sometido a la persecución del régimen machadista. A finales de agosto, José Miguel Pérez fue conducido en calidad de prisionero a la fragata Máximo Gómez y expulsado a España.
En septiembre se radicó la Causa 1361 de 1925 que llevó a la cárcel a los ocho restantes miembros del Comité Central y a un nutrido grupo de revolucionarios, acusados de conspiración para la sedición, lo que no impidió que al recobrar su libertad reanudaran la lucha. En noviembre se fraguó otra falsa acusación que llevó a prisión, entre otros, a Mella, quien estremeció a la nación con una huelga de hambre que obligó a Machado a liberarlo.
En medio de la brutal represión machadista contra el Partido, falleció, pocos meses después, Carlos Baliño.
Así fueron los primeros pasos de aquella organización que se ganó un lugar en la historia a fuerza de ejemplaridad, valor y sacrificio.
Uno de los fundadores, Fabio Grobart, me expresó en una entrevista: “El enemigo podía, a través de los años, ir presentando a los comunistas como antipatriotas y a sus ideas como exóticas. Las calumnias de este género podían, naturalmente, confundir a mucha gente, mas no por eso el programa levantado por el Partido y apoyado ampliamente por las masas dejaba de ser el más cubano y el más patriótico que hubiera sido presentado anteriormente por cualquier otro Partido en la República”.
En los años 50 la vanguardia de la lucha revolucionaria tuvo que ser asumida, como expresó Fidel, por nuevos comunistas, porque no eran conocidos como tales ni estaban sometidos al terrible aislamiento y la exclusión que padecían aquellos militantes. No obstante la organización, con el nombre del Partido Socialista Popular, se sumó a la lucha contra la tiranía batistiana.
Dejó de existir cuando las tres fuerzas revolucionarias que habían tomado parte en esa batalla se fundieron para dar nacimiento, años después, a nuestro actual Partido Comunista, que es, como expresó el Comandante en Jefe, el más formidable instrumento de la Revolución, que le da dirección, solidez y continuidad histórica.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …