“Cuba es la luz, compañeros. La Revolución cubana es el proceso más transformador ocurrido en nuestra América…” La frase invadió el amplio auditorio que clausuraba el XXI Encuentro del Foro de Sao Paulo, en Ciudad de México.
La voz de Cuba se había escuchado desde la jornada inicial en cada uno de los talleres temáticos. De manera par ticular, el jefe de la delegación, doctor José Ramón Balaguer Cabrera, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido y jefe de su Departamento de Relaciones Internacionales, había subrayado la necesaria unidad de la izquierda, y la resistencia e inteligencia que debía mostrar ante la arremetida actual de la derecha.
La cita recordaba también los 25 años de esta agrupación de fuerzas de izquierda de Latinoamérica y el Caribe que tiene su génesis en la feliz idea del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz y el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, entonces figura cimera del Partido de los Trabajadores, aspirante al poder.
El nombre de lo que con el tiempo se ha convertido en concertación política se debe a la ciudad brasileña donde tuvo lugar el primer encuentro los días 4, 5 y 6 de julio del año 1990, cuando reinaba la confusión entre la izquierda del continente, otros claudicaban en Europa y el neoliberalismo avanzaba indeteniblemente. Siguió otra década perdida.
Pero la semilla fructificó. La coyuntura actual en nuestra América describe la presencia de no pocos gobiernos comprometidos con sus pueblos, defensores de los intereses nacionales, vencedores de ese proyecto recolonizador llamado neoliberalismo.
Sin embargo, la izquierda latinoamericana y caribeña se debate ahora mismo en un escenario muy complejo. Sobre los gobiernos populares existe el peligro de la restauración conservadora, a partir de los propósitos coordinados por los Estados Unidos de conjunto con las oligarquías nacionales que integran en sus filas a corporaciones transnacionales, renombrados medios de comunicación y otros actores contrarrevolucionarios, empeñados en hacer resurgir de manera global las políticas neoliberales.
Nada casual. Lo hacen porque la región de América Latina y el Caribe es un foco geopolítico con importantes reservas de petróleo, gas, minerales, agua y biodiversidad en general. Y porque las corrientes retrógradas no admiten que se esté construyendo un horizonte posneoliberal.
La contraofensiva de la derecha posee todo un arsenal que incluye variantes de neoliberalismo desde las más crudas hasta versiones light que funcionan como máscaras para encubrir el sometimiento de siempre. En ese camino la reacción utiliza falso ropaje, discursos demagógicos, criminalización de partidos y personalidades. Véanse los casos de Brasil y Ecuador.
La contienda actual se plantea fundamentalmente en el terreno ideológico y de la cultura; en buena medida a partir de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información. Por ello uno de los desafíos que tienen las fuerzas de izquierda es la capacitación, el acercamiento a los movimientos sociales y el estudio de sus categorías, así como el desarrollo tecnológico y comunicacional.
Hay que propiciar un cambio cultural desde la comunicación. La batalla cultural es decisiva para la liberación. Las fuerzas de izquierda deben tomar la iniciativa más que trabajar a la riposta. Construir agendas propias con contenidos propios, siempre cercanas a las masas populares.
Demostrado está que el neoliberalismo no resuelve los problemas estructurales de nuestros pueblos, sino que los profundiza. Los años 90 nos dejaron sobradas lecciones. Como si no fueran suficientes dos siglos de explotación capitalista, el neoliberalismo trajo más pobreza y desigualdad. No es casual que las cuatro naciones —Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador— que han logrado poner fin al analfabetismo luego de Cuba, lo hayan hecho justo después de derrotar esa modalidad expoliadora.
Hace diez años, en el IV Encuentro Hemisférico de Lucha contra el Alca, en La Habana, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz pronunció unas palabras que son válidas para todos los tiempos: “…creo que hoy en la América Latina la batalla prioritaria es derrotar el neoliberalismo, porque si no derrotamos al neoliberalismo desaparecemos como naciones, desaparecemos como Estados independientes y vamos a ser más colonias de lo que nunca lo fueron los países del Tercer Mundo. Derrotar el neoliberalismo sería crear una esperanza para el futuro”.