Por Betty Beatón Ruiz y Juanita Perdomo Larezada
Con las ansias de que se haga tangible el otorgamiento de la condición de Patrimonio Cultural de la Nación a una de las fiestas populares más afamadas del país, el pueblo de Santiago de Cuba vive desde hoy y hasta el próximo 27 al ritmo y algarabía de su carnaval.
El rumbón mayor, insertado en la Red de carnavales del Caribe, es síntesis de las más auténticas tradiciones de esta región en la cual tambor, corneta china, música y baile se funden en una genuina expresión cultural con más de dos siglos de historia.
En este año avivan el colorido y esplendor del jolgorio la dedicatoria que lo anima: los 500 años de la fundación de la otrora villa santiaguera (25 de julio de 1515) y además, el rescate de añejas tradiciones que le granjearon fama dentro y fuera de fronteras.
Entre estas últimas figuran el retorno de los desfiles y la competencia de paseos, carrozas, comparsas y congas —en el que se involucran más de 5 mil personas— a la avenida Jesús Menéndez, beneficiada con un remozamiento capital que dotó a la zona de un malecón, además de varios parques y plazuelas.
Aunque este punto es el núcleo de las evoluciones, el pasacalle carnavalesco podrá ser apreciado en un largo recorrido de unas 20 cuadras, desde la Plaza de Marte, pasando por la Plaza Dolores y el parque Céspedes, hasta desembocar en La Alameda.
Otros elementos que también vigorizan esta fiesta son el teatro de relaciones, las máscaras a pie, y la reconquista de diversas verbenas.
Cerca de 60 áreas acogen a los bailadores, quienes tienen la posibilidad de lucirse al ritmo de piquetes soneros, orquestas, música grabada, e incluso al sui generis compás del órgano oriental y de la conga santiaguera, manifestación de raigambre popular que celebra el centenario de la llegada a estas tierras de la corneta china, instrumento que junto al tambor le aporta una sonoridad especial.