Por Betty Beatón y Juanita Perdomo
¿Qué tiene Santiago de Cuba para ser tan especial, amada y necesaria para esta nación, y un poco más allá?
Por qué tantos pintores, poetas, cantores la han contorneado bellamente nombrándola “cuna y pan”, alabándola como la tierra “donde son más altas las palmas”, gritando a viva voz “iré a Santiago”, atrapando su esencia en una frase memorable: “es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”.
Las respuestas andan diseminadas por insospechados rincones de su geografía, pero también a flor de piel de sus hombres y mujeres de empuje, batallas y alegrías desbordadas en surtidor, algo de lo cual sabe Omar López Rodríguez, quien aviva los argumentos del lema que acompaña las celebraciones por el nuevo cumpleaños de la séptima villa: Cinco siglos en el corazón de Cuba.
“Santiago atesora un patrimonio extraordinario, y no se trata de una exaltación a ultranza, los argumentos que lo demuestran son tangibles.
“Tiene una vocación hacia la isla porque es una joya de la historia patria; ya en 1947 se habían reunido aquí investigadores de todo el país, entre ellos Emilio Roig de Leuchsenring y la declararon ‘ciudad de la historia’, épocas después, lo ratificó Fidel cuando desde el balcón del Ayuntamiento le otorgó el Título Honorífico de Ciudad Héroe de la República de Cuba y Orden Antonio Maceo.
“Cuestiones que definen a Cuba como nación tienen su base en Santiago, entre ellas ser la cuna del ron ligero, del bolero, la trova, además de que en la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral, que es la de mayor categoría en el país, fue el lugar donde se desempeñó como Maestro de Capilla, y allí gestó sus creaciones, Esteban Salas, reconocido como el pionero de la música cubana”.
Junto con el aporte a lo nacional, que ya de por sí es meritorio, esta urbe tiene una distintiva proyección internacional.
En ese orden podríamos decir, por ejemplo, que la casa más antigua de América, donde residió el adelantando Diego Velázquez, está en Santiago de Cuba, en el anillo fundacional de la antigua villa, espacio en el que se enclava también el Ayuntamiento, desde cuyo balcón central, el 1º de enero de 1959, Fidel anunció al mundo el triunfo de la Revolución.
Posee Santiago lo que pocas ciudades pueden exhibir: tres componentes del patrimonio mundial aprobados por la Unesco, el Castillo del Morro, los cafetales franco-haitianos, y la tumba francesa la Caridad del Oriente, joya de la cultura inmaterial universal.
Pero otros sitios, que ya son Monumento Nacional, aspiran con sobrados motivos y condiciones a Patrimonio de la Humanidad, entre ellos el paisaje asociativo de El Cobre, con las minas a cielo abierto más antiguas de América, Santuario Nacional que resguarda a la Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad, y además lugar de cimarronaje marcado en la ruta del esclavo.
También está el cementerio Santa Ifigenia, museo de arte e historia, con el Mausoleo a José Martí, nuestro Héroe Nacional y las tumbas de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria; de Mariana Grajales Cuello, Madre de la Patria; Perucho Figueredo, autor del Himno Nacional; de los jóvenes de la Generación del Centenario, protagonistas del asalto al cuartel Moncada; y de insignes músicos como Miguel Matamoros, Niño Saquito y Compay Segundo.
Del mismo modo figura el conjunto de pecios de la batalla naval de 1898, aprobado como parque arqueológico subacuático, una categoría excepcional del patrimonio que distingue lo acontecido como parte de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, la cual marcó el fin del imperio español y el surgimiento del norteamericano.
En la historia más reciente descuella el asalto al cuartel Moncada, un emblema de la nación, por aquel entonces la segunda fortaleza militar en importancia del país, joya de la arquitectura art decó, atacada por Fidel y los jóvenes de la generación del centenario aprovechando, como estrategia, el ambiente del carnaval santiaguero.
Aquí vieron la luz personalidades de renombre mundial, entre ellas José María Heredia y Heredia, el primer poeta romántico de América, y el Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, el Titán de Bronce, cuyas hazañas aparecen reflejadas en los más importantes manuales de historia militar.
Justamente hombres y mujeres de Santiago de Cuba le han dado a esta tierra una singularidad sin par.
Esta ciudad paisaje, que se recorta entre el mar y la montaña, tiene en su gente el tesoro más preciado.
Por muchísimas razones —quizás una de ellas el sobresalto constante por un posible temblor o ciclón— el santiaguero y la santiaguera han asumido vivir con intensidad, entregándose plenamente a lo que hacen, con alegría, con el espíritu siempre arriba, con una ocurrencia y un chiste en los labios.
Aquí la mezcla de culturas es en extremo singular, demostrado en muchísimas manifestaciones, quizás una de las más distintivas sea la singular simbiosis entre el tambor africano y la corneta china, con el saldo de una conga santiaguera a la que no se resiste nadie.
Sin duda, a punto de que la villa arribe a sus primeros cinco siglos de fundada nos sentimos orgullosos de las riquezas materiales e inmateriales de nuestro terruño, atesoradas a lo largo de 383 años como ciudad colonial, 60 como republicana y 56 en Revolución, siempre con el deseo de dar y hacer más por ella, porque esta también es una ciudad de futuro.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.
Juampa
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NGG