Una de las más espectaculares exhibiciones, dentro del programa colateral de la 12ª Bienal de La Habana, ha sido instalada en el suntuoso Salón de los Espejos del Museo de la Revolución, donde el reconocido artífice Jesús Lara Sotelo exhorta al espectador a dialogar en torno a nuestra realidad, e incursiona dentro del interior del ser para (re)descubrir cómo la insularidad condiciona el funcionamiento vital del hombre.
De tal modo, de acuerdo con la tesis planteada por este creador en su muestra sugerentemente titulada Irla, las instancias discursivas que se desprenden de esa intención ideoestética establecen una polémica que involucra las dinámicas citadinas del sujeto contemporáneo, por lo que los pares interior/exterior, antiguo/moderno, pasado/ presente y mar/tierra protagonizan la diversidad de expresiones latientes en nuestra cotidianidad.
En su actual proyecto —como en los concernientes a las últimas etapas de su producción iconográfica—, el multidisciplinario artista no limita su obra a las ganancias estéticas que una u otra manifestación artística le pudiera aportar. Inquieto, indagador, trasciende los convencionales marcos del cuadro y sin reparos los pone a dialogar con los procedimientos tecnológicos que los nuevos medios le propician.
La armónica convivencia de las diferentes esferas de las artes visuales —pintura, dibujo, escultura, fotografía, cerámica, videoarte, performances…—, no supone una perspectiva excluyente en su producción plástica, la cual se nutre de la realidad que le rodea, para desviarse de los caminos establecidos o prefijados por el arte contemporáneo e incursionar en nuevos horizontes que mutan, se regeneran, oxigenando las prácticas artísticas desde la inimaginable innovación en el lenguaje.
Esa suerte de empeño —probado ya en el conjunto de toda su producción precedente— está en plena concordancia con el lema de esta convocatoria de la Bienal: Entre la idea y la experiencia, soporte que desde el punto de vista conceptual valida un discurso que gira en torno a una problemática inherente a todo cubano: “La maldita circunstancia del agua por todas partes…”1, así como a quienes en cualquier parte del orbe igualmente experimentan los límites de la insularidad.
“Yo creo fidedignamente en la experiencia —afirmó—, en las influencias del pasado como cimiento, en el conocimiento selectivo, en la substracción de lo insustancial y en todo lo que ofrezca las interrogantes, alternativas y vitalidad que hagan del hombre más consciente de su paso vertiginoso por la tierra, por su propia vida”.
Con este espectáculo visual, el aún joven artífice —también escritor con varios libros publicados en poesía, pensamiento y narrativa— celebra, además, los 25 años de su ascendente carrera artística, inicialmente marcada con su primera exposición personal en el año 1990 cuando apenas contaba con 18 años de edad, aunque en realidad había comenzado a pintar a los cuatro años.
Para él la creación plástica constituye el ascenso a un estado superior de la existencia a través de una o varias formas de exploración de nuestro universo interior y exterior. “Una forma de vivir —dijo— que extinga al máximo posible la nulidad del pensamiento y sus autoengañosas coartadas, y que a su vez asimile las diferencias sin que obligatoriamente esto suponga generar más diferencias irreconciliables.
Irla es el clímax de una trilogía iniciada con el proyecto Boxing citadino en la pasada Bienal de La Habana y su más reciente muestra Circus without voice, estrenada a finales del año 2014 en la ciudad de Cienfuegos. “Para esta ocasión la poética globalizadora aglutina tres sucesos diversos, pero interconectados desde lo biográfico y lo contextual”, precisó Lara. Irla viene a corroborar las recientes palabras de Eusebio Leal Spengler, historiador de la ciudad, quien aseguró que “la obra de Lara es un perenne descubrirse a sí mismo. Él ha hecho cierto ese sentimiento martiano de que lo que ve, sus visiones, es lo que lleva su obra y esa obra ha sido tan particular, tan sensible, tan próxima a esa extraña espiritualidad de los cubanos, que lo convierte en uno de los artistas de la vanguardia y de los hombres de la contemporaneidad de Cuba (…). En el contexto de la Bienal de La Habana, este artista tiene mucho que decir…”
1Virgilio Piñera La isla en peso, 1942.