Por: Mario Vizcaíno Serrat
La exposición Cultivo una rosa blanca, que exhibe el Centro de Estudios Martianos, en La Habana, es una bofetada a la solemnidad: José Martí lejos del mito, cerca del espectador.
Así aparece en ocho pinturas, seis óleos sobre lienzo y dos en cartulina, de Vladimir Martínez Ávila, un pintor que admira a Martí por la capacidad que tuvo para sacrificarlo todo en nombre de lo que para él era sagrado: Cuba.
Por eso, el autor de La Edad de Oro aparece en esos trazos como el hombre batallador incansable que fue, pero también está agotado, y dormita en una silla.
En colores vivos, mezclados muy a su estilo, Martínez Ávila, 35 años, estampa a un Martí marcado por objetos que ya son un sello en su concepción estética: cuños y tornillos.
Es curioso contemplar al autor de Los versos sencillos debajo de un sombrero de ala más que ancha, con una mirada de persona segura de sí misma y una cabeza de tornillo que parece el nudo de la corbata.
Vladimir Martínez Ávila, natural de Villa Clara, donó al Centro de Estudios Martianos dos de las obras de la exposición, que se mantendrá allí durante la Bienal de La Habana, hasta el 22 de junio próximo.