El IV Foro de la Juventud comenzó ayer en el hotel El Panamá; la inauguración estuvo encabezada por la vicepresidente y canciller de Panamá, Isabel Saint Malo, junto a Albert Ramdin, secretario general adjunto de la Organización de Estados Americanos.
Isabel Saint Malo de Alvarado indicó en su discurso que este foro es una plataforma única para que los jóvenes den a conocer a los jefes de Estado del continente sus visiones y expectativas. «Es hora de que los jóvenes no sean solo receptores de las políticas públicas sino artistas de la misma», señaló.
En este encuentro participan más de 800 jóvenes del continente americano, organizados por diferentes mesas de trabajo que estaban divididas en temas previamente fijados, entre los que figuraban Educación, Gobernabilidad y Participación Ciudadana, Medio Ambiente, Seguridad y Migración.
Sin embargo, los foristas prefirieron armar su propio orden del día, añadiendo al debate temas como la corrupción, carencias educativas, equidad económica y social y, sobre todo, la situación política internacional, en la que Cuba ocupó el rol protagónico.
De este IV Foro de la Juventud, que culmina hoy, saldrá la Declaración de la Juventud, que, tal como se comprometió la canciller Saint Malo, se le entregará a los presidentes que asistan a la Cumbre de las Américas.
Entre las propuestas cubanas a la Declaración se acentúan las relacionadas con la educación en el incremento de la atención de los Gobiernos del continente al desarrollo de la educación superior, como una vía importante para disminuir la relación inversa que existe entre el nivel de educación de las personas y el nivel de pobreza, y reconocer que la educación superior es fuente insustituible para la formación de los recursos humanos capacitados que necesitan nuestros pueblos para avanzar en materia económica.
Por lo tanto, si se quiere una economía que genere productos de alto valor agregado debemos tener las personas capacitadas para lograr estos objetivos, y esas personas se forman fundamentalmente en las universidades.
La experiencia indica que no puede pensarse en mejores logros educativos sin generar condiciones de una mayor equidad en las sociedades. De allí la urgencia de una inclusión más justa y equitativa de oportunidades, de un crecimiento económico más veloz y de una distribución más amplia de sus beneficios, para poder llegar a constituir parte de un nuevo círculo virtuoso que aliente sociedades con rostro más humano.