por Leticia Martínez
El oncólogo Tabaré Vázquez ha tomado las riendas de Uruguay y ha abrazado a Pepe Mujica como quien abraza su misma causa. Pepe ha dicho adiós, pero ha asegurado que se queda para siempre. Es un referente como expresó el nuevo mandatario al tomar posesión. Es un ejemplo de vida. Dicen los medios de prensa que es el Presidente más pobre del mundo, aunque él mismo en contraposición riposta siempre: «No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivo con lo justo para que las cosas no me roben libertad».
Terminó el domingo un periodo de cinco años frente a la nación suramericana, pero para que quede claro ha dejado un mensaje conmovedor, como su vida de luchas perennes: “No me voy, estoy llegando. Me iré con el último aliento y donde esté, estaré por ti, estaré contigo. Porque es la forma superior de estar con la vida”. Así se despidió de su pueblo el 27 de febrero: “pueblo querido, es tiempo de agradecerte por el honor que me regalaste”.
Al cabo de tanto trajín ─ dijo Pepe─ supimos que la lucha que se pierde es la que se abandona, pero también saber que no hay ningún final sino el camino mismo y que muchos arrimarán lo suyo y continuarán el camino de luchas.
“Querido pueblo gracias por tus abrazos. Gracias por tus críticas, gracias por tu cariño y sobre todo gracias por tu enorme compañerismo cada una de las veces que me sentí solo en el medio de la Presidencia. Si tuviera dos vidas las gastaría enteras por ayudar tus luchas, porque es la forma más grandiosa de querer que he podido encontrar a lo largo de mis casi 80 años”.
Pepe dijo adiós a la Presidencia, con una cifra record de popularidad entre los uruguayos que ronda el 65% de aprobación a su gestión. No es para menos: la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la CEPAL, ha indicado que Uruguay es el segundo país de la región con menor índice de pobreza (7,5 %) y el primero con menores índices de indigencia (bajó de 4,7 en 2005 a 0,5 en 2014).
Durante el gobierno de Mujica se registró, además, un crecimiento real de los salarios y de las pensiones por jubilación, cercano al 23%. Se impulsaron mejoras importantes al sistema de salud, que permitieron darle cobertura médica a más de 1 millón 420 mil personas, de ellos 435 mil hijos de trabajadores (recuérdese que la población uruguaya es de poco más de 3 millones).
También los obreros vieron respaldados sus derechos con la aprobación de la Ley que igualó las condiciones del sector doméstico a las del resto de los trabajadores. Se estableció una jornada de 8 horas, un régimen de descanso, cobertura social plena, y derecho al seguro de paro y de enfermedad.
En medio de todo esto fue célebre Pepe por su modesto hogar de puertas abiertas, donde vive desde hace más de una década con su esposa, la senadora Lucía Topolanski; por su andar sin escoltas en el viejo Volkswagen escarabajo, el mismo que se negó a vender pese a que un jeque árabe le ofertó un millón de dólares; por sus discursos conmovedores de hombre sabio; por las iniciativas uruguayas para despenalizar la interrupción del embarazo hasta la semana 12 de gestación, para legalizar la compra, venta y cultivo de marihuana bajo la supervisión del Estado o para aprobar el matrimonio igualitario; y también por esa manía de andar abrazando a Nuestra América en eso que llamamos integración.
El querido Pepe se aleja de la Presidencia, pero el Frente Amplio sigue comandando a un país que se ha convertido en referente de muchos. De nuevo vuelve Tabaré, un hombre digno. Y es este el pueblo de Pepe, el de Tabaré, el Uruguay a donde el mundo mira.
Y no es de extrañar entonces que Rafael Correa, el Presidente de Ecuador, diga que vamos a extrañar al Pepe o que el pueblo se reúna para despedirle en la Plaza de la Independencia, donde a más de uno se le desbordó la emoción cuando, como en una cancha de fútbol, se escuchó: olé, olé, olé, olé, Pepe, Pepe…