Un Andarín vitalicio

Un Andarín vitalicio

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Javier Perera, estudiante de Periodismo

Félix Carvajal tuvo historias para contar. En 1889 desprestigió ante la atenta mirada de vecinos suyos, la egolatría del español Mariano Bierza. El maratonista europeo se vanagloriaba de su resistencia y el pequeño Félix, de 14 años, lo venció de manera convincente en los alrededores de la Plaza Central. Dos horas por encima fue la ventaja. Se sembraba así la primera semilla de triunfo del Andarín Carvajal.

En plena guerra de independencia, cual Filípides griego, transportó significativos mensajes durante largos kilómetros para dar a conocer las decisiones de sus superiores. Hambre, sed, vestimenta deteriorada y parajes inhóspitos marcaron esos días. Quizás, las adversidades de entonces le fraguaron su atrevimiento.

Andarín Carvajal, toda una leyenda del maratón cubano y mundial
Andarín Carvajal, toda una leyenda del maratón cubano y mundial

Sacudido el polvo de la lucha armada, la pulcritud de su uniforme de cartero y el silbido de su pito fueron muy conocidos en varias zonas de La Habana, sobre todo porque las cartas llegaban a los destinatarios con inusual puntualidad. El hombre que las repartía en vez de caminar corría. Correr lo mantenía alegre, tanto en el trabajo como en sus horas de descanso.

Su participación en los Juegos Olímpicos Intermedios en Grecia, en el año 1906, le recetó una dosis de infortunio. Esta vez ni el furor de participar en una cita de alcurnia, ni el brío de sus corridas habituales por las calles habaneras, le posibilitaron intervenir en la maratón helénica. Ya cuando llegó, el evento había terminado. No obstante, aprovechó su estancia allí y contrario a mil dificultades, se presentó en varios países de Europa y cosechó lauros a mansalva.

Pero de tantas vivencias, la que lo hizo popular fue la acaecida durante los Juegos Olímpicos de San Luis 1904. Lo curioso estuvo en que después de comer algunas manzanas verdes en el kilómetro 29 de la prueba, unos cólicos estomacales provocaron la disminución de su ritmo de carrera. Iba líder en ese instante, sin embargo, no corrió igual suerte una vez cruzada la meta.

A pesar de terminar en un decoroso cuarto puesto y ser uno de los 14 hombres que cubrieron el trazado, el antojo y el hambre del Andarín Carvajal le dieron otro rumbo a la historia del atletismo cubano. Pudo haber sido él y no Enrique Figuerola nuestro primer medallista olímpico en este deporte. Fue Tokio y no San Luis la ciudad agraciada. Hubo que esperar 60 años para ver brillar la plata de El Fígaro.

Para el Andarín cubano deambular a trote por las calles siempre fue un vicio. Aún con una hernia a cuesta, a sus 73 años, corrió en las inmediaciones del Estadio de la Habana y una fogosa ovación de los allí presentes le puso fin a la última carrera.

Esa exhibición de sacrificio se la llevó a la tumba unos días después. El 27 de enero de 1949 falleció sorprendido por un infarto. Cuentan que muchos de sus trofeos y medallas desaparecieron. Permanecen intactos hasta nuestros días sus aires de gesta, los aplausos de su pueblo y alguna que otra historia reflejada por la prensa de la época.

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Un comentario en Un Andarín vitalicio

  1. Me parece muy interesante que se publiquen estos trabajos en el sitio del períodico, rememorar la historia siempre es bueno y nuestros deportistas merecen ser recordados siembre, el deporte cubano es grandioso y esta es una forma de reconocer el trabajo de los hombres y mujeres de nuestro movimiento deportivo. SIGAN ASÍ. GRACIAS.

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