Murió uno de los grandes del trabajo en la isla, ese a quien llamaron el sinsonte de la mocha: Tranquilino Jacinto Ríos González, Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Nació en 1938 en Esperanza, municipio de Ranchuelo en la provincia de Villa Clara, y solo tuvo por oficio aquellos donde se dobla el lomo, se mira la tierra y se está de sol a sol junto al cañaveral.
Lo recuerdo con brazos fuertes y amoldando la mocha con la que llegó a ser millonario en todas las contiendas, formando parte de las brigadas Camilo Cienfuegos y Batalla de Yaguajay que aportaban la caña cortada al central Ifraín Alfonso.
Tanquilino era un hombre ocurrente, tenía la décima siempre a flor de labios y una sonrisa pícara que salía a flote cuando hablaba de sus 49 zafras, del tiempo muerto, de los nuevos aires que llegaron con la Revolución a la que agradecía siempre haberlo sacado de la miseria en que vivió su familia antes de 1959.
Lo vi tantas veces dentro del campo de caña que lo recuerdo activo a pesar de su enfermedad y la avanzada edad, también ajustándose el sombrero en medio de la faena diaria, y lo evoco nervioso, durante el XVII Congreso de la CTC en que le otorgaron el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, ante la sorpresa de la noticia.
“Esa condecoración es para gente grande y yo soy un pícaro que se escapó del cañaveral para venir a este Palacio de Convenciones, yo solo he cortado caña”, me confesó.
Pero Tranquilino no se va, se resiembra en el cañaveral de sus sueños y sigue siendo nuestro con la humildad de su ejemplo y la entereza a la que consagró sus días.