Desde que el 3 de mayo de 1790 Fray Antonio de Alegrías subió con una cruz de madera a cuestas hasta lo alto del Cerro Bayado y la dejó colocada en su cima, la elevación cambió de nombre y comenzó a forjarse una historia que la convirtió en símbolo de la ciudad de Holguín.
La Loma de la Cruz, como comenzó a llamarse a partir de esa fecha, devino sitio obligado al que los holguineros subían en procesión para oficiar una misa, cumplir una que otra promesa y celebrar las romerías, conmemoración de carácter religioso que se convirtió en fiesta popular, porque se bailaba, bebía y jugaba.
Atendiendo a la privilegiada posición de esta elevación, que está situada hacia el norte y alcanza unos 275 metros sobre el nivel del mar, los españoles construyeron un fortín para defender la naciente ciudad, levantada en el valle abierto por los ríos Jigüe y Marañón.
Con el fin de facilitar el acceso hasta la cima, en la segunda década del siglo pasado se promovió la construcción de una escalinata, cuya ejecución fue financiada con fondos recaudados mediante colecta popular, tómbolas y verbenas, y no se concluyó hasta el 3 de mayo de 1950.
La tradicional celebración de las Romerías de la Cruz de Mayo, que se había apagado con el paso del tiempo, fue rescatada por la Asociación Hermanos Saíz y convertida en las Romerías de Mayo, festival internacional de juventudes artísticas que anualmente se efectúa en Holguín.
En la actualidad La Loma de la Cruz, guardián natural y mirador desde donde se aprecia la ciudad en todo su esplendor, cuenta con una nueva escalinata de 462 escalones de hormigón —que fue construida sin necesidad de recaudar fondos y sustituyó la vieja en mal estado—, fuerte, capilla y miradores remozados, cafetería y restaurantes para hacer más placentero el acceso y la estancia de holguineros y visitantes en cualquier época del año.