Por Hassan Pérez Casabona
Aunque su ámbito laboral guarda nexos con los auditorios universitarios, bien pudiera afirmarse que esta profesional es recordista olímpica, independientemente de que no haya dirimido ninguna competición bajo los cinco aros. Me explico: ¿cuántas personas pueden preciarse, en cualquier latitud, de cumplir 45 años de adentrarse cada semana en los hogares de su país?
Una rápida operación aritmética arrojaría que, en estas cinco décadas, hemos entrado en contacto con su rostro, sonrisa dulce incluida, al menos dos mil 25 veces, considerando que su popular espacio sale al aire 45 de las 52 semanas anuales. Todo ello sin incluir entrevistas y participaciones en otros programas, que igualmente contribuyeron a acentuar la dimensión familiar con que la percibimos la mayoría de los cubanos.
Su brillante trayectoria tampoco escapa a la mirada de otros creadores, dedicándole estos retratos, caricaturas, décimas, fotografías, canciones, etc.… Uno de esos fragmentos musicales, con el espíritu de reverenciarla, se hizo especialmente contagioso en el último lustro. Dio en la diana el cantautor Frank Delgado refiriéndose, desde la Neurona Intranquila, a su “lenguaje florido”.
Lo cierto es que la doctora María Dolores Ortiz es mucho más que el alma de Escriba y Lea. Dicho espacio, su tribuna para dialogar con los televidentes, constituye el tercero de más larga data dentro de la parrilla de trasmisiones de la Televisión Cubana, exclusivamente superado en veteranía por el Noticiero Nacional de Televisión, y Palmas y Cañas.
Sin alterar la melódica cadencia expositiva que le es consustancial, me recibió en su oficina del Ministerio de Educación Superior. No puso reparos ante interrogante alguna, una vez concretada la cita, ni exigió de forma previa el cuestionario. Resultaría una reiteración declarar que fue un lujo conversar con esta Heroína del Trabajo de la República de Cuba. La recompensa, sin embargo, no es privilegio individual gracias a la magia de la letra impresa. Agradezco la gentileza de esta maestra que nos permitió captarla de carne y hueso, dejándonos penetrar incluso en la intimidad de sus preferencias literarias.
Háblenos de la pequeña María Dolores ¿Sus padres la motivaron hacia una actividad en particular?
Nací en Holguín y siempre me he sentido unida a esa ciudad. Tuve la suerte de crecer en una familia culta y educada. Mi padre era doctor en Derecho Público, y uno de mis tíos lo era en Filosofía y Letras. Nos formamos en el Colegio Protestante “Los Amigos”, vinculado a los cuáqueros, que tenía la virtud de no imponerle a ningún alumno sus concepciones religiosas. A lo que añadiría una gran formación ética y patriótica. El culto a la bandera, el himno y fechas relevantes eran algo permanente dentro del hogar.
¿Hubo en su familia algún combatiente del Ejército Libertador?
Por parte materna uno de mis bisabuelos fue mambí, murió en la Guerra de Independencia. Mi bisabuela era instruida y patriota. Los días de fechas heroicas ponía en las rejas de la sala una bandera hecha con sus propias manos, como era usual en los campamentos mambises. . A los 14 nietos, además, los formaba en atención para que entonasen el Himno Nacional. Escuchando esas historias era muy difícil no emocionarse. Por la parte paterna mi abuelo era puertorriqueño, simpatizante de la independencia de ese hermano país. Allá estuvo preso dos veces por artículos que publicó en diversos periódicos, criticando la administración pro yanqui. Era escritor de versos No llegué a conocerlo.
¿En qué momento se trasladó a la capital?
En Holguín me mantuve hasta culminar el bachillerato. Luego vine a La Habana a estudiar Filosofía y Letras, en 1953, apenas unas semanas después del asalto al Moncada. Era una facultad muy buena, radicaba en el edificio Dihigo, con excelentes profesores.
En otras ocasiones usted se ha referido a ellos…
Fue un honor asistir a conferencias, entre muchos, de los doctores Vicentina Antuña, Manuel Bisbé, Rosario Novoa, Camila Enríquez Ureña, Elías Entralgo. Puedo decirte, con absoluta certeza, que ellos nos formaron en el sentido más estricto de la palabra. Este tomo que te muestro, el tercero, lo preparé sobre la impresionante trayectoria de Camila y fue publicado en República Dominicana.
¿Cuándo se gradúa?
Después del triunfo de la Revolución, en el mismo 59. Me quedé en el cuarto año con el cierre de la Universidad. Empecé a trabajar en el Candell College, donde está ahora el Politécnico Amistad Cubano Soviético. En 1960 se convocaron exámenes de oposición para laborar en secundarias básicas. Me presenté y obtuve el primer lugar en el municipio Mariano, ganado una plaza en la escuela José Antonio Echeverría, de Ciudad Libertad. En este centro permanecí hasta 1961, cuando se efectúa el llamado para la Campaña de Alfabetización. Fui para la Brigada Conrado Benítez. Ese es uno de mis grandes orgullos, al extremo que todavía guardo en la casa los uniformes que utilicé durante esas jornadas.
Hace algunos años participó en Brasil en un homenaje que se organizó por un aniversario más de esa gran epopeya educacional
En efecto, asistí en Belo Horizonte a dicha conmemoración por el 50 aniversario de esa gesta, concebida por grandes amigos de la Revolución. Fue para mí un estímulo moral especial debido a que esa ciudad me honró hace ocho años con la condición de “Ciudadana Honoraria”.
¿En qué etapa se incorpora laboralmente a la universidad?
Hubo un éxodo de profesores que impuso la contratación de recién graduados. Presenté el currículo en 1963 y me aceptaron en la Facultad de Letras. El jefe del departamento era nada menos que Roberto Fernández Retamar, quien me envió para un curso que estaba organizando el Dr. Elías Entralgo, presidente de la Comisión de Extensión Universitaria, para locutores de radio y televisión.
En ese grupo de estudiantes estaba Cepero Brito, Enrique Goizueta, Franco Carbón, Héctor Fraga, quienes no tenían título universitario. El plan de estudios contemplaba Geografía, Historia del Arte, Gramática, Redacción y otras asignaturas que eran necesarias para que ellos pudieran desempeñarse de manera exitosa en un medio tan exigente.
Era un colectivo de más de veinte compañeros, todos mayores que yo. No fue fácil, si bien ellos crearon un ambiente de camaradería y respeto desde el comienzo. Decían que debía trabajar en la Televisión.
Años más tarde Cepero Brito, designado moderador del programa que se preparaba, me recomienda para formar parte del panel de “Escriba y Lea”. Por supuesto dije que no. Solo de pensarlo me moría del susto. Sin embargo, decidí probar por ese bichito que llevamos dentro los seres humanos. Aunque parezca exagerado, 45 años después estoy aún en fase de aprendizaje.
¿De quién fue la idea de lanzar al aire un programa como ese?
De varios compañeros con el doctor Humberto Galich Menéndez a la vanguardia. Era un caso sui géneris, ya que unía a su condición de Profesor Titular de la Escuela de Veterinaria el hecho de poseer una cultura humanística de muy altos quilates. Años después cuando salía una pregunta que nosotros no podíamos contestar el doctor Eduardo Sosa afirmaba: “Si estuviera aquí Galich Menéndez la respondía”.
Una cosa increíble era su dominio sobre cuestiones históricas y del arte y la literatura en general. Era un hombre mayor, yo apenas rebasaba los 30 años, que había trabajado en un programa de radio muy famoso llamado La Bolsa del Saber. El público hacía preguntas que varios especialistas contestaban. Fue profesor primero en la Quinta de los Molinos y después se trasladó para la actual Universidad Agraria Fructuoso Rodríguez.
Sosa, que venía de la Facultad de Filosofía e Historia, lo sustituyó. Los iniciales fuimos Galich Menéndez, Du bouchet y yo. El doctor Gustavo Du bouchet era también de una cultura muy sólida.
¿Llevaban en aquella época alguna especie de puntuación con la “efectividad” en las respuestas de los panelistas?
Esos récords nunca los hemos contabilizado, por una sencilla razón. Escriba y Lea no es patrimonio de una sola persona. Para contestar me tengo que guiar por lo que hicieron antes mis compañeros que han situado en un tiempo, en un espacio, en un continente, un hecho o una persona concreta. Los éxitos y los fracasos siempre son colectivos, aunque cada uno de nosotros deje su impronta vinculada al área del conocimiento donde ha alcanzado mayor especialización. Esa ha sido la filosofía desde que el primer programa saliera al aire el 5 de diciembre de 1969.
Exactamente un día después de que el inolvidable maestro Juan Formell fundara esa extraordinaria institución de la cultura cubana que son Los Van Van…
Asimismo, lo que sin dudas renueva nuestro espíritu de trabajo. Es verdaderamente una maravilla sentir que tenemos la edad de Los Van Van, con toda la carga de energía que ello supone.
¿Ha tenido siempre el programa un formato similar?
Al principio no preguntábamos si el hecho había ocurrido en la parte sólida del planeta. Un día salió la Batalla de Trafalgar y no pudimos responder. A partir de ese momento tuvimos en cuenta que era imprescindible precisar si se trataba de un acontecimiento terrestre o marítimo. De no haber incorporado ese cambio en nuestro algoritmo de interrogación habríamos fallado en muchísimas de las preguntas enviadas por los televidentes, que a lo largo de tantos años se han referido a asuntos navales.
Después de ese otro emblema que representó Cepero Brito, ¿quiénes asumieron el rol de conductores del espacio?
Hubo varios que desfilaron ante las cámaras pero que, desafortunadamente, no quisieron permanecer. Recuerdo por ejemplo a Fernando Guardado, Enrique Núñez, Gretchen Galindo. Muchos confesaron que el estrés de un espacio como este no tenía comparación. Luego entró Miguel Ángel Daranas, al que le tocó un papel difícil, pues debía sustituir a un hombre del carisma de Cepero Brito, teniendo una personalidad muy diferente, ya que era poco dado a las bromas y la risa. Daranas era un hombre muy serio y sobrio, que imponía respeto de solo mirarlo. Su labor, sin embargo, fue encomiable. Debo significar que Cepero Brito era portador de gran cultura. Iba a las bibliotecas, en aquellos años no era posible siquiera soñar con algo de la magnitud de Internet, e investigaba mucho. Nunca se conformó con lo que le entregaba el guionista. Después vino Armando Calderón que es del medio y graduado de historia, mi alumno, así que se adaptó con rapidez. En estos momentos tenemos a un muchacho muy responsable como Eduardo Mora, que transitó antes por otros programas televisivos.
¿Puede contarnos algunos de los momentos peculiares en los que se han visto envueltos en más de cuatro décadas?
En una ocasión salió Vicente García, figura polémica de nuestra historia. Uno de los panelistas se concentró solo en los aspectos negativos de su personalidad. Con la experiencia que brinda el trabajo diario, me preocupé de que fuéramos a herir a muchas personas en La Tunas, donde García es un referente obligatorio. De inmediato, pedí la palabra para señalar que teníamos que matizar su personalidad, apoyándonos en una visión más amplia. Mencioné, entre otras cuestiones, su probada fidelidad a la causa de la independencia de Cuba, o el hecho de que Las Tunas fuera quemada bajo su mando para que no cayera en manos del enemigo. De los grandes patriotas, resumí, hay que hablar con el espíritu martiano acerca de los padres fundadores latinoamericanos. Los desagradecidos mencionan las manchas mientras que los agradecidos hablan de la luz.
No hubo quejas de los habitantes de esa provincia, ni del resto de la región oriental. Josefa Bracero, imprescindible a la hora de hablar de la historia del ICRT, y que durante muchos años se desempeñó como vicepresidenta del organismo, decía que era la trabajadora política del panel.
¿Qué temas han tenido más impacto?
Pensamos que en la integralidad de asuntos abordados estriba su principal fortaleza. En garantizar esa visión hemos tenido la fortuna de que quienes seleccionan las preguntas han sido personas de conducta muy rectas. El primero fue Gregorio Bello, combatiente del Movimiento 26 de Julio y la clandestinidad en La Habana. Luego le correspondió esa tarea a Pablo Bergues, que no solo era un destacado escritor sino que fue Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular en más de un mandato. Ambos muy cuidadosos en no lastimar a nadie con ningún tema. Bello llevaba, por ejemplo, un archivo de las preguntas que se remitían garantizando que no se repitieran y que por lo tanto existiera un balance adecuado entre arte, literatura, historia, cine etcétera.
El deporte es quizás una de las áreas menos favorecidas…
Es cierto y probablemente sea uno de los aspectos a tener en cuenta en el futuro, en especial por la extraordinaria historia del movimiento deportivo cubano desde 1959 en Juegos Olímpicos, Panamericanos, y Centroamericanos y del Caribe –como hace unas jornadas en Veracruz- y tantos otros eventos.
¿Conoce si existen programas de similar naturaleza en otras naciones?
Sé que en países como España hay espacios que incluyen a panelistas, pero no con el mismo fin que perseguimos aquí. Son programas de concursos con una marcada inclinación monetaria. Del perfil del nuestro tengo entendido que no hay ningún otro, al menos en Iberoamérica.
Imagino que han recibido numerosos reconocimientos…
Premios de prácticamente todas las organizaciones sociales y de masas, además de múltiples instituciones de la cultura. Por ejemplo soy “Artista de Mérito” del ICRT, lo que en ocasiones me da risa pues no soy exactamente una artista, en el sentido más conocido de la profesión.
No puedo dejar de preguntarle sobre el bolígrafo con que hace sus apuntes. ¿Se trata de una especie de talismán?
Me lo regaló un estudiante por el Día de las Madres, hace más de 37 años, en su estuchito. Me pareció tan bonito y elegante que decidí dejarlo nada más para Escriba y Lea. Resulta que, sin proponérmelo, se convirtió en un símbolo. Las personas me preguntan si es el mismo o si no se le ha acabado la tinta. Hasta los caricaturistas lo incluyen cuando hacen dibujos. Es de las cosas que suceden con determinados objetos en la vida de las personas que uno no imagina cuando los adquiere.
¿Hacia qué temática tiene predilección?
Hacia la literatura. No llevamos la cuenta de aciertos y errores, pero respondo bastantes preguntas de historia que es, inobjetablemente, la materia de mayor presencia en el espacio. La mayoría piensa que soy profesora de esa disciplina. Esos conocimientos los he adquirido de forma autodidacta, sin considerarme una especialista de la historia. No quiero que me acusen de intrusismo profesional, en primer lugar porque debe respetarse la formación de base de una persona en determinada rama. Estoy al tanto de que hoy no es así en muchas áreas, pero con ese rigor se formó mi generación.
Aprovecho esta oportunidad excepcional para interrogarla sobre varias de las escuelas y escritores de mayor relevancia en el campo literario. ¿De los grandes autores de la literatura norteamericana, por ejemplo, a quienes no debe dejarse de leer?
En general a los de la generación perdida y en particular a William Faulkner. Es un escritor fenomenal por encima de otros de primera línea como Dos Pasos y Fitzgerald. De los más recientes estaría Norman Mailer, un gran ensayista aunque no tenemos tanto acceso a la literatura norteamericana contemporánea. Wiltman es de los poetas insustituibles de la humanidad. Hemingway es también imprescindible y el hecho de su relación tan peculiar con nuestro país hace que uno simpatice con él, pero si te doy estrictamente mi criterio profesional debo mencionar que considero las novelas de Faulkner mejor y más logradas. Mark Twain es obligado en la adolescencia. Sus obras han marcado a millones de personas en todo el orbe.
En el caso de la literatura rusa…
Sholjóv, con el Don Apacible y un libro pequeño que se llama El Destino de un Hombre, que no es muy conocido pero es tan precioso que no puede dejar de ojearse. En realidad es un folletico, más bien casi un cuento. Nunca entendí, sin predisposición alguna, porque a Pasternak le dieron el Nobel en 1958 –si bien luego declinó esa distinción-, incluso habiéndome leído Doctor Zhivago poco después de su publicación en 1957.
Rusia tiene una extraordinaria literatura. Hay que pensar nada más en Tolstói con La Guerra y la Paz, o las obras de Dostoievski. La europea en general es muy vigorosa. Te adentras, por solo citar un caso, en la alemana de preguerra y encuentras un hombre al que tristemente ya casi no se lee como Tomas Mann, que debiera ser consulta obligatoria en las universidades. Era tal su prestigio y calidad como literato que sus libros fueron quemados por las hordas hitlerianas ante el temor de lo que ellos inculcaban en los lectores.
Y la latinoamericana…
No es un secreto para nadie de que tengo preferencia por García Márquez, quien a su vez confesó la influencia de Faulkner. Todos sus libros los he devorado. Cien años de soledad quedará como una de las grandes obras de la literatura universal. Nadie puede escamotearle ese sitio. He perdido la cuenta de la cantidad de veces que la he leído y siempre encuentro algo en que no reparé la vez anterior. Eso también me pasa con la obra martiana.
Alfonsina Storni, Delmira Agostini, Juana de Ibarburo, Gabriela Mistral son excelentes poetisas. Desafortunadamente han ido quedando muchas de ellas olvidadas en el gusto actual. La gente se inclina más por la novela, el cuento, el testimonio, la crónica. Prefiero a Borges que a Cortázar. Pongo a Neruda, pese a todo, en un pedestal. Veinte poemas de amor y Residencia en la tierra son obras eternas. A Roa Bastos me cuesta trabajo leerlo. Yo el supremo es un libro que no atrapa desde el comienzo y eso, en mi opinión, es funesto. Si cuando abres un texto experimentas que no puedes dejarlo hasta que concluyas la última línea su autor ya ganó la pelea.
Con respecto a la de nuestro país…
Martí completo, versos, prosa… Nuestra América, La Edad de Oro y algunos de sus discursos en Tampa y Cayo Hueso son fascinantes. En el caso de las poetisas admiro a Dulce María y Carilda Oliver. Carpentier es un ícono. El siglo de las luces, Los pasos perdidos y La consagración de la primavera los tengo en un lugar especial, a pesar de que algunos críticos no piensan lo mismo de esta última por la temática que aborda. Con cualquiera de ellos siempre es difícil escoger, por la amplitud y calidad de su producción.
No olvides que para examinar a un autor hay que pensar en la edad que tenía, corrientes literarias, artísticas o filosóficas con las que estaba en contacto y otros muchos factores que influyeron en ellos.
En ocasiones se juzga a determinada personalidad u obra desconociendo todo esto, como si las cosas fuera en blanco y negro, cuando sabemos que la realidad dista enormemente de ese comportamiento aséptico. Pablo Armando Fernández me gusta mucho y tengo por él gran cariño. A Lezama Lima lo conocí como conferencista en la Universidad.
Me leí hace poco una colección de cuentos de Virgilio Piñera; cuyo prólogo es de Antón Arrufat, el que considero que pasara a la historia de la literatura cubana como ensayista de primer nivel.
Ambrosio Fornet es un estudioso de la cultura y de la vida antillana. Escribe con belleza literaria y exhibe una entereza a toda prueba como ser humano. Tiene gran claridad a la hora de analizar los problemas más difíciles de la vida cultural. Es, en pocas palabras, un hombre admirable.
Fernando Ortiz hizo mucho por dar a conocer nuestras raíces. Fue polifacético. Divulgó zonas que estaban olvidadas o permanecían oscuras para la crítica tradicional. Lo vi en una conferencia en el Aula Magna de la Universidad. Resultó algo tan impactante sus demostraciones sobre la música, validado por Merceditas Valdés, que todo el mundo se quedó boquiabierto.Lamentablemente no tenemos parentesco.
Miguel Barnet y Nancy Morejón son dos personas increíbles, además, por su posición social y ética. A ambos los quiero mucho. Hace algunos años presenté en la Feria del Libro Autógrafos Cubanos por solicitud de Miguel, lo que fue para mí un gran honor. En esa ceremonia dije que los jóvenes de hoy no podían imaginarse la conmoción que causó Biografía de un Cimarrón. Fue una obra telúrica que dejó atónitos, dentro y fuera de Cuba, a expertos y aficionados en general.
A manera de epílogo, ¿se siente satisfecha por lo alcanzado?
Llevo décadas percibiendo el cariño del pueblo. Asumo, como Martí y Fidel, que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, así que no me vanaglorio por lo obtenido. De lo demás se encargarán otros, pero puedo decir a pecho abierto que me consagré a mi función social consciente de la responsabilidad que entraña. Esa plenitud es un trofeo sin parangón
Muy interesante la entrevista a nuestra querida Dra. María dolores Ortiz, pero no quedó claro sí por fin se graduó.
No todo el mundo tiene acceso a internet, por lo que la entrevista a la profesora debían haberla publicado completa en el periodico, aunque fuera en dos partes, porque escucharla o leerla es encontrarse con el placer de la sabiduría, la experiencia y la modestia.