Estrenos de danza en Cuba: Entre Ibsen y Anaximandro

Estrenos de danza en Cuba: Entre Ibsen y Anaximandro

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Danza Cuba - Drama by Ibsen
Drama by Ibsen / Foto: Del autor

El teatro Mella ha sido escenario en las últimas semanas de dos estrenos: Drama by Ibsen, por Danza Contemporánea de Cuba, y La tribulación de Anaximandro, a cargo de una joven compañía: Los hijos del director.

Los que conocen la obra de Henrik Ibsen es muy posible que hayan encontrado puntuales referencias en el primero de los estrenos, coreografiado por Luvyen Mederos con dramaturgia de William Ruiz. Drama by Ibsen es un espectáculo hasta cierto punto hermético, bastante arduo en sus planteamientos ideotemáticos, complejo en sus coordenadas formales.

Pura experimentación, podrán decir algunos. Aunque ciertamente cada vez son más habituales creaciones como estas. Los autores parten de disímiles fuentes de inspiración, toman elementos distintivos, secuencias de acciones, y los integran en un entramado a primera vista confuso, si se quiere caprichoso.

Obviamente, hay un orden, una pauta, una columna vertebral; aunque le sea esquiva a buena parte del auditorio. En este caso se trata de jugar con el símbolo, partiendo de lo que el símbolo implica en la obra de Ibsen, trastrocando ciertas lógicas. De esa manera, el referente se abre a insospechadas interpretaciones, que pueden llegar a la paradoja, al contraste más o menos evidente.

Algunas de las escenas convencen por la concreción y la fuerza sugerente de la imagen. Las dinámicas de los grupos plantean no pocas situaciones de conflicto. La línea de danza va desde la aparente anarquía hasta lo geométrico, en alternancias bien resueltas.

Pero el “bombardeo” metafórico parece excesivo y por momentos errático. La obra, a primera vista, propone demasiado y es difícil encontrar cierta coherencia. A la pieza de Mederos le haría falta también un poco de concisión: muchas de las secuencias resultan cacofónicas o demasiado extendidas.

Es plausible el diseño de vestuario, que se erige en alegoría contundente. El trabajo con las luces se imbrica perfectamente en la dinámica del espectáculo, aportando matices y distinguiendo jerarquías.

El elenco de Danza Contemporánea de Cuba —que no baila habitualmente piezas como estas— estuvo a la altura, aunque lució más cómodo en las secuencias de mayores demandas físicas.

La eclosión del canon

A George Céspedes le interesa el canon, la sucesión alternada, el dibujo coreográfico estandarizado por la repetición cíclica. Ha sido evidente en sus últimas creaciones. Primordial, por ejemplo, en Mambo 3XXI o en Identidad (-1). Pero en esas piezas la línea formal tributaba de alguna manera a una exploración en nuestro acervo cultural, en nuestras tradiciones musicales.

En La tribulación de Anaximandro, su más reciente estreno con compañía propia, los referentes intelectuales son menos claros. Por más que las pretensiones filosóficas estén explicitadas en las notas al programa, resulta difícil descubrir sus aportes al entramado escénico.

Aquí está de nuevo el trazado geometrizante, perfectamente encadenado, cíclico y canónico. Hay que decirlo: George Céspedes ya tiene una manera singular de mover a un cuerpo de baile. Aunque, ojo, muchas de las secuencias parecen concebidas para un elenco mayor.

La pauta del movimiento individual es menos estilizada que en otras creaciones del coreógrafo, más brusca y esencial. Pero a la obra también le falta concisión y síntesis. Da la impresión de que lo que se dice se pudo haber dicho en menos tiempo. Y sin necesidad de desaforar el escenario.

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