Compañía Ecos: en la misma rama

Compañía Ecos: en la misma rama

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| Foto: Del autor
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Bendita contaminación. Contaminación fecunda. Los que conocen el trabajo habitual de la compañía Ecos saben del respeto con que esa agrupación asume las danzas tradicionales de ascendencia hispánica, del palpitante complejo del flamenco en particular.

En el panorama de la danza cubana, en el abundan los elencos dedicados a ese legado vivo, Ecos es un referente indiscutible. En espectáculos anteriores —reconocidos por el público y la crítica— han bailado, han tocado, han cantado un flamenco esencial, sin superficiales añadiduras, sin raptos populistas o efectismos banales.

Hay que decirlo: a estas alturas muchas compañías que cultivan las danzas españolas en Cuba apuestan por eso que se conoce —a veces con demasiada ligereza— como fusión.

Ojo: no estamos cuestionando ese camino. Nos parece perfectamente válido. Aunque ciertamente los resultados concretos en ocasiones parecen más fruto del capricho o la imaginación pródiga que de un serio trabajo de investigación y análisis.

Lo de Ecos, afortunadamente, es otra cosa. La compañía ha presentado en el teatro Mella el espectáculo De la misma rama, dirigido por Ana Rosa Meneses. Y aquí está esa danza “fusionada”, aunque yo prefería llamarla “contaminada”. Felizmente contaminada.

Son varios cuadros en los que el cuerpo de baile femenino transita desde expresiones de fuerte arraigo hispánico hasta el imperio compartido de lo español y lo cubano, en diálogo dinámico y perfectamente acoplado.

A Ecos, además de la excelencia de sus intérpretes, la caracteriza el buen gusto. No hay aquí grandes pretensiones filosóficas, “intelectualizantes”; ni hacen falta. El entramado es sencillo y perfectamente funcional. Las composiciones coreográficas fluyen sin altisonancias. El extra, lo ponen las bailarinas y los excelentes músicos.

La alternancia entre cuerpo de baile, solistas y pequeños grupos, mantienen el interés. Y el diseño de vestuario, ajeno también a énfasis pirotécnicos, resulta vistoso y eficaz. Lo menos logrado en este espectáculo, quizás, haya sido precisamente lo que se pretendió más lírico: las evoluciones de las bailarinas con los velos.

Pero llama la atención la sutileza con que los ritmos y maneras más cubanos van contaminando el referente hispánico, sin que cada ámbito pierda su identidad. No hay fusión, propiamente dicha. Aquí se trata, en última instancia, de establecer un rico contrapunteo.

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