Cargando...
Quizás los poetas, como comenta Cristhian Frías, prefieran esas selecciones que, sin un orden cronológico, casi de manera arbitraria, reúnen los versos escritos por un autor a lo largo del tiempo. Bajo tales presupuestos, este investigador ha agrupado una colección de los poemas legados por una de las más relevantes voces de la lírica cubana del siglo XIX.
En El alba y la tarde (Ediciones Matanzas, Colección La Madrugada, 2014, 168 pp), cuaderno que cuenta con selección y prólogo del también ensayista y editor Cristhian Frías, se presentan casi cuarenta poemas de la autoría de José Jacinto Milanés, que permiten una enriquecedora mirada a la obra lírica de quien es considerado uno de los más altos exponentes de la primera generación romántica de la isla.
Nacido en Matanzas, en 1814, y fallecido en esa propia ciudad, en 1863, José Jacinto Milanés, tanto por su azarosa y tormentosa existencia como por el alcance de su obra lírica, se ha convertido en referencia obligada en todo acercamiento a la génesis y desarrollo de la literatura creada en la mayor de Las Antillas.
Quienes se aventuren en la lectura de El alba y la tarde, podrán así descubrir los rasgos esenciales que caracterizan la producción en verso del autor de esos poemas antológicos –como “La fuga de la tórtola”, “De codos en el puente” y “El beso”—, que han sido conocidos, repetidos y admirados de generación en generación.
De incuestionable interés, para entender y comprender la producción lírica de Milanés, resulta el estudio preparado por Cristhian Frías para introducir esta selección. Un texto en que se analizan, en apretada y documentada síntesis, los elementos esenciales que todo lector debe tener presente en el momento de acercarse a esos versos.
Ese aliento de lo cubano que marca la poesía de Milanés, es uno de los temas tratados. Al respecto, el investigador afirma:
En una época en la que ser cubano tenía connotaciones patrióticas, donde los intelectuales adquieren y desean manifestar la singularidad de lo nacional, Milanés comprende en sus composiciones los atributos de un cosmos identitario. Los signos de la cubanidad se advierten no solo a través de elementos tan sutiles como los estados de la luz, los fenómenos del paisaje, el carácter de ciertos personajes típicos –sus variados escenarios casi siempre aprehenden lo que un extranjero quizá llamaría, sin ánimo desdeñoso, un contemplativo color local…
Ilustra tal criterio, el soneto “Atarés al ponerse el sol”, uno de los textos que aparecen en esta selección:
Por contemplar de Atarés el castillo
me dio La Habana su gentil bahía,
y allí gocé del fenecer del día
hendiendole agua en volador barquillo.
Era todo el ocaso ardiente brillo,
y entre el manto de lumbre que allí ardía
el negro torreón nos ofrecía
contraste audaz, romántico, sencillo.
¡”Oh dije yo, cuando tendí la vista
a espectáculo tal, en donde el vuelo
pudiera desplegar ingenio artista:
¡esta es la vida y su ilusorio anhelo!
La vida, el torreón que nos contrista;
la hermosa lumbre, la ilusión del cielo.”
Para el poeta, narrador y ensayista José Lezama Lima, “Milanés es uno de los casos más visibles en nuestra poesía, en que parece que todo cuanto se escribe, parte de las resonancias y los ecos del propio poeta, pero no en forma anecdótica, sino allí donde se entrelazan los más secretos y valiosos hilos de una existencia”.
La publicación de El alba y la tarde, esta selección de versos de José Jacinto Milanés que ha preparado Cristhian Frías a propósito del bicentenario del natalito del también dramaturgo matancero, es, indudablemente, una sugerente invitación a descubrir, como anunciaba el autor de Muerte de Narciso, los más secretos y valiosos hilos de una existencia.
