El único Plan: salvar el planeta

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Desde el día primero y hasta el 12 de diciembre, la ciudad de Lima concentrará la mayor atención mediática mundial, habida cuenta del esperado debate en torno a un fenómeno considerado por muchos como el principal reto que enfrenta la humanidad en el presente siglo: el cambio climático global, pues se agravan cada día los trastornos medioambientales que este fenómeno ocasiona, y que afectan a todas las regiones del planeta y a numerosas especies de plantas y animales, además de los seres humanos.

La XX Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cop 20) que allí sesiona, tiene como principal objetivo la elaboración de un anteproyecto de acuerdo para enfrentar el trastorno del clima, cuya versión final deberá ser aprobada en la Cop 21, a celebrarse en París en diciembre del venidero 2015. Este documento entrará en vigor en el año 2020 y sustituirá al Protocolo de Kioto, el texto jurídico más importante que rige hoy en materia medioambiental.

Para la confección del citado anteproyecto, los participantes en la Cop 20 cuentan como principal instrumento con los resultados del quinto informe periódico del Panel Intergubernamental de expertos en Cambio Climático (IPCC), de Naciones Unidas, cuya parte final fue presentada públicamente a inicios del mes en curso.

En este informe se exponen pruebas científicas concluyentes de que las actividades humanas son las causantes del incremento de la temperatura global que se registra desde mediados del siglo XX, que a su vez genera cambios sin precedentes sobre el clima de la Tierra. La causa principal del calentamiento es la acumulación en la atmósfera de los gases de efecto invernadero (Gei), originados por la combustión de combustibles fósiles.

Los científicos aseguran que el mundo tiene la tecnología y la capacidad para actuar, y señalan como pasos determinantes en esta dirección elevar la eficiencia energética y sustituir a nivel global los combustibles fósiles por las energías renovables y no contaminantes, como la eólica, la solar y otras; pero alertan que las medidas deben aplicarse con urgencia para evitar daños mayores e irreversibles a los ecosistemas, y porque el retardo encarece los cambios y hace que sus efectos sean más drásticos sobre la economía mundial.

Durante los últimos meses ha tenido lugar una intensa movilización internacional dirigida a crear las condiciones que posibiliten obtener resultados exitosos al evento en Lima, dentro de lo cual destaca la jornada dedicada al tema en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado septiembre. Concurrieron más de 100 jefes de Estado o de Gobierno, además de representantes del sector empresarial y de la sociedad civil.

En todos los continentes se ha multiplicado la actividad de las organizaciones ambientalistas, y diferentes grupos de naciones han concertado sus posiciones con vistas al encuentro en suelo peruano, anunciándose diversas iniciativas y compromisos colectivos o a título individual.

Observadores han señalado imprecisiones, insuficiencias o contradicciones en algunos de esos anuncios; pero también afirman la esperanza en que la voluntad política que anima a la mayoría de los participantes en las negociaciones prevalezca, si no ahora, al menos antes de la adopción del texto final en París.

Al propio tiempo, identifican como principales obstáculos las posiciones representativas de sectores minoritarios pero poderosos, provenientes casi siempre de países ricos, que nutren sus riquezas con prácticas depredadoras de la naturaleza, de las que resultan perjudicadas, ante todo, las naciones pobres.

A pesar de los dispares niveles de comprensión sobre la gravedad de la amenaza a la vida en el planeta, y de las divergencias en cuanto a las opciones para conjurarla, un elemental instinto de conservación debiera conducir a la comunidad internacional a coincidir en los puntos vitales de la agenda del debate. Como sentenció recientemente el presidente del IPCC, Rajendra Pachauri: “No hay un plan B, porque no tenemos otro planeta”.

El tiempo no sobra. Expertos aseguran que en el 2014 se han registrado la mayor emisión de los dañinos gases y nuevos récords de calentamiento global.

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