Venciendo el sopor, una parte de América ha ido abriendo los ojos como un cuerpo único. Hubo que esperar, pero un proceso de cambio desde la base no puede realizarse en breve, sin ser el resultado de un amplio desarrollo. Falta mucho. Falta, primeramente, mayor integración. América sigue estando dispersa, fragmentada. América no es lo que debería. Es todavía un organismo con hegemonía en las venas. El capitalismo le dictó las reglas a seguir y, por su propia naturaleza, lo ha alejado de la emancipación. Y no hay progreso sin emancipación.
Un esfuerzo es el ALBA. Verdadera fibra de empuje de nuestros tiempos. En el camino por legitimar la lucha contra la pobreza y la exclusión social, valía la pena apostar por la coherencia regional. Latinoamérica lleva en sus espaldas los flagelos de un capitalismo subdesarrollado, donde la violencia, la discriminación y la falta de oportunidades son la corrosión de la cultura y los pueblos que contienen muchas de las grandes riquezas del mundo. Necesitamos crear consciencia de ello, y en esto consta un campo de batalla. Países como Estados Unidos han explotado por años los patrimonios latinoamericanos, dejándoles los restos sobre la mesa luego del banquete.
Sin embargo, no es el ALBA por sí solo como movimiento lo que lograría conducir a una transformación decisiva del contexto regional. El ALBA no es orgánico sin los pueblos, como tampoco el progreso de los pueblos es orgánico sin los trabajadores. El presente y el futuro tienen las letras de los trabajadores, la vida de ellos y sus decisiones. De sus voces resulta el coro de la prosperidad y del bien común, de ahí la gran necesidad de que sean vistos en todo momento como músculo en el cambio de trayectoria que vislumbró el comandante Chávez. La historia ya no tiene marcha atrás, no puede cambiarse, pero podemos empezar a hacer justicia desde ahora, con todas las fortalezas disponibles. Una de ellas está representada en los sindicatos.
“Es una oportunidad al mostrar qué y para qué son los sindicatos; -como organizaciones de masas y de clase que son- no agrupan a sus afiliados por concepciones políticas, ni raciales o religiosas, representan, dirigen y defienden los intereses de todos/as sus afiliados/as y el alcance de este precepto se ha visto ampliado cuando se conocen los momentos en la historia, donde las conquistas obtenidas por los sindicatos, no solo han beneficiado a trabajadores/as a ellos afiliados.” [1]
De esto se desprende que los sindicatos deben sentirse representados también, en las formas en que sea posible, dentro del ALBA. Para sentirse parte de una correspondencia de intereses, ha de haber nexos, diálogo, retroalimentación, entendimiento mutuo, comunicación, representatividad y participación. Cada parte debe comprenderlo desde sus respectivas posiciones.
Los modos en los que el ALBA es capaz de apropiarse de una batalla legítima en nombre de los pueblos, necesariamente tienen que estar vinculados a las exigencias y realidades de los pueblos mismos, por tanto, de sus fuerzas partícipes, de los trabajadores y las distintas asociaciones que lo representan. De igual forma, los sindicatos tienen que ganar consciencia de su relevancia en los retos que hay que asumir para una metamorfosis regional, y aportar todo lo que esté en sus manos con los objetivos comunes definidos con claridad.
No se trata tampoco de hacer por hacer. Se trata de plantear una ruta, con el protagonismo de las voces que antes habían apagado. El ALBA irá por buen camino siempre que siga los pasos de la justicia social, siempre que sane las heridas que los sistemas incisivos han dejado en la piel de los más pobres. El ALBA tiene que ser escuchado, pero también tiene que saber escuchar. Entonces ganará media pelea. Entonces sumará las fuerzas más importantes, las de la mayoría. Entonces Latinoamérica y el Caribe se iluminarán.
El investigador Heriberto González asegura que “el movimiento sindical latinoamericano y caribeño no puede permanecer ajeno a los procesos de cambio ocurridos en la región, debe asumirlos como un desafío y como una oportunidad. Como un desafío porque necesitan incorporarse logrando mayor protagonismo y liderazgo en los procesos emancipatorios desarrollados en la región que permitan defender contundentemente los cambios revolucionarios. Necesitan movilizar de forma consciente y activa a los trabajadores y trabajadoras de todos los sectores sociales, profesiones, oficios e identificarlos y comprometerlos con los procesos de cambio.”[2]
Para los años que vivimos, el ALBA, que está emergiendo debe, pues, ganar en articulación, incorporar, extenderse, alcanzar legítimamente los nervios de los pueblos, porque los pueblos son parte del ALBA tanto como el ALBA es parte de los pueblos. Hay que continuar obteniendo victorias frente a un mundo inclinado hacia el conservadurismo. Hay que emprender acciones a favor de los logros que requiere la región. El primer paso ya fue dado con la creación de la Alternativa. El ALBA está ahí, donde le duele a la derecha. Lo demás, depende de los elementos implicados y, en buena medida, de la voluntad existente.
[1]González del Valle, Heriberto; Los procesos de cambio en América Latina y el Movimiento Sindical; 2014; Comunicación personal.
[2] Ibídem