Por José Jasán Nieves
La diversidad de experiencias individuales en el pago de tributos suma tantas valoraciones como los cientos de miles de cubanos incorporados al trabajo no estatal, luego de iniciado el proceso de actualización económica.
“Hace dos años que tengo licencia. Pago 100 pesos mensuales y 350 cada tres meses para la seguridad social. La tarifa está bien, apretada, pero es lo que nos toca y se puede hacer algo. Esas son las condiciones que ofrecieron para poder trabajar y nosotros aceptamos”, comenta Pedro, un fornido conductor de bicitaxi abordado por este periódico en la zona del Parque de la Fraternidad, en La Habana.
“Mi valoración sobre los impuestos del 10 % es negativa”, expone por su parte Alejandro, un chofer de los llamados “almendrones” parqueado en la piquera cercana. “A pesar de pagar todos los meses, al final del año me llegaron 40 mil pesos de subdeclaración y aunque apelé, me la mantuvieron. Me dijeron que mis ingresos no se correspondían con lo que yo declaraba para descontar el 10 %, y lo calcularon como si yo anduviera con la capacidad llena de ocho pasajeros pa´llá y ocho pa´cá, y eso no es así”, arguye.
“Con los impuestos se pagan los servicios públicos y aportamos a la economía. A los vendedores de esta tienda nos parece que los tributos están acorde con lo que estamos percibiendo”, dice Roque, un comerciante de tejidos y costuras en la feria París Viena, en La Habana Vieja. “A nosotros lo que nos molesta son las ilegalidades que ocurren fuera de la tienda, allí donde las personas que se ponen a ‘cazar’ a los clientes en la puerta y no los dejan entrar. Lo hemos denunciado en todas partes, porque si nosotros cumplimos con nuestro deber social de pagar tributos, las autoridades deberían solucionar ese problema”.
Particulares experiencias también han vivido a lo largo del país otros emprendedores. “Para nosotros está muy claro el respeto a la legislación, en particular la ley tributaria, la cual cumplimos cabalmente”, dice Ernesto Castillo Flores desde la sede de Tisoft, un negocio por cuenta propia dedicado a la reparación de equipos informáticos en Cienfuegos.
“No obstante, creemos que los tributos están elevados, lo cual influye en los costos de los servicios que prestamos al sector estatal y particular. Este año esa situación afectó nuestros contratos con empresas, pues disminuyó el presupuesto de ellos para nuestra actividad y nosotros no podemos bajar más los precios”, expone.
Este grupo de emprendedores ha solicitado hace casi dos años la aprobación de su proyecto como cooperativa no agropecuaria, para poder beneficiarse de las reducciones fiscales que se le ofrece a esa nueva forma de gestión de la economía. Igual planteamiento al que hacen desde Maní Bormey, en la ciudad de Santa Clara, una pequeña organización que acaba de alzarse con el premio a persona natural de la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial.
“El 10 % mensual nos parece muy alto mientras solo nos consideren deducibles el 50 % de los gastos, al tiempo que a las cooperativas les consideran el 100 por ciento. El país tiene formas de comprobar la licitud de las materias primas y los insumos y yo puedo demostrar todos mis gastos legalmente”, insiste Orelvis Bormey, creador de una idea que ya agrupa a nueve trabajadores.
Son estos matices parte de la experiencia colectiva de interacción con los impuestos. Voces que tributan a continuar valorando la pertinencia de una decisión.