Dijo Martí que en el hombre hay como dormida capacidad para elevarse a maravillosa altura y cuando las circunstancias lo solicitan, se levantan sin esfuerzo a ellas individuos que no parecían de ellas capaces.
Tres años bastaron, desde que arribó a Cuba en la expedición del Granma en diciembre de 1956 hasta su desaparición física el 28 de octubre de 1959, para que Camilo Cienfuegos se transformara de un sencillo hombre de esta tierra en uno de sus héroes más queridos, respetados y carismáticos.
Sus potencialidades se fueron modelando a partir de las influencias recibidas en el hogar, la escuela, el barrio, la sociedad. Y sobre la sólida base de los valores adquiridos en esos contextos como los de honestidad, justicia, humanismo, solidaridad, pudo levantarse para ponerse a la altura de las circunstancias.
Ha transcurrido más de medio siglo de su desaparición física y para que en el pueblo continúen existiendo muchos Camilo, es necesario que cada cubano aprenda a verlo no como un héroe de leyenda sino como un ser vivo, como señaló el Che, más allá de los actos de recordación que quiérase o no, como él mismo dijo, se tornan mecánicos.
Año tras año escuchamos a nuestros niños hablar de aquel guerrillero de barbas, sonrisa amplia y sombrero alón que vivió en tiempos de sus abuelos, y en cada aniversario de su pérdida en todo el país acuden a ríos, lagunas y al mar cubanos de todas las edades a lanzar flores en hermoso gesto de homenaje. Pero tales acciones solo adquieren verdadero valor cuando quienes la realizan saben quién fue Camilo y puedan entender a pesar de los años transcurridos el “secreto” de la inmensa simpatía y admiración que despertó en el pueblo.
Corresponde a la familia, a la escuela, a los que lo conocieron y aún viven, a los historiadores, a la sociedad toda mostrarlo como fue, alegre, aficionado a las bromas –las famosas camiladas- apegado a sus padres y hermanos, amigo , sin que sus altas responsabilidades lograran alejarlo de sus amigos de siempre, con los que buscó tiempo para compartir, y a la vez sensible a los males que aquejaban a la Cuba que le tocó vivir.
Recordar al Camilo patriota, golpeado por las fuerzas represivas del batistato por rendirle homenaje al Apóstol en el aniversario de su natalicio, ocasión en que fue fichado como comunista; herido en una pierna cuando la policía del régimen la emprendió contra la manifestación estudiantil organizada en conmemoración de la muerte de Antonio Maceo. “Es sangre de mi hijo, pero es sangre para la Revolución.” exclamó el padre al recibir el jacket manchado de sangre con que le habían vendado provisionalmente la herida, sentencia que pronto se convertiría en realidad.
Rememorar su decisión de enfrentarse a la dictadura, plasmada en carta a un amigo, desde Estados Unidos desde donde planeaba viajar a México para sumarse a Fidel: “Mi único deseo, mi única ambición es ir a Cuba a estar en las primeras líneas cuando se combata por el rescate de la libertad y de la hombría”.
Mostrarlo con sus defectos y virtudes, como cuando en los comienzos de la lucha armada era muy indisciplinado y temperamental, pero se dio cuenta rápidamente y rectificó, al punto de que el Che, tan parco en elogios, se declaró orgulloso de haberlo descubierto como guerrillero y consideró que al final de la guerra era el más brillante de todos.
Y evocar a Camilo tal cual fue lo coloca a mayor altura que el más alto de sus monumentos, porque lo sitúa al nivel de los suyos, de su tiempo y de todos los tiempos, con caracteres imitables, como la disposición a enfrentar cualquier tarea por difícil y riesgosa que resultara con naturalidad, sencillez, sin alardes, y sobre todo demostrando una cualidad que lo llevó a ser un puntal de la Revolución: su lealtad sin límites a la causa a la que se había entregado y a Fidel.
Así lo declaró, con la solemnidad que merecía el momento, cuando en plena guerra de liberación recibió de sus manos el ascenso a Comandante : “Más fácil me resultaría dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza.” Y lo reiteró con el buen humor que siempre lo acompañó, el 24 de julio de 1959, cuando en el antiguo estadio del Cerro, actual Latinoamericano, se efectuó un encuentro de béisbol entre las novenas de Barbudos y de la Policía Revolucionaria, con el fin de recaudar fondos para la Reforma Agraria. La prensa se sorprendió al ver a Fidel y a Camilo en el mismo equipo, y le preguntaron al Héroe de Yaguajay: «¿Qué sucedió? ¿Usted no iba a lanzar por la Policía?» Y su respuesta fue: «Yo no estoy contra Fidel ni en un juego de pelota».
Se necesitan hoy en Cuba muchos Camilo leales a la causa de la Revolución, dispuestos a contribuir a su avance con el caudal de conocimientos de que esta ha dotado a nuestra juventud. Ella está llamada a elevarse a la altura de las actuales circunstancias para aportarle a nuestro proyecto social su sello y su frescura como lo hizo en su tiempo el joven Señor de la Vanguardia.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …