Periodista, a él le dicen Pinocho… y por un momento pensé que podría distinguir a mi entrevistado a leguas de distancia. Solo bastaba ajustarme al prototipo de ese títere que Walt Disney le vendió al mundo hace tanto tiempo.
Pero, ni ojos azules, ni sombrero con pluma, caminar “amarionetado” y mucho menos la nariz crecida. Moisés González Martínez no tiene certeza de por qué sus coterráneos comenzaron a nombrarlo como al chico de Geppetto; sin embargo, su rostro toma la expresión de un niño cuando asegura que ha pintado en cada rincón de esta provincia: “Donde menos te imaginas hay un brochazo mío”, insiste.
Rotulista empírico y fomentense siempre, Pinocho fue merecedor de uno de los 22 Premios del Barrio que se confirieron en el país, a propósito del aniversario 54 de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), a celebrarse este 28 de septiembre.
Acuarelista insigne
Más de 40 años ha colaborado con la organización cederista y no bromean cuando le califican de “acuarelista insigne”, pues sus trazos anuncian consignas y ambientan los más disímiles espacios, sin mediar remuneración alguna.
Balbucea apenas unas pocas frases y reconozco de inmediato su carácter servicial, ese origen humilde que cimentó su condición de personaje pintoresco. De paso por la ciudad no le es ajeno a un solo transeúnte. Todos saben que las ropas pintarrajeadas y la cubeta con los pomos llenos de colores podrían ir a parar a Cabaiguán, Trinidad, Sancti Spíritus o Sopimpa.
“A donde me necesiten voy con mis andariveles; eso no es trabajo pa´mi”, afirma Pinocho. Lo mismo en una Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS), en centros de Comercio, en una oficina o en una pared al aire libre ha entintado su creatividad e ideas. “¿Quién sabe si ahorita mismo cuando venía a entrevistarme se quedó mirando algunas de las pinturas que he hecho por ahí?”
Sonríe bajo la gorra que le acompaña siempre al definir su gratitud por resultar galardonado con el Premio del Barrio. Ni siquiera disimula el orgullo por haberse agenciado la condición de cederista estrella entre tantos espirituanos; y cuando alguien insinúa que la organización vigilante no tiene la llama de antaño, refuta enseguida con la confianza que todavía le tiene a esa estructura de pueblo.
“Para que los CDR sigan vivos no puede dejar de latir su corazón, que, en definitiva, está en cada cuadra. Jamás me cansaré de poner el don que me dio la vida a disposición de la comunidad, de todo el que me rodea”, reconoció González Martínez.
Ya acostumbrado al seguimiento mediático, disfruta con picardía cuando sus coterráneos bromean sugiriéndole poses para cuando llegue la hora de la fotografía. “Pon tu mejor cara que eres toda una figura pública”, dijeron, y él con complicidad absoluta solo alegó:
“Ya he hecho esto otras veces y sé bien que si no estoy en el acto mismo de pintar, no le servirá a la periodista. El verdadero Pinocho tiene que salir con pincel en mano”.
Alias de títere
Sin tapujos Moisés confiesa que no es un hombre de letras, apenas cursó algunos grados. A pesar de ello, nunca se ha sentido marginado o disminuido en esta sociedad. “A mí me quiere todo el mundo; es difícil que le pregunten a alguien por mí y le diga que no me conoce”, aseguró.
En el retiro jamás piensa: “Eso ni jugando”. Y cuando en los barrios no haya más cielo que las coloridas cadenetas o el aroma de la caldosa embriague el aire circulante en las cuadras; él esperará otro 28 de septiembre haciendo aquello que le completa.
En definitiva, según su propio testimonio, ya alguien lo había predestinado a ese oficio que le posibilita ser útil a los CDR y a su entorno: “Aquel profesor me lo dijo en La Habana nada más de verme; yo nací pintor”.