Obtener premios siempre ha sido algo gratificante que casi nunca se espera y cuando llega se atesora como a un pariente cercano. Y más si es por algo que has hecho con amor, como El libro de Gabriela, el primero que escribió Evelin Queipo Balbuena, joven escritora de la ciudad de Camagüey, cuando terminó de estudiar Letras en la Universidad de Oriente.
La obra en si, cambió de nombre y forma unas varias veces, porque como le decían en los concursos: “es un buen proyecto pero le falta algo”. Entonces lo dejó reposar durante cinco años hasta que creció completamente porque escribir, aunque para algunos sea cosa etérea, es su deseo mayor. Hasta ahora a los jurados, de varios concursos, les ha gustado lo que ella hace, por eso no fue raro que esa primera muestra de su mundo interior le mereciera el premio El Girasol Sediento que otorga la editorial Reina del Mar.
“Lo primero que te regala un premio – asegura la escritora – es la publicación casi inmediata de tu obra, eso permite que te conozcan a nivel nacional, te da currículo que aunque sean papeles te abren puertas a eventos. También te llenas del reconocimiento personal que hace un jurado de prestigio a tu obra y eso para mi es importante”.
¿Cuánto de Evelin tiene el libro?
“Al principio siempre trato de que sea autobiográfico todo lo que hago, pero después toma otras formas porque la literatura no siempre es lo que uno quiere que sea, hay que cumplir con las normas de la narrativa y, a veces, para que atrape al lector uno debe mover un poco las cosas. Tiene mucho de mí, pero también de la gente que me rodea, que conozco y de la que quisiera ser”.
¿Por qué escribir como profesión?
“Yo de niña escribía, pero no fue hasta la universidad que me lo tomé más en serio, sobre todo cuando unos amigos me dijeron que creían que lo hacía bien y podía funcionar.
“Pasé la Beca de Creación Silvestre de Balboa, pero en 2008 cuando recibí mi primer premio literario, el César Galeano del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, fue cuando me sentí escritora y creí que podría hacerlo”.
¿Y para quién prefieres hacerlo?
“Me encantaría ser escritora de obras para adultos, pero es difícil porque hay muchos escritores y los retos son muy grandes. En la literatura infantil no me topé con un asidero más fácil, solo un gran reto porque una vez alguien me dijo que cómo dedicarme a eso, si ya todo estaba dicho y escrito, y a mi me parece que no porque a medida que los niños cambian, lo hacen los tiempos y los entretenimientos, que cada vez lo sacan más de la literatura.
“Los retos de los que escriben para niños son mucho mayor porque hay que sacarlos de ambientes en donde están absortos y entretenidos para imbricarlos en la lectura. Además, está mi niña a la cual aspiro dedicarle un libro que todavía no está escrito”.
¿Qué cree de esta pasión tu familia?
“Al principio en mi casa era una gran soñadora, porque en mi familia hay que trabajar y todo el mundo tiene esa conciencia. Mis padres eran profesores y mis hermanas ingenieras, económicas cosas muy terrenales. Cuando empecé dando clases me decían que era eso a lo que me tenía que dedicar porque lo demás era periférico.
“Ya se han dado cuenta de que esto es lo más importante para mí y que trato de hacer una carrera y en cierta medida ganarme el sustento con la literatura. Ahora con las publicaciones de varios libros tengo apoyo práctico y emocional y mi madre entiende cuando le digo que me cuide a la niña que voy a escribir”.
Y ahora, mientras trabaja como asesora literaria y aprende a la vez que enseña a los adultos y niños que se acercan a sus talleres literarios Rubén Martínez Villena y la Comarca espera demostrar “que podemos hacer cosas porque estamos naciendo todavía”.