De luto la arquitectura y el pensamiento cubano por la muerte de Mario Coyula

De luto la arquitectura y el pensamiento cubano por la muerte de Mario Coyula

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Mario Coyula. Foto: Fernando Medina Fernández / Cubahora.
Mario Coyula. Foto: Fernando Medina Fernández / Cubahora.

Mario Coyula es uno de los incómodos más imprescindibles en el debate de la Cuba de hoy. Y justo ahora en que nuestro país necesita discutir sobre su presente y futuro nos enteramos de su fallecimiento en la mañana de hoy lunes.

Destacado arquitecto, entre sus obras sobresale el Parque de los Mártires, en Infanta y San Lázaro, La Habana; y el Mausoleo a los Héroes del 13 de Marzo, en el cementerio de Colón. Dirigió importantes centros como la Escuela de Arquitectura de la CUJAE , la oficina de Arquitectura y Urbanismo de La Habana, el Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital y la Comisión de Monumentos de La Habana.

Este currículo que parecería suficiente, es quizá el aporte menos importante de Coyula. Su magisterio principal es de otro tipo, es el de la crítica oportuna y consecuente, aquella que detecta los problemas y propone soluciones y no se pliega ante el peso engañoso de la unanimidad.

Trabajadores se suma a las voces que lamentan su fallecimiento y comparte con ustedes un par de trabajos que permiten vislumbrar la lucidez de este importante intelectual cubano.

El amor por su ciudad

por Alina M. Lotti

Sobre todo en el ámbito profesional, Mario Coyula Cowley (La Habana, 1935) es casi un “Dios”. Se trata de un hombre —arquitecto— que ha dedicado a la investigación, al estudio, y a enseñar lo que sabe, cada pedacito de su ocupado tiempo.

Admirado por sus estudiantes, y querido por muchos de quienes han compartido con él jornadas académicas o de trabajo, Coyula es un ser sencillo, afable, con una inteligencia que, a todas luces, ha cultivado.

Vive en la barriada del Vedado, en un hermoso apartamento, donde todo está colocado con un gusto exquisito: los cuadros, las plantas, el mobiliario que no presume de moderno, las fotos familiares…

Detrás de todo eso, de cada espacio, de cada rinconcito, seguramente no solo habitan sus recuerdos, sino su quehacer creador, buscando siempre la fusión de lo bello con lo práctico, lo asequible, lo realmente cómodo.

Arquitecto y urbanista, intelectual genuino, escritor, patriota probado, protagonista de excepción de las transformaciones acaecidas en La Habana en la segunda mitad del Siglo XX —según el decir de su colega Roberto Segre*— son  algunos de los epítetos que servirían para caracterizarlo.

Ha confesado que lo que más le interesa es la cultura urbana; la forma en que la gente usa la ciudad para bien o para mal. “Por eso le doy mucha importancia al entorno. Si te mueves por una ciudad destruida, sucia, desbaratada, desordenada, entonces ni trabajas, ni vives bien, ni sientes respeto por todo eso.

“De ahí que siempre digo que la identidad nacional empieza por el barrio y el patriotismo por la cuadra. Hay que querer el lugar donde se vive, hay que entenderlo, lo otro se vuelve abstracción”.

Por eso quizás —y porque precisamente su profesión lo haya alimentado— ame tanto La Habana, la ciudad donde nació, creció, fundó un hogar, estudió y se desarrolló como profesional.

De ella tiene disímiles recuerdos, de Habana del Vedado, de Miramar y de aquellos barrios que un día representaron el dinero y el poder; de la zona del este, del sur profundo, de Casablanca, Atarés y Tallapiedra. Esta ciudad le ha permitido tejer su propia vida.

“El Morro, el Paseo del Prado, el Malecón, la vista que se observa desde Casablanca o desde la Colina Lenin, en Regla”. Esas imágenes no las olvidaría nunca. “Pero también las callecitas secundarias, los repartos. Son muchas Habanas distintas, y eso es lo grande de esta ciudad; es que siempre estás descubriendo cosas nuevas”.

Mario Coyula: La belleza no es prescindible

por Daniel Urbino

Crítico, profundo y severo en   el discurso, esas son características   que, sin duda alguna,   pueden definir a Mario Coyula   Cowley (La Habana, 1935).   Pero ¡cuidado con extraviarse   y asociar tales virtudes a   un excesivo empaque de las   formas o a un carácter resabioso!   Nada más lejos de la   realidad. Un refinado sentido   del humor, conducido de la   mano de la ironía, hace gala   en este hombre, quien denota   una lealtad indiscutible con   la ciudad en la que vive.

El claustro, la escritura, el   urbanismo y la crítica son apenas   algunas de las faenas en   las que ocupa su tiempo. Sobre   una de ellas comenzó la conversación.

“¿Urbanista? Aquel que   atiende los problemas, formas   y funciones de las ciudades.   Es quien estudia la manera   en que las personas usan —o   deberían hacerlo— ese espacio   donde se desarrolla la sociedad.   En fin, todos los asuntos   que giran alrededor de los   asentamientos urbanos; un   campo muy amplio.

“En Cuba casi siempre   fueron los arquitectos quienes   dedicaron su vida a estos estudios,   aunque poco a poco la   composición se ha mezclado y   en la actualidad hay sociólogos,   economistas y geógrafos,   entre otros perfiles”, explicó   Coyula, quien fuera director de   la escuela de arquitectura de la Cujae y del Grupo para el Desarrollo   Integral de la Capital.

“A diferencia de otros países,   el urbanismo aquí no es   una disciplina. Hace unos años   llegó a ser una especialización   para formar profesionales, que   se impartía en pregrado en los   dos últimos años de la carrera   de Arquitectura, pero en algún   momento y de manera inconsulta,   se eliminó. La idea   entonces fue promover un arquitecto   que valiera para todo.   La realidad demostró que un   recién graduado no puede aspirar   a enfrentarse con el abanico   de problemas que tiene la   profesión.

“Comenzó a aplicarse   una política inteligente de   cursos de posgrado. Por esta   vía se apuesta a la madurez   del estudiante y a una mayor   capacidad y perspectiva para   entender y comprender los   problemas”, opinó.

“Hay dos tendencias principales   en el urbanismo: el de   planes directores que atiende   lo macro, a 30 años vista, y   que casi nunca termina como   empezó, pues todo se modifica   por el camino y al final no   es el propuesto; y la otra es la   de proyectos. Este parte de   que la ciudad no se hace por   planes, sino por partes. Son   piezas que van ensamblándose,   y cada sector se agrega a   lo existente. Es más realista,   pero hay que combinar ambos”.

Ciudad

“Tres cuartas partes de la   población de Cuba vive en   ciudades. Un fenómeno propio   de las naciones caribeñas,   aunque La Habana nunca fue   una ciudad típica de la región,   no obstante los colorines y la   música alta que ahora la habitan   en cada esquina.

“Es en este espacio donde   la sociedad se desarrolla, por   lo que la ciudad se convierte en   un organismo vivo en constante   renovación. El punto radica   en saber hasta dónde hacerlo.

“En ocasiones el pasado   es barrido y ese trauma no es   bueno. El reto está en hacer   intervenciones contemporáneas,   aliadas de la modernidad,   que reflejen el espíritu   local y universal, pero con   respeto por lo existente, lo de   atrás. Muchas veces desde la   tradición se puede extrapolar   y reinventar.

“Las criticadas barbacoas   son un buen ejemplo. Bien hechas   pueden llegar a convertirse   en un dúplex. Igual sucede   con las casetas en las azoteas,   que terminan convirtiéndose,   en el mejor de los casos, en   penthouses.

“En esta renovación debería   jugar un gran peso el papel   del arquitecto de la comunidad,   pero como sus funciones   fueron permutadas por la burocracia,   hoy vemos miles de   errores brotar por doquier, ausentes   de una guía que los lleve   por el buen camino.

“La Habana Vieja es un   claro ejemplo de cómo la ciudad   se puede pagar a sí misma,   gracias a la tradición y al patrimonio.   De ser una carga, un   lastre del Estado, el centro histórico   ahora aporta mucho más   a la economía de la nación que   lo recibido en el pasado.

“Creo que hacia esa descentralización   están enrumbados   algunos pasos y es una   oportunidad para rescatar   otras zonas. Claro, los riesgos   son muchos y merecen un estudio   profundo y detallado.

“Tampoco puede perderse   la perspectiva y creer que otros   barrios, digamos el Juanelo, en San Miguel del Padrón, por   mencionar uno, van a tener el   atractivo económico del centro   histórico de la ciudad”.

Arquitectura = mala construcción  

“Hace años hubo un gran debate   que tuvo como eje a las   escuelas de arte de Cubanacán.   Si en la segunda mitad de los   años 60, cuando se paralizaron   estos proyectos, estabas a favor   de una arquitectura donde la   belleza y la expresividad de las   obras fueran importantes podías   recibir la etiqueta de ser   un tipo elitista, con los pies en   las nubes, preocupado solo por   el arte y desinteresado de la   economía y la construcción, o   sea, ajeno a toda realidad.

“Por el contrario, si estabas   en contra de la belleza de las   escuelas como manera de hacer   arquitectura eras considerado   por algunos un individuo estable,   asegurado, preocupado por   satisfacer las necesidades sociales   y que no estaba en la bobería.   Por supuesto, la segunda   opción ganó.

“Todo ello conllevó a una   pérdida paulatina de la estética.   Comenzó a construirse   feo y monótono, pero indiscutiblemente   bien hecho. Lo   terrible es que con el tiempo   dejó de ser así. Entonces, ni   bonito ni bueno. La conclusión   que yo saco de esto es que   la belleza no es prescindible ni   postergable. Si no se cuida y   preocupa uno por estos aspectos,   al final termina despreocupándose   de todo.

“Para colmo de males se   promovieron tecnologías propias   del antiguo campo socialista   que poco tenían que ver   con nuestras tradiciones y cultura.   Técnicas autóctonas dejaron   de ejecutarse y hoy podemos   apreciar cómo el ladrillo   es casi exótico en una construcción,   cuando hace unos años se   utilizaba en toda la isla. Ahora   lo que nos sobran son paneles   prefabricados, ¿cómo no se van   a hacer cosas feas?

“Hay un culto a la chapucería.   Los pisos cubanos eran   famosos por su calidad y ahora   parecen alfombras estrujadas   y porosas. Lo mismo pasa con   las escaleras, donde es difícil   encontrar dos pasos iguales, en   fin, la chapucería ha primado.

“Creo que tanta improvisación   es el motivo. La disposición   es más importante que   el resultado: fulano hizo mal   el muro pero dio lo mejor de sí.   Quizás la próxima vez le quede   mejor. Y el muro pandeado   para la eternidad”.

Indisciplina o incultura

“Hay una expresa voluntad   política de acabar con el   descontrol pero va a ser muy   difícil. Hay barbaridades   hechas, atentados contra el   urbanismo y la planificación   física que no pueden volverse   atrás por el hecho de que   hay gente viviendo adentro.   Durante años hubo un enorme   descontrol, el cual dejó   como legado esta pérdida de   fachadas, de jardines y de   muchas cosas más. Hemos   perdido la ciudad y ahora el   tema es complejo.

“Hay un peligro en caso   de una mejoría de la economía   individual. Ahora mismo   las personas no tienen un   gusto concebido sobre estos   temas. Hay una marginalidad   urbana latente que nunca   logró eliminarse por completo.   Todos vemos las azoteas   con gallos de pelea, las tapias   que esconden los jardines, las   chapas y rejas de los nuevos   garajes, en fin.

“Una rara puntería para   copiar lo peor de todos lados, se está volviendo endémica; lo   mismo del extranjero que de   las telenovelas. Recuerdo que cuando se transmitió Tierra   Brava hubo una explosión   increíble de la absurda moda   de la tapia con tejitas. ¡Nunca   hubo tapias en La Habana, mucho menos con tejas!

Así mismo llegaron los   balaustres con las mujercitas   fondilludas y la imitación   de los leoncitos del   Prado a pequeña escala en   yeso, o los enanos en colores   en los jardines.

“El gusto hay que formarlo. Cuando el personaje   de éxito es el ‘maceta’, lo marginal   pasa a ser dominante. Por eso es imprescindible una   mejora económica acompañada   de una valoración cultural   entre la población y por la   creación de buenos modelos   replicables”, concluyó.

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