El crecimiento sostenido del trabajo no estatal y la diversificación de las diferentes formas de gestión es un resultado evidente de la actualización del modelo económico cubano que merece toda la atención del movimiento sindical.
Como se informó en el último pleno del Consejo Nacional de la CTC, son más de 466 mil los trabajadores en las diferentes expresiones de esa modalidad. Es importante señalar que el 69 % de estas personas no tenían un vínculo laboral anterior, lo cual expresa la aceptación y pertinencia social de esa honrada fuente de trabajo.
En el caso de las cooperativas no agropecuarias, una alternativa organizativa más colectiva y con mejores potencialidades para alcanzar una mayor eficiencia, suman ya 498 las aprobadas, de las cuales 246 están en funcionamiento.
El éxito de estas fórmulas, sin embargo, no podemos medirla solo por crecimientos numéricos eventuales, incluso aunque marquen una tendencia favorable por varios años consecutivos.
Hay que revisar y no perder de vista las causas que en otras coyunturas hicieron ralentizar, estancar y muchas veces hasta finalmente retroceder diferentes ideas organizativas en nuestro ordenamiento económico.
Recuerdo ahora, por citar solo dos ejemplos, los contingentes de la construcción en los años 80 del siglo pasado, o después los avatares del perfeccionamiento empresarial. La concepción de formas de gestionar en el nivel de la microeconomía que luego no hallaban un contexto favorable para su relación con el resto del entorno y demás agentes económicos, nos jugaron muy malas pasadas en anteriores circunstancias.
Tal vez sea eso lo más distintivo del proceso de transformaciones que ahora intentamos concretar: la integralidad en los enfoques que buscan modificar los vínculos jurídicos y balances macroeconómicos entre las diferentes formas de gestión, para que ninguna quede aislada o en dificultad para complementar y aprovechar las restantes.
Pero la propia gradualidad y lo complejo de esta readecuación del modelo puede inducir a que haya tropiezos o roces que pongan en dificultad a algunas de estas iniciativas, trabas que no solamente hay que identificar con rapidez, sino tratar de hallarles soluciones temporales mientras llegan equilibrios más duraderos.
El trabajo por cuenta propia, por ejemplo, por su propia naturaleza y relativa menor complejidad, e incluso sin contar con todas las condiciones para su aseguramiento legal, precedió en el tiempo a las cooperativas no agropecuarias y concentró un alto número de trabajadores.
Estas últimas aunque mucho más cercanas al propósito favorecedor de la propiedad social que pretendemos estimular a largo plazo, requieren entonces no solo de incentivos tributarios y facilidades para su creación, sino de una mayor integración con las empresas estatales en su doble condición de suministradoras y clientes.
Pero, como sabemos, todavía la empresa estatal tampoco está lista del todo para concretar este enlace económico estratégico con cooperativas y otras formas no estatales, y también en función de ese objetivo comienza ahora la flexibilización de su funcionamiento, en otro giro radical por sus implicaciones en las maneras de hacer y pensar dentro de tales colectivos.
De manera que este nuevo entramado económico hay que tejerlo punto por punto, como si fuera un encaje precioso, con una mirada muy atenta a los requerimientos específicos de cada forma de gestión en cada minuto del proceso, y a cómo ocurren las interrelaciones entre sí mismas y con las demás.
El sindicato como organización está sin duda en una posición privilegiada por su propia naturaleza de representante de todos los trabajadores, con independencia de la forma de gestión donde laboran, para seguir, entender, captar, alertar y contribuir a la materialización de estos cambios.
La afiliación y representación de los trabajadores por cuenta propia, que solamente alcanza al 60,4 % de los existentes, es una de las prioridades de la labor sindical que ejemplifica el salto que también es necesario alcanzar en ese vínculo superior de nuestra organización de masas con sus bases, para poder conseguir una inserción ágil y eficaz como interlocutor ante el Estado y el Gobierno en este nuevo y complicado bordado económico.