“Los felicito a todos por los resultados de este Congreso”, dijo el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz, durante una breve intervención tras concluir la clausura del octavo cónclave de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), el sábado último en el Palacio de las Convenciones de La Habana.
Fue una reunión en la que prevaleció un espléndido carácter democrático. Luego de varios meses de sesiones con todos los miembros de la organización a lo largo y ancho del país a través de las respectivas asambleas de las filiales provinciales y las asociaciones nacionales que la componen, los escritores y artistas tuvieron la posibilidad de expresar sus criterios, divergentes o no con el resto de la membresía, pero coincidentemente encaminados a mejorar el papel que le corresponde a la vanguardia artística en la preservación de los logros y el mejoramiento de la política cultural de la Revolución, en tanto sostener el destino fundacional de la Uneac como el alma de la nación.
En tal sentido, Raúl enfatizó: “Está muy bien que hayan planteado lo que opinen, aunque yo no he estado de acuerdo con algunos criterios, pero respeto a los que discrepen. Soy un enemigo absoluto de la unanimidad”.
Esta fue una reunión valiente, en cuyas largas jornadas de trabajo los 310 delegados expusieron sus criterios, de forma transparente, en representación de los más de 9 mil miembros que actualmente la integran. Se produjo en un escenario económico-social diferente a los anteriores congresos, lo cual exigió a sus participantes ser más reflexivos y consecuentes ante el necesario e impostergable proceso de cambios que se están produciendo en Cuba.
“Desde su fundación, la Uneac es un laboratorio de ideas, un nicho de debates y un sitio para promover lo mejor y más valedero de la cultura cubana”; expresó el escritor y etnólogo Miguel Barnet en la primera sesión del cónclave.
Ciertamente, desde las memorables Palabras a los intelectuales, pronunciadas en 1961 por el líder indiscutible de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, esta organización —surgida ese mismo año bajo la presidencia del Poeta Nacional Nicolás Guillén— fue llamada a convertirse, como dijo Barnet, en “el Moncada de la Cultura. Asaltamos los cuarteles de la ignominia, de la estuldicia, de la mediocridad, del lacerante coloniaje cultural. Tenemos que ser consecuente con ello”.
Profundos y conceptualmente fundados fueron las discusiones y posteriores dictámenes de las cuatro comisiones, entre ellos, y más candentes tal vez, los de la número 4, Cultura y medios, en la que se instó, entre otros, al ejercicio de la crítica artística y literaria con énfasis en las insuficiencias y virtudes de la obra cultural; amén de la solidez y resonancia dentro del sistema educacional del informe de trabajo del grupo que se encargó de estudiar el tema relacionado con la Educación, Cultura y Sociedad, que motivó memorables intervenciones, entre las que se recuerdan las del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, quien aseveró que en estos momentos “el país tiene que producir para que se levante y viva”.
Igualmente contundentes fueron los criterios de los delegados que discutieron los temas sobre Arte, Mercado e Industrias Culturales, así como Ciudad, Arquitectura y Patrimonio; además de Estatutos, Reglamento y Reclamaciones, en cuyos dictámenes primó el interés por “la defensa de nuestra identidad nacional, en la promoción de los auténticos valores de la cultura cubana, tanto de los más jóvenes como de los maestros, de cara al enriquecimiento de la vida espiritual de todo el pueblo. También en el trabajo por lograr que nuestra historia, y en particular la de la Revolución, llegue a las nuevas generaciones de manera amena, sentida y efectiva”, como reclamó Miguel Díaz-Canel, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; quien estuvo presente en todas las sesiones del Congreso.
Miguel Barnet igualmente agradeció la permanencia, durante las dos jornadas del cónclave, de otros altos dirigentes de la Revolución, entre ellos Abel Prieto Jiménez, asesor del Presidente de la República de Cuba, recordado y querido por sus largos años dedicados a la cultura cubana, primero al frente de la Uneac y posteriormente como Ministro de Cultura, en tanto, reconocido escritor y ensayista, de quien Raúl, en sus breves palabras, exaltó: “qué seríamos sin él”, y lo elogió por lo eficacia de su actual desempeño; además del Ministro de Cultura, Julián González, cuyas puntuales intervenciones sirvieron para esclarecer o precisar algunos de los complejos asuntos expuestos por los delegados.
Pero el Congreso, según sus propios protagonistas, no concluyó este fin de semana. Sus acuerdos y sugerencias los mantendrán activos para continuar, como soldados de primera fila, haciendo realidad la célere frase de Fidel: “la cultura es lo primero que hay que salvar”. Por sus resultados, como apuntó Díaz-Canell, “podemos afirmar que la vanguardia genuina de nuestros escritores y artistas, existe, vive, consciente y comprometida con su Revolución, crea con dignidad y combate sin tregua los esquemas seudoculturales y dogmas que nos tratan de imponer, ajenos a la idiosincrasia de nuestro pueblo. Que nada los frene en esas convicciones y en el empeño de construir un socialismo sostenible, próspero y por supuesto, implícitamente culto.