Gustavo Espinoza M. (*)
Rebelión
Luego de conocido el denominado “Plan ZunZuneo” impulsado por el gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, cualquier persona bien intencionada tendría que justificar plenamente las actividades desarrolladas por René González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero Gerardo Hernández y Fernando González Llort en los últimos años del siglo pasado para proteger a su país del accionar terrorista impulsado por el Imperio desde hace más de cincuenta años. El tema, los consagra.
Y es que la denuncia del citado plan muestra a cabalidad no sólo la obscena tenacidad con la que el gobierno de los Estados Unidos se empeña en doblegar la resistencia de Cuba -de su pueblo y de su gobierno-; sino que pone en evidencia, también, el uso que la administración yanqui le da a instituciones formalmente dedicadas a la promoción del Desarrollo, como es el caso de la USAID, que termina actuando como un simple canal de la Agencia Central de Inteligencia, la tristemente célebre CIA, tan conocida y vapuleada en el mundo.
Adicionalmente hay que admitir también que la Inteligencia Cubana tuvo el mérito de detectar el nivel y las modalidades de la ofensiva norteamericana contra su país y actuó en consonancia con su responsabilidad. No solamente evitó numerosos actos terroristas, sino que, adicionalmente, vislumbró operativos de alta tecnología, como los que se impulsaran preferentemente en el siglo XXI
La Operación ZunZuneo tuvo un carácter simple: consistió en activar una red destinada a llegar por medios electrónicos, a decenas de miles de receptores en La Habana y otras ciudades de Cuba para alentar la “disidencia” y promover un “alzamiento cívico” contra el gobierno de Raúl Castro. Sólo que se trataba de una “misión discreta”, al decir de .Rahij Shad, Administrador de USAID; o más bien secreta como lo señalara en su momento el gobierno de Cuba.
Fue, además, una operación clandestina en todas sus formas. No solo porque operó ilegalmente y a la sombra, sino porque, además, tuvo objetivos y propósitos inconfesables, que no habría admitido ante sus usuarios en ningún caso; y un financiamiento que habría negado en todos los idiomas: los cuantiosos recursos indispensables para ejecutarla, provenían de los Estados Unidos de Norteamérica.
Ninguna novedad, por cierto. Los latinoamericanos ya sabemos cómo se preparan los operativos destinados a derribar gobiernos opuestos a Washington. Los vimos en toda su dimensión, desde la Guatemala de Arévalo y Arbenz y los seguimos viendo en nuestro tiempo cada día contra Venezuela, Cuba, Bolivia y todos los gobiernos que hacen resistencia al Imperio, o que obstaculizan sus planes de dominación.
No olvidamos que precisamente en estos días se cumplen 50 años del Golpe Militar impuesto por la Escuela Superior de Guerra del Brasil, y que marcó la caída del gobierno democrático de Joao Goulart. Los militares brasileños, a su modo, se valieron de todos los ardides de la tecnología de entonces para sorprender a la opinión ciudadana y engañaron a millones.
Hicieron creer -es decir, mintieron a sabiendas- diciendo que el régimen depuesto “se enrumbaba hacia el comunismo”, y lo derrocaron en nombre de Dios, la Familia y la Propiedad, combinando acciones terroristas con gigantescas “passeatas” alentadas por Carlos Lacerda, el gobernador Magallhaes Pinto y la “prensa grande”. Manipulando todo, detrás de las bambalinas estaba, por cierto, la embajada yanqui.
En esta historia, y a lo largo del tiempo, situamos incluso al Perú, porque aquí también, en los años de Velasco Alvarado, hubo atentados y acciones terroristas preparadas por la Inteligencia norteamericana y ejecutadas por Servicios Secretos a su mando. Los explosivos colocados en las viviendas de los vicealmirantes Larco Cox y Faura Gaig no hicieron sino mostrar cuál fue la mano que accionó los ataques a los barcos cubanos en la rada del Callao.
Esas mismas acciones se ejecutan hoy en Venezuela, como ha quedado demostrado de manera fehaciente. Y es que en nuestros días, el terrorismo -que nunca fue en ninguna parte un método de acción revolucionario- se integra con todo su contenido de desesperación, al arsenal de los servicios secretos de los Estados Unidos y sus acólitos en todos los confines del planeta.
Los 5, tuvieron la entereza de enfrentarse a ese monstruo y poner en evidencia su capacidad destructiva. Por eso fueron acosados, capturados y finalmente sentenciados a penas inicuas. Dos de ellos recuperaron ya su libertad, pero aun Ramón, Antonio y Gerardo están privados de la suya. Si nos atenemos a los procedimientos seguidos hasta hoy, está claro que la voluntad del Imperio es que, por lo menos, Gerardo Hernández muera en prisión. Eso, no se puede permitir.
La iniciativa del Presidente del Uruguay, José Mujica, plantea una salida razonable al tema. Si la administración Obama quiere -como dice querer- cerrar definitivamente el centro clandestino de reclusión que mantiene ilegalmente en Guantánamo; tiene la posibilidad real de ceder a cinco de los presos que tiene allí, al Estado Uruguayo, que está dispuesto a recibirlos a cambio que el Presidente Norteamericano libere a los tres rehenes del Imperio.
Y es bueno que el señor Obama tome nota de esta propuesta y la lleve a la práctica porque así podrá matar dos pájaros de un tiro: librarse de la deplorable imagen que la genera ante el mundo el tener presos ilegales en Guantánamo, y deshacerse de un asuntos que ya le cuesta mucho, porque en el mundo crece día a día la solidaridad con los antiterroristas cubanos injustamente encarcelados.
Pero adicionalmente Estados Unidos debe sopesar lo que le significa para su relación con el mundo el papel que le ha asignado a USAID.
En el Perú, como ocurre con seguridad en otros países, hay instituciones de distinto signo, dedicadas a diversas tareas, que mantienen vínculos con USAID, que alientan proyectos y programas de cooperación y colaboración, en el entendido que, en efecto, USAID es una organización que promueve el desarrollo y asiste a los gobiernos y a las entidades privadas en la lucha por concretar objetivos loables.
¿Cómo actuarán esas personas e instituciones ahora, cuando se sabe de manera confirmada que USAID no es otra cosas que el taparrabo de la CIA, y que sirve para encubrir el ilegal financiamiento de operaciones clandestinas contra pueblos y países?
¿Qué dirán las instituciones educativas, o las ONGs que reciben recursos de USAID para sus planes y proyectos?
¿Cómo reaccionarán todos aquellos que, de buena fe, pensaron siempre que USAID era una entidad honorable en la que podían confiar para financiar iniciativas y proyectos sanamente orientados?
En el Perú, la lucha solidaria con la causa de los 5, cumplirá en el mes de agosto doce años de trabajo ininterrumpido. En ese tiempo -equivalente también a 144 meses o 3,280 días, se han desarrollado eventos, marchas, mítines, exposiciones de pintura, recitales poéticos, plantones, declaraciones públicas, recolección y envío de firmas, asambleas obreras, llamamientos, memoriales, actos solemnes, o movilizaciones callejeras; y muchas otras acciones.
En este esfuerzo se ha hecho presentes muchos. Pero sobre todo intelectuales, jóvenes, mujeres y colectivos solidarios para los que el tema de los 5 se ha convertido en una fuente inspiradora de acciones y de luchas.
Para esta tarea, no se ha desestimado nada, a fin de dar cabida a una solidaridad limpia, natural, activa, que responda a la voluntad siempre alta de los peruanos cuando se trata de la causa de Cuba.
Hoy, que la “operación Zun Zuneo” ha puesto en evidencia las nuevas modalidades subversivas de los servicios secretos de los Estados Unidos, la solidaridad peruana alcanzará niveles más altos Y es que, en efecto, este curioso ”programa” yanqui, no hace otra cosa que consagrar la causa de los 5.
(*) Presidente del Comité Peruano de Solidaridad con los 5.
Tomado de Rebelión