“La cultura es lo primero que hay que salvar”. Esa categórica frase pronunciada en los años 90 del pasado siglo por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en los momentos más difíciles del periodo especial, presidirá la celebración, hacia finales de esta semana, el VIII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), en tiempos en que aquella profética idea adquiere renovadas dimensiones. El cónclave de nuestros intelectuales se pronunciará por preservar los logros que en el terreno de la educación y la cultura hemos alcanzado durante estos 55 años, los cuales constituyen, asimismo, incuestionables conquistas del socialismo.
Hace poco, el reconocido poeta, narrador, ensayista y etnólogo, Miguel Barnet, presidente de la comisión organizadora, en una de las conferencias provinciales previas al Congreso, afirmó: “debemos posesionarnos de esta herramienta tan útil que es la brújula que nos indica el camino, el del conocimiento, de la cultura, de la reinterpretación de las tradiciones valederas de los pueblos”.
En tal sentido, los escritores y artistas cubanos han sido llamados a pensar y actuar en correspondencia con los tiempos que viven y en los que la cultura debe continuar siendo, con más fuerza que nunca, pilar de la vida espiritual de la nación y la expresión más alta de la política. Cada uno de ellos, donde quiera que se encuentre, debe ser férreo defensor de nuestras raíces e identidad. Con las ideas como trincheras de combate y mediante un producto artístico enriquecido con lo más autóctono, que es la savia del pueblo, será posible enfrentar la globalización neoliberal que trata de imponernos, principalmente entre los niños y jóvenes, patrones consumistas que distorsionen los nobles proyectos culturales emprendidos por la Revolución.
Es preciso reformular la promoción de valores desde la cultura, y hacer frente, de manera inteligente y audaz, a las opciones de poco gusto estético que aún predominan en muchas expresiones del arte y la cultura. “Que el economicismo, el mercantilismo y la banalidad, no prevalezcan, sino los valores”, ha dicho Barnet. Y urge salvar lo más auténtico de la cultura nacional, desde la defensa de la historia y el patrimonio, hasta el reconocimiento consciente del legado de los héroes y mártires en su afán por mejorar la vida material y espiritual del pueblo.
Ante la magna reunión que se avecina, será ese uno de los principales compromisos de nuestros artistas, como parte que son del pueblo trabajador inmerso en las necesarias transformaciones que también deben de ir acompañadas de una estrategia cultural coherentemente renovada. Y es que la cultura, en su gran dimensión espiritual, no debe asimilarse como un ente independiente, aislado, sino como fértil contribuyente —y protagonista— en la actualización del modelo económico en marcha en Cuba, por un socialismo próspero y sostenible y en el que a la vanguardia artística, comprometida con la Revolución, le corresponden grandes e impostergables tareas.
Algunos de los debates del congreso seguramente abogarán por el papel de los intelectuales —y en particular el uso de la crítica artística y literaria— en el fomento y defensa de los valores éticos, morales y políticos, a fin de que permitan formar públicos con capacidad para discernir entre el buen arte y las quimeras promovidas por la sociedad capitalista. En favor de estas inquietudes, se encuentra el desarrollo del trabajo comunitario y el papel que en esa dirección tienen las Casas de cultura y los instructores y promotores culturales.
“Tenemos que cuestionarnos si realmente vamos a la vanguardia de la intelectualidad cubana, y cómo y hacia dónde dirigimos nuestros pasos”, ha expresado el presidente del comité organizador del VIII Congreso de la Uneac. Y esa interrogante debe de producirse desde los diferentes espacios del arte y la cultura, en los que es imprescindible adoptar modelos prácticos, realmente eficaces que permitan, a su vez, el análisis recurrente de los problemas fundamentales que entorpecen la creación artística e igualmente concebir estrategias que potencien el desarrollo cultural integral en cada rincón del archipiélago nacional, poniendo especial énfasis en el rescate y promoción del talento local y la puesta en marcha de espacios destinados a la actividad cultural que hoy se encuentran prácticamente perdidos.
La garantía de la seriedad y alcance social de estos debates consolidarán aún más, desde esta tribuna, la proyección social de la Uneac, como institución insustituible en la promoción y defensa de la cultura cubana, y de sus protagonistas, en todas las disciplinas.