Un duende de 100 años cabalga e inspira. A pesar del siglo tiene cara de niño y sigue irreverente: Samuel Feijóo Rodríguez (San Juan de los Yeras 1914-La Habana, 1992), figura emblemática de la cultura cubana, se multiplicó en poeta, filósofo, novelista, cuentista, folclorista, editor de revistas, promotor cultural, pintor y dibujante…
Intelectual único y original. Ser humano extraño: rebel de para muchos, para otros desobe diente, trans gresor, pero sobre todo buscador de lo cubano.
El legado feijoseano
El símbolo cultural de la provincia de Villa Clara es la imagen del Zarapico concebida por Feijóo, se le entrega a personalidades e instituciones destacadas, es el mayor reconocimiento a su obra.
Aida Ida Morales y Alberto Anido son artistas significativos de la cultura villaclareña y nacional. Integrantes del grupo Signos que fundó Samuel Feijóo en la región central de Cuba y que se dedicó a la pintura popular.
Con el proyecto Los Andarines, creado en 1995 para rescatar la figura de José Martí, Aida Ida renovó a Feijóo. “Esa idea tuvo una inspiración feijoseana. Mis alumnos pintan y desbordan su imaginación entre colores y deliciosas líneas, bailan también rondas infantiles y disfrutan del arte a esa edad”, confiesa.
Alberto Anido reconoce que en su obra está la savia de quien fuera guía y amigo. “Cuando venía a mi casa conversábamos horas, decía que las mejores poetisas del mundo son mujeres muy humildes que lavan ropas ajenas para obtener el dinero con el que sustentar a sus hijos, esa era su sensibilidad.
“Lo recuerdo vivo, andante, con su humor raro, no puedo evitar su presencia. Soñaba que estaba metido en un ataúd que rodaba por un pasillo interminable, ese sueño creo que era una defensa ante las incomprensiones de su personalidad”.
El Samuel de mis recuerdos
Alto, mucho menos flaco que el Quijote, pero aventurero como este. También irónico y desaliñado. Ese es el primer recuerdo que guardo de Samuel Feijóo, desde mi infancia, allá en el pueblo que nos vio nacer a ambos.
Aunque la imagen no varió mucho, poco a poco comprendí que era un ser humano capaz de actuar diferente al resto, por lo que se le tildaba de loco, pero tuvo una locura creativa con la que la cultura nacional siempre estará en deuda.
Siendo estudiante de Filología y sin sospechar entonces que aquella conversación me inspiraría estas líneas, hablamos del folclore campesino de la zona, de la ceiba más vieja de Cuba que, según me confesó, es la que está en la entrada de San Juan; de la arena que se amontona en las esquinas del pueblo cuando llueve… Fue cuando cumplió 70 años.
Los organizadores de la festividad se esforzaron en hacerle un reconocimiento extraordinario y él rompió todo el protocolo. Recuerdo que el guion del acto que se concibió variaba a medida que Samuel divisaba a sus amigos, les decía décimas o anécdotas de sus años mozos e incluso a algunos los hizo subir hasta el estrado. Sentí feliz a Feijóo aquel día entre los suyos y, sobre todo, cuando mencionó pulgas, hormigas y elefantes en el más aparente incoherente discurso.
Los niños imitaban en las aceras sus Zarapicos. Hubo un cake gigante en su honor que cambió por frutas y vegetales, pero dejó los reconocimientos para ver su casa natal, ir al campo, tirarse a dormitar en la Loma del Burro, desde allí escuchar los trinos de los pájaros, buscar una lechuza en pleno día y recopilar algún refrán. Parecía que quería rememorar aquellos años en que desde esos mismos caminos por los que solía perderse encontró la savia de su Juan Quinquín, del rescate de la tradición oral, que luego convirtió en formidables estudios recopilados en las revistas Islas y Signos o la inspiración para sus sensibles poemas del Girasol Sediento.|