Ni sus 23 años en la actividad petrolera han podido curarla del susto que le provoca “te busca la prensa”. Aimé Wong sigue temiéndole a las entrevistas y es, lo confiesa sin ambages, lo menos agradable que pudiera sucederle cuando cada mañana le disputa al Sol llegar primero a su oficina.
Tanto miedo resulta inverosímil en la mujer responsable de la estratégica área de un centro colector, entramado de tuberías y tanques donde el crudo queda separado del gas, antes de llegar a la batería central de la Empresa Petrolera de Extracción y Perforación Centro (EPEPC) Matanzas.
En la EPEPC crecen las féminas, en una cifra que aventaja y por mucho a la de 1990, época del debut en una plaza técnica de la ingeniera en Geología de Prospección de Petróleo y Gas.
Entonces, a la recién graduada de 23 años nadie la miró con mala cara. Salvo los mínimos conflictos comunes a los novatos, dice que la aceptaron sin problemas… “Quizás porque en aquellos duros comienzos del Período Especial se resintió un poco el machismo y vieron en mí a la ingeniera y olvidaron a la mujer.
“Algo que sí influyó, y de eso estoy muy segura, fue mi demostración de poder con cualquier situación… Era vital que se entendiera que todos, sin excepción, corríamos los mismos peligros.
“Debo confesarte, sin embargo, que vine embarazada de la antigua Unión Soviética y eso causó menos problemas gracias al considerado apoyo del director del centro colector tres, Ramón Luis Estrella. A él debo parte de lo que soy”.
Tres años después a Aimé la ascienden a directora de ese mismo centro colector, algo nunca antes conseguido por las de su sexo. “Cuando pasé a la jefatura, ya nos habíamos hecho amigos al pie de los pozos, de los controles de mediciones o de las actividades tecnológicas, donde logré ser respetada”.
Pero otras historias la esperaron en el centro colector 10 y eso sí no lo imaginó la China. “Me recibieron como la intrusa que vino a cambiarles el sistema de trabajo y ellos no estaban dispuestos a permitirlo.
“Choqué contra muchas incomprensiones, y no creo que haya sido precisamente por ser mujer, lo asocio más a las lógicas desavenencias surgidas si el colectivo nos ve como dirigentes impuestos o de los que poco o nada conocen. Hasta hoy conservo mi filosofía: Si quieres que te sigan, el primer paso dalo tú.
“Del 10 conservo las excelentes vivencias que ayudaron a mejorar mi desempeño en el nueve, donde ya hace bastante soy la responsable. ¿Qué si me gusta dirigir? Sí, pero en la parte técnica, en la pura producción. Ahí se forja el verdadero ingeniero”.
¿Ingratitudes de un trabajo como este?
“Absolutamente todas las que no dependen de nosotros. Por ejemplo, un oleoducto deteriorado por la corrosión. Son tuberías soterradas donde la avería equivale a un serio escape de gas y hay que jugársela y eliminarla al momento preciso, tanto por los daños productivos como humanos y medioambientales que en breve causaría.
“Nuestra principal amenaza es la naturaleza. Los percances meteorológicos traen fallas eléctricas y eso nos va afectando. De la magnitud del ciclón depende cerrar el yacimiento o no. Si lo haces, arriesgas el funcionamiento de los equipos y generas una cadena de interrupciones, pozos cerrados, gas que no va a su destino. Es realmente complejo”.
Dicen que por donde usted pasa, deja un cambio de imagen, en la forma de pensar, de dirigir. ¿Cómo lo consigue?
“Cuando analizo pasado y presente, la respuesta es una: lo organizada que siempre he sido. Mi minuciosa manera de planificación y respeto hacia el trabajo y los que dirijo.
“Aquí los hay tan viejos como la actividad petrolera en Cuba, con conocimientos para sacar de paso a cualquiera y a veces es muy difícil lidiar con esas personas, que constantemente te están poniendo a prueba…
“Algunos, en mi propia cara, han dicho: Aimé estás equivocada y he tenido que reconocerlo, no solo por ser verdad, sino por la buena forma empleada. Entonces, no dudo en rectificar… Escucho a todo el mundo, y eso te acerca bastante a una dirección colectiva.”
Exitosa como administradora, ¿y en la casa?
“Ah, en el hogar. Ahí sí que tengo cuentas por saldar. Me duelen los momentos cruciales lejos de mi única hija, las veces en que por teléfono escucha: lo siento, mamá no puede ir. Se molesta y le doy la razón; pero igual sé, y eso me inspira, que sería la primera en reclamarme si en esta, mi otra casa, fallara algo.
“Añoro cada minuto lejos de ella y los añoraré siempre, porque ese tiempo, por más que queramos, no vuelve. Aymelín tiene 20 años, estudia Lengua y Literatura Inglesa y es muy aplicada. Nuestra salvación radica en lo bien que nos comunicamos.
“No sé a otras mujeres, pero me resulta imposible llevar bien la casa y el hogar. Infinidades de veces los imprevistos me sacan de la casa …”.
¿La comprende su esposo?
“Ufffff, bueno, para ser bien honesta, mi esposo actual es bastante comprensivo…”
¿Se considera imprescindible..?
Por primera vez Aimé vacila, sonríe, cierra los ojos. “Evaluar y adoptar rápidas decisiones es la ventaja de estar siempre aquí. Si no toco las cosas con las manos, pienso que no saldrán. Quizás exagere, pero aquí, el ojo del amo sí engorda al caballo…
“En estas instalaciones las materias primas son altamente contaminantes del medio ambiente, premisa que nos obliga a adoptar no pocas medidas para evitar cualquier escape. Por eso asumimos con mucha satisfacción el Reconocimiento Ambiental Nacional, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA)”.
Ni sus 23 años en la actividad petrolera han podido curarla del susto que le provoca escuchar “te busca la prensa”. Y es que su cotidiana entrevista ha sido hablar con lo que hace. Por eso la respetan y la llaman, la osada Aimé.
como siempre tan profundo todo lo que publica esta periodista,la felicito……