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definitivos, Premio Calendario 2013 en narrativa. Foto: Yuris Nórido.
Carlos Manuel Álvarez escribe casi siempre de noche, para luchar contra el insomnio. “El insomnio —dice Courtoisie— es una piedra insoportable y pesada. Y la escritura —digo yo— lo aligera, al menos te permite tomar esa piedra y lanzarla hacia algún lugar”. Para Carlos Manuel la literatura es más que un juego. “Hay un momento en que cruzas la línea, en que te adentras en el túnel, pero al menos yo descubrí el túnel cuando ya estaba dentro, no en el umbral. No sé nada de umbrales”.
¿Cuándo la literatura te hace sentir satisfecho?
En momentos muy puntuales. En la juntura de un verbo y un sustantivo determinado, en la composición de un párrafo, detalles indiscernibles en los cuales, por lo general, el lector no repara.
¿Te pareces al escritor que quieres ser?
Yo veo al escritor que quiero ser; es una estampilla detrás de los párpados, me sé su fisonomía, pero cuando extiendo la mano para golpearlo o para seducirlo, noto que hay, entre el hecho y la posibilidad, una cortina de hierro. Infranqueable, por suerte.
Además de “escritor de ficción” eres periodista. ¿Hay alguna contradicción entre esas dos dimensiones?
El periodismo tiene que haber ocurrido, esa es la diferencia. Por lo demás, yo he intentado socavar un poco la literalidad del periodismo, y he pretendido sustentar la literatura con la actitud del periodista malcriado, que molesta. Cualquier acierto o fracaso, habría que atribuírselo a esa doble intención.
Supongo que leas mucho…
Leo. Sobre todo poesía. La poesía como disciplina, como placer y como totalidad.
¿Qué escritores te han marcado? ¿Cuáles te han influenciado?
No creo haberme topado con algo que haya significado para mí lo que significó César Vallejo. Es un frente bélico que hace el resto más fácil. Neruda, por ejemplo, por no hablar de los demás, parece un mero entrenamiento.
¿Aspiras a la trascendencia? ¿Quieres que se hable de ti dentro de cien años?
No aspiro a lo que no depende de mí. Aspiro a la trascendencia interior, si es que no parece un contrasentido. La trascendencia en mayúscula es un espejo más de lo que Whitman llamaba “la terrible duda de las apariencias”.
Y entonces, ¿escribir te cura el insomnio?
No, naturalmente. La escritura prolonga el insomnio. Pero sé que si no escribo, el sueño no va a llegar. Lo que va a llegar es la pesadilla, lo cual es peor, porque es el insomnio dos metros más abajo.
