por René Camilo García Rivera, estudiante de Periodismo
Cuando las calles ardían en Caracas, Miranda y Táchira, las fuerzas del chavismo pretendían “amansar” a los violentos con música, en el decir de Maduro. Aparecieron así dos alternativas: violines o cocteles molotov, guitarras o alambres de púas, la batuta o las guarimbas…
Pero mientras los dirigentes venezolanos clamaban por la paz, otros lanzaban amenazas de muerte. Así amaneció un día bajo sobresalto y miedo, Daniella, la hija del presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello: “Imagine que usted prende su ordenador y descubre que en las redes sociales piden su muerte sin razón alguna; que mira a la calle y ve alborotar a grupúsculos enceguecidos que ya han matado a 10 de sus compatriotas. Es para alarmarse, ¿verdad?”
Mas, esta muchacha, cantante y estudiante universitaria, no se dejó llevar por los temores ni por la ira, y decidió actuar solo guiada por un sentimiento de paz…
Cuando uno siembra armonía, eso debe recoger; así, el provocador que la amenazó de muerte se ha arrepentido y entregado a las autoridades.
Pero lo más singular. La joven recibió al autor de la amenaza y lo perdonó. Le estrechó la mano, en señal de respeto, sin miedo y sin armas.
En su cuenta en la red social Twitter, Daniella declaró: “En mi casa no me enseñaron a odiar ni mucho menos a guardar rencor. ¡Yo pido por la Paz! Por la Vida! Por Venezuela!»
Así ocurrió lo que quiere el pueblo: más apretones de manos en Caracas, en Miranda, en Táchira…