Desde el 26 de enero de 1984, todos los caminos en la ciudad del centro de Cuba conducen a El Mejunje. No se concibe Santa Clara sin la vida mejunjera.
Próximamente este centro cultural, diverso e inclusivo, estará cumpliendo 30 años de haber emprendido la aventura que lo ha hecho trascender.
Tres décadas “apartando piedras de aquí, basura de allá” para dejar solo a la luz, como les gusta decir a sus creadores, en particular al teatrista y promotor cultural Ramón Silverio.
“Hemos compartido sueños y promesas, muchos de los cuales han fructificado en el mejoramiento social a través de la cultura y la fraternidad espiritual que este lugar propicia, a partir de la autenticidad y las necesidades esenciales del ser humano”, aseguró.
Aquí se reúnen trovadores, boleristas, roqueros, teatristas críticos de las más disímiles manifestaciones y estilos, espectáculos para niños, adultos, adolescentes, todo acorde a la diversidad de gustos.
Han tenido la inteligencia de saber incluir en sus espacios las inquietudes artísticas, de los jóvenes y creadores en general, con propuestas experimentales, novedosas o desatendidas por otras instituciones. También han defendido la inclusión social: cualquier persona puede asistir y disfrutar sin limitaciones.
Es un proyecto participativo donde se establecen relaciones y se confraterniza.
“En el Mejunje casi nadie es yo, pues se atenúa hasta lo mínimo el singular; todos somos nosotros junto con los otros mezclados en inédita aleación de sueños y delirios”, dijo en una ocasión el escritor Ricardo Riverón.
Esta pluralidad cultural y social los distingue entre muchas instituciones del país y los hace auténticos y diferentes.