Anhelaba saber cómo era el rostro de su padre, el bravo teniente rebelde Pastor Palomares López, caído el 20 de agosto de 1957 en el combate de Palma Mocha, intrincado lugar de la Sierra Maestra perteneciente hoy al municipio Guamá, en la oriental provincia de Santiago de Cuba.
Por entonces ella crecía en el vientre de su madre, y la emociona saber que cuando se disponía a participar en una acción o cumplir alguna misión, aquel joven que al morir heroicamente contaba tan solo con 20 años de edad, pedía siempre a sus compañeros que si le sucedía algo se ocuparan de atender a la niña o niño que le estaba por nacer.
La necesidad de corresponder en la medida de sus posibilidades al amor que Palomares sentía por su retoño en formación, impulsó a Eugenia Palomares Ferrales, nacida dos meses después de su muerte, a gestionar el modo de recuperar su imagen, de adulto, porque no existían fotografías.
Fructífero empeño
De convertir en realidad tan humano deseo se encargó un equipo de la División de Criminalística del Ministerio del Interior (Minint),y de Medicina Legal del Ministerio de Salud Pública (Minsap), integrado por los másteres Héctor Soto Izquierdo, teniente coronel Jaime Quevedo Millán y Manuel Arias Vázquez, este último perito en criminalística y fotógrafo, iniciaron una investigación destinada a identificar los restos de Palomares, enterrados en Palma Mocha, y a la reconstrucción bidimensional de su rostro.
Los especialistas iniciaron su labor en marzo del 2010; siete meses más tarde, Eugenia pudo saber realmente cómo era el rostro de su progenitor, luego de que la imagen obtenida fuera avalada por personas que lo conocieron, entre ellas familiares, amigos y compañeros de lucha.
Un libro sobre su padre
Eugenia viajó a Palma Mocha con los especialistas que se disponían a exhumar los restos de su padre. Allí pudo ver el monumento erigido en su honor y en el de otros cuatro combatientes caídos en el mismo combate. Allí solo se encuentra enterrado Palomares, pues los cuerpos de los restantes: Rigoberto Oliva, Eduardo Castillo, Juventino Alarcón y Juan José Frómeta, fueron incinerados por el ejército. También supo del celo con que los vecinos cuidan el lugar.
Igualmente visitó El Naranjo y la cueva donde ella nació, donde la familia se había refugiado para protegerse de los bombardeos de la aviación de la tiranía en la zona, y escuchó múltiples testimonios acerca de su padre, narrados por personas muy cercanas a él. Estos, y los ofrecidos por combatientes del Ejército Rebelde que lucharon junto a él, le permitieron escribir el libro titulado Bajo el sol de la Sierra, recientemente publicado por la Casa Editorial Verde Olivo.
Con esta obra, la primera de su autoría —en proceso de edición se encuentra la segunda, de corte testimonial y titulada Celia un octubre para mí, también en Verde Olivo—, da a conocer aspectos de la vida de aquel héroe, a quien por su alta estatura, fuerte complexión y rostro muy joven, Fidel bautizó como el Muchachón.
Acerca del autor
Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.