Santiago de Cuba enamora a primera vista, pero cuando se le conoce, se descubre su encanto interior, se palpa y se besa, ya no hay modo de desprenderse de esta ciudad que se cuela piel adentro y se instala en lo hondo de las personas, donde más cálido e imperecedero es el amor.
De tan grande que es su historia, como terruño colmado de patriotismo, como sitio natal o cobija de hombres y mujeres memorables, no es posible contenerla en el papel. Ella se desborda de sucesos, de nombres, de días de gloria, y es tan indetenible el aluvión de acontecimientos propios que resulta imposible agolparlos en un solo punto; entonces Santiago de Cuba y toda su grandeza, germinan en el más insospechado lugar.
He aquí las paredes como testigo de lo dicho, he aquí, en esta porción del Caribe, uno, dos, tres… cientos de muros donde es posible atrapar la historia acariciando el bronce, tocando las letras allí grabadas para que de súbito — como si fuera cierto hacer volver el tiempo atrás— reviva el pasado convertido en presente y futuro.
Cada tarja de las muchas que hay en cualquier calle revela un momento único, memorable, imprescindible para la patria: las de las casas natales de Antonio Maceo y Vilma Espín; la del muro del antiguo matadero, donde fusilaron a Perucho Figueredo; la de Pío Rosado 315, vivienda donde se fundó el Movimiento 26 de Julio; la del Moncada, clarinada de libertad; las de los hogares que dieron abrigo a los jóvenes de brazalete rojinegro; la del Callejón del Muro, donde renació Frank País; las del Ayuntamiento, desde donde Fidel hizo público el triunfo de esta Revolución, la misma que premió a su imprescindible ciudad con el título de Héroe de la República de Cuba y con la Orden Antonio Maceo.
Es cierto lo que dijo el poeta, que en Santiago de Cuba no hay calle por donde no haya pasado un héroe, y no hay piedra que no haya sido lanzada contra el enemigo, pero también es cierto que no hay pared sin leyenda por contar, bien sea de amor, de clandestinaje, de rebeldía, de desafío, de tristeza, de resurrección, de complicidad patriótica, en fin, de victoria.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.